España en el Caribe

España en el Caribe
27 de febrero de 1844

Historia de Puerto Rico

Historia de Puerto Rico
Guerra Hispanoamericana en Puerto Rico del 1898

Historia Dominicana

Historia Dominicana
16 de agosto de 1930 - 30 de mayo de 1961

Historia de Cuba

Historia de Cuba
1º de enero de 1959

LINCOLN Y SANTO DOMINGO, 1861 – 1865

sábado, 1 de agosto de 2015

Por Jesús Méndez Jiminián*


Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo”. ~ Abraham Lincoln (1809 – 1865).

Abraham Lincoln (1809 – 1865) que nació en la pobreza, en el estado
de Kentucky, en ocasión de presentar su candidatura, por primera vez, a un cargo electivo, en 1832, dijo: “Nací y siempre he permanecido en la clase social más humilde”. Lincoln representa hoy, en mi opinión, para el mundo, el verdadero ejemplo del llamado “Sueño Americano”. A lo largo de su larga trayectoria política, Lincoln tuvo prácticamente un solo discurso: la situación de la esclavitud en Norteamérica. Ello contrasta enormemente con los políticos de nuestro país: hablan de todo y muy poco resuelven…

Unos de los grandes biógrafos de Lincoln, a quien Martí llamó “el leñador de los ojos caídos”, Henry B. Kranz, ha dicho, que Lincoln“Sin pertenecer a ninguna iglesia cristiana, era profundamente religioso. No se permitía ningún placer juvenil, pero se mostraba más satisfecho de su vida que sus contemporáneos jóvenes amigos. Emprendió una de las guerras más crueles de la historia y deseó la paz con más vehemencia que cualquiera de sus consejeros (…) de honradez incorruptible, y sin preocuparse de su éxito económico o de sus comodidades personales, supo aprovechar sus intereses y murió rico”.

Lincoln, “un abolicionista por convicción – ha dicho el Premio Nacional de Puerto Rico (2013), Pablo L. Crespo – tuvo que afrontar uno de los retos más grandes en la historia de los Estados Unidos, el de mantener la unión entre todos los estados, aunque fuera realizada de manera violenta tal y como ocurrió”. La Administración de Lincoln (1861 -1865), no tuvo respiro, por tanto, para ejercer una política exterior que marcara un rumbo determinado hacia sus vecinos de América, y mucho menos, hacia otros estados lejanos. Pues, el fraccionamiento de la sociedad norteamericana de entonces, en estados esclavistas y anti-esclavistas reflejaba modos de vida muy distintos.En definitiva, esta grave situación que vivía Norteamérica absorbió por completo a su Administración, a su partido y a los demás líderes de esta nación.

Es de recordar, que años antes de Lincoln convertirse en el 16vo. Presidente estadounidense, los Estados Unidos habían anexado a su dominio algo más de la mitad del territorio mexicano (1845), en una guerra desigual y brutal, en busca de expansión; y la pregunta que muchos norteamericanos de entonces se hacían, era ¿cuáles tierras conquistadas de éstas serían esclavizadas o libres?

Entre 1857 y 1860 se produjo en los Estados Unidos, fruto de estas guerras y su desenfrenada política expansionista, una aguda crisis económica y con ello una marcada división de clases, que dio inicio a una serie de confrontaciones internas en diferentes escalas. Esto, en cierto modo, favoreció la elección de Lincoln como presidente, pues, él era visto como una figura de posiciones radicales para los intereses de los estados esclavistas. Esta compleja realidad norteamericana tocó fondo antes de iniciarse la primera Administración de Lincoln (1861 -1864), pues, uno de los estados de la Unión, Carolina del Sur, había dicho por voz de muchos de sus líderes, que si Lincoln ganaba las elecciones de noviembre de 1860, se separarían de la Unión; y así ocurrió a los pocos días, es decir, el 20 de diciembre de ese año. De ahí, que cuando Lincoln asume la presidencia de los Estados Unidos 4 de marzo de 1861, en su discurso inaugural proclama: “Todo reino dividido contra sí mismo es asolado. Yo creo que este gobierno no puede ser mitad esclavista y mitad libre. Espero que la Unión no sea disuelta, espero que no se caiga la casa”.

Pero, a los pocos días de Lincoln iniciar su mandato, se producía la anexión de la República Dominicana a España, convirtiéndola esta última en una provincia ultramarina (18 de marzo de 1861). ¿Podría interpretarse este paso dado por el General Pedro Santana, en Santo Domingo, como algo taimado y calculado ante el ascenso de Lincoln al poder? ¿Conocía el presidente Lincoln de los pasos que daban en Santo Domingo algunos aventureros yanquis, que una vez salidos de la guerra mexicano-estadounidense (1846 – 1848), fijaron su mirada en la República Dominicana para hacer negocios y conseguir riquezas?

Antes de Lincoln ascender a la presidencia, algunos antecesores suyos habían revivido la célebre Doctrina de Monroe de “América para los americanos”, y la llamada tesis del Destino Manifiesto. Sin embargo, dos hechos retaron entonces al poder imperial norteamericano y a la Administración de Lincoln: La intervención francesa en México (1862), y la anexión de la República Dominicana (1861).

En la primavera de 1861, es decir, a los pocos días de Lincoln asumir la presidencia de los Estados Unidos, éste le hace saber a la monarquía española a través de su representante diplomático en Washington DC, por vía de su Secretario de Estado, William H. Seward, que la anexión de la República Dominicana significaba, una actitud de “enemistad hacia los Estados Unidos de Norteamérica”. El párrafo de la carta en cuestión fechada 2 de abril de 1861, dice así:
“Tengo instrucciones de informarle a usted y al gobierno de Su Majestad Católica en forma directa, que de establecerse… en cualquier momento la sanción de ese gobierno (se refiere a la anexión de Santo Domingo, n. de j.m.j.), el Presidente (Lincoln, n. de j.m.j) se verá obligado a considerarlas como una manifestación de un espíritu de enemistad hacia los Estados Unidos, y a enfrentarse a la ulterior prosecución de empresas de ese tipo en la República Dominicana o cualquier otra parte del continente o islas americanas con una resistencia rápida, persistente y, si es posible, efectiva”

¿Qué hizo variar en el terreno práctico la actitud de Lincoln y los Estados Unidos respecto a la anexión dominicana? Evidentemente, que la situación interna de su país que ya estaba a las puertas de una grave guerra civil producto de la esclavitud y otros factores. Y, dado este difícil momento de la historia norteamericana quedó a un lado aquel traumático episodio dominicano. Sin embargo tras la muerte inesperada de Lincoln acaecida el 15 de abril de 1865, su vicepresidente de entonces que era del Partido Demócrata, sureño pero antiesclavista: Andrew Johnson, fue quien a la hora de sucederle en la presidencia dio inicio a una serie de negociaciones con miras a una posible anexión de la República Dominicana a los Estados Unidos, con los gobiernos de Cabral y Buenaventura Báez, y que alcanzarían niveles de primer orden en la política exterior norteamericana en la Administración de Ulysses S. Grant (1869 - 1877).

En los famosos Mensajes de la Unión, durante su Administración, Lincoln, solo hizo mención de la República Dominicana en una oportunidad. Ello ocurrió el 6 de diciembre de 1864, en el que escuetamente refiriéndose a la Guerra de Restauración, que acontecía en la República Dominicana en esos momentos, dijo que:“Aparentemente no habían perspectivas de poner fin al conflicto con España…”.

Hoy día sabemos, que hubo un persistente contacto diplomático por aquel entonces entre representantes del gobierno restaurador y la Administración de Lincoln. Y, muy posiblemente por alguna vía de estos últimos llegaron a las manos de soldados restauradores armas y municiones de fabricación norteamericanas, específicamente de la marca Remington. De esto último hemos iniciado una investigación.

En resumen, es muy probable que la Administración de Lincoln, aunque no tenemos hasta hoy pruebas documentales a mano, por vías que no comprometieran a su Administración haya contribuido a la causa restauradora dominicana, oponiéndose así a su anexión a España. También, este paso en nuestra humilde opinión nos muestra la coherencia del Presidente Lincoln en el problema de la esclavitud; porque, es muy posible, que dada su visión respecto a este problema, él haya calculado que a través de la anexión de Santo Domingo, España pretendiera revivir este mal, y como consecuencia de ello, Haití, el vecino histórico dominicano, estaba muy al asecho de este paso.
Pero, los cierto es, que como dijo Abraham Lincoln una vez, la esclavitud “…me produce continuamente el efecto de sentirme convertido en un ser miserable”.

                                                                        Muchas gracias,
                                                                        Nueva York, USA
28   de septiembre, 2014

*Discurso pronunciado en esta fecha en el marco de la VIII Feria del Libro Dominicano de Nueva York, organizada por el Comisionado Dominicano de Cultura en los Estados Unidos, del 26 al 28 de septiembre, en ocasión de la puesta en circulación de la obra LINCOLN EN SANTO DOMINGO, 1861 – 1865, de nuestra 

MI “TÍO FRANCIS” CAAMAÑO

lunes, 20 de abril de 2015


Por Jesús Méndez Jiminián

“En esta hora dramática que vive la República, estoy consciente de que no hay ser humano capaz de resolver por sí solo los ingentes problemas que gravitan sobre el lamentable estado socio-económico de nuestra empobrecida República. Por tal motivo invito a todos los dominicanos, campesinos, obreros, estudiantes, profesionales, comerciantes, industriales y todas las clases de la comunidad dominicana a que cerremos una sola fila para probarle al mundo que no sólo hemos sabido luchar con las armas, sino que con honor y con dignidad reconstruiremos nuestra patria”. ~Coronel Francisco A. Caamaño Deñó

En la vida de cada ser humano se producen acontecimientos que resultan imborrables. Sólo el paso del tiempo es capaz de darles la dimensión justa y colocarlos en su verdadero sitial. En mi caso particular, voy a referirme, por ahora, sólo a uno que ha marcado mi rumbo: haber sabido a temprana edad de Francis Caamaño.

A menudo, siendo yo niño, mis padres, pero específicamente mi madre, me enviaba a Santo Domingo donde mis tíos Jacobo Moquete y Marcia Jiminián a pasar mis vacaciones escolares. Para mí aquello era como un bálsamo; llegar desde Santiago, mi ciudad natal, con aire de pueblo y vecindario familiar, a la cosmopolita ciudad de Santo Domingo, la “Atenas del Nuevo Mundo”, y hacer un recorrido por sus hermosos sitios históricos de más de 350 años de existencia entonces, y escuchar atentamente a mi tía Marcia hablarme de su historia, era como aprender de una verdadera cátedra después de yo haber pasado nueve largos meses en el mundo de la escolaridad.

La ubicación de la residencia de mis tíos por aquellos tiempos, era en la Santo Tomás de Aquino esquina Ramón Santana de la Ciudad Universitaria, exactamente donde en uno de sus apartamentos viviera en su época de estudiante universitario el gran líder revolucionario Manolo Tavárez Justo. Aquel apartamento de mis tíos, fue siempre hogar agradable de tertulias y encuentros de dirigentes políticos de izquierda, maestros, líderes estudiantiles, comunitarios y sindicales, y hasta refugio clandestino para algunos en la época de la funesta dictadura balaguerista (1966-1978). Contando yo entonces con nueve o diez años de edad, fui testigo de que mi tío Jacobo iba para Londres a realizar estudios especializados y estaba perfeccionando el inglés con clases particulares que una profesora iba a darle al apartamento. Escuchaba yo también entre mis tíos, en sus conversaciones a solas, que Francis Caamaño, el Coronel de Abril, estaba en funciones diplomáticas en la capital inglesa tras la Guerra de 1965, y que allá, además de ir a estudiar, mi tío Jacobo se encontraría con él. Recuerdo, como si fuera hoy, todo aquello, tan vivo y emocionante en mí. ¡Y todo fue así! Mi tía Marcia luego marchó a Londres a encontrarse con ellos.

Pero, no volví a escuchar más de Francis Caamaño hasta cuando vino al país, en la gloriosa expedición  que lideró desde Cuba, y entró por Caracoles en las costas de Azua junto a un pequeño grupo de revolucionarios,que venían a liberarnos de las injusticias del régimen dictatorial de Joaquín Balaguer, en 1973. Mayor fue en mi la desagradable sorpresa cuando en febrero de ese mismo año, contando yo con trece años de edad, me enteré por fuentes diversas, de que Francis Caamaño y casi todos sus camaradas de lucha revolucionaria habían caído en combate, o habían sido fusilados, después de ser algunos capturados vivos como fue su caso en particular. ¡Qué dolor tan grande fue todo aquello para mi, pues, él que tanto era mencionado en el hogar de mis tíos, se había convertido también en mi “Tío Francis”.

Pasaron los años, pocos por cierto, y en mi época de estudiante en la UASD, volví entonces al apartamento de mis tíos, encontrando yo allí, en su espaciosa sala-comedor, una litografía gigante del “Tío Francis” que adornaba sus paredes como un recuerdo eterno a su memoria, y la fe de que siempre él estará presente entre nosotros, y en nuestros corazones aún después de ser brutalmente fusilado en las montañas del sur por pusilánimes, que hoy se pasean como si nada por las calles de nuestro país. Recordaría al “Tío Francis” luego, cuando solía conversar largamente de forma amena y familiar con su pariente y acompañante fiel de sus luchas patrióticas Alejandro Deñó, el “Tío Chibú”. Aquellas agradables peroratas con “Tío Chibú”, en mi cuarto de estudiante, casi siempre giraban en torno a la figura procerade “Tío Francis”, de quien puedo decir que por él me convertí en dirigente estudiantil universitario y que hoy sigo sus huellas imborrables.

A cuarenta y un años de la muerte gloriosa de mi “Tío Francis”, y a 49 años de la epopeya de Abril en la que él emergió como un gigante, hoy, vienen a mi memoria aquellos entrañables recuerdos, que comparto con ustedes para que no queden en el olvido eterno de un pueblo con poca memoria histórica.

El ejemplo de “Tío Francis” de seguro, hoy más que nunca, habrá de señalar para siempre un mejor mañana  en la Patria de Duarte, aún ultrajada y saqueada por una “fábrica de ladrones” que no termina, y en donde no pocos han querido menoscabar la inmensa grandeza de aquel valeroso soldado de Abril, que se hizo más gigante aún al llegar por Caracoles, y subir por “las escarpadas montañas de Quisqueya”, para liberarnos de todas las miserias…

¡Loor siempre a “Tío Francis”, y con él a todos aquellos que han dado lo mejor de sí hasta ofrendar sus vidas, para un destino mejor de nuestro pueblo! Pues, como bien lo dijo José Martí: “Quien tenga Patria que la defienda. Y quien no la tenga, que la conquiste”.




4 de marzo de 2014.

North Bergen, Nueva Jersey, USA

EUSEBIO LEAL SPENGLER

domingo, 12 de abril de 2015

Por Jesús Méndez Jiminián

“La madre del decoro, la savia de la libertad, el mantenimiento de la República y el remedio de sus males, es sobre todo lo demás, la propagación  de la cultura”.
José Martí (1853-1895)

Doctor Eusebio Leal Spengler 
El pueblo dominicano recibió por estos días a uno de los intelectuales y académicos más prestigiosos del continente americano. Fiel martiano. Defensor intransigente de la Revolución cubana liderada por Fidel Castro Ruz y continuada gallardamente por su hermano Raúl. Amante y trabajador incansable del patrimonio cubano. Voraz  lector y escritor de alto vuelo; amigo incondicional. Me refiero por si el titulo no lo ha distraído, amable lector, al doctor Eusebio Leal Spengler (1942).

Eusebio Leal Spengler es el Historiador de la Ciudad de La Habana, la capital cubana, labor a la que se ha entregado por décadas en cuerpo y alma. Muchas son las dependencias que están bajo sus desvelos en esta ciudad de sus amores y responsabilidades. A la par con ello, lleva sobre sus hombros otras tareas no menos importantes: Diputado a la Asamblea Nacional de Cuba, presidente de la Comisión de Monumentos de la Ciudad de La Habana, profesor de la Universidad de La Habana, entre otras muchas ocupaciones más, tanto académicas  como políticas y culturales.

Durante su visita al país a raíz de la conmemoración del 120 Aniversario de la firma del Manifiesto de Montecristi entre Gómez y Martí, Eusebio Leal recibió del pueblo dominicano que le quiere y admira, testimonios de singular aprecio, admiración y respeto por sus indiscutidos méditos que lo hacen ser un fiel exponente del pensamiento de Martí, el Héroe Nacional de Cuba y de Fidel el esclarecido y vertical revolucionario, ejemplo para toda Latinoamérica y el mundo por su valentía, honestidad, principios y eticidad  en la política.

Eusebio Leal Spengler fue investido
Eusebio Leal Spengler investido con el título de Doctor Honoris Causa 
con el título de Doctor Honoris Causa el pasado día  22 de marzo por la más vieja alta casa de estudios del Nuevo Mundo, la Universidad Autónoma de Santo Domingo, donde en la ocasión dio sabias muestras de sus conocimientos ilimitados y proverbial oratoria.

El Senado de la República también le honró en su visita, lo mismo que la Academia Dominicana de la Historia que le acogió como Miembro, y todo el pueblo montecristeño.

Eusebio Leal Spengler es un digno representante no sólo de Cuba, sino de toda Latinoamérica, que le respeta y admira por su talento, humildad, y sobre todo, por su dedicación, empeño y sacrificio por hacer cada día más de la Revolución cubana un ejemplo y orgullo para nosotros.

¡Enhorabuena, ilustre amigo. Digno ejemplo de Céspedes, Martí, Gómez, Maceo y de todos los revolucionarios del mundo!

¡Tu ejemplo vive y vivirá por los siglos de los siglos!

Hasta la victoria siempre…!

El autor es escritor e historiador dominicano.
La Vega, República Dominicana.

3 de abril del 2015.

JOSÉ VASCONCELOS EN LA VEGA

sábado, 21 de marzo de 2015




Por Jesús Méndez Jiminián


                                                       “Saber leer es saber andar. Saber escribir es saber ascender”.
                                                                                                                          José Martí (1853-1895)

A mi  apreciado amigo José C. Novas y  a  mi prima Julia en Nueva Jersey.

José Vasconcelos
En junio de 1926 el destacado intelectual y político mexicano José Vasconcelos visitó  por primera vez la República Dominicana. Su visita fue todo un acontecimiento en el gobierno del General Horacio Vásquez (1924-1930). Su anfitrión principal fue el entonces  Ministro de Justicia e Instrucción Pública del gobierno de Vásquez, Licenciado Rafael Estrella Ureña (1882-1945).

Vasconcelos  antes de pisar tierras dominicanas había estado en la vecina isla de Puerto Rico, en actividades similares a las que desarrolló en nuestro país. Su principal objetivo entonces, era  dar a conocer la que sería en su prolífica carrera como escritor, su principal obra filosófica, La Raza Cósmica. Pero, además, poner en conocimiento del pueblo  dominicano su labor como educador, y sobre todo, la gestión que llevó a cabo en su natal México como Rector de la UNAM, y como Secretario de Educación tras el triunfo de la Revolución Mexicana (1910).

 En su primera visita a la República Dominicana, en 1926, Vasconcelos  estuvo en La Romana, San Pedro de Macorís, Santo Domingo, La Vega, Santiago y Puerto Plata. Y,  regresaría  por segunda ocasión a Ciudad Trujillo, en enero del 1947, invitado por la Universidad de Santo Domingo, cuyo  rector era entonces  Julio Ortega Frier. Ambas visitas tuvieron motivos distintos, tanto en lo político como en lo cultural.

De José María Albino Vasconcelos Calderón (Oaxaca, 27 de febrero de 1882- ciudad de México, 30 de junio del 1959), es importante destacar, que además de educador y político era abogado, escritor, filósofo y funcionario público. Entre sus funciones públicas, además de las indicadas anteriormente, es preciso señalar  que fue director de la Biblioteca Nacional de México (1940-1946); miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y del Colegio Nacional. Se gradúo de derecho en el 1907 y figuró entre los fundadores del llamado Ateneo de la Juventud Mexicana luego conocido con el nombre de Ateneo de México, junto a una pléyade de destacadas figuras de la educación y la cultura como Antonio Caso, Amado Nervo, el humanista dominicano Pedro Henríquez Ureña, entre otros. “Vasconcelos y la generación del Ateneo sientan las bases para una ambiciosa recuperación de lo nacional mexicano y de lo latinoamericano como una identidad que, además de real, fuera viable en el futuro, y sobre todo que no dependiera de lo extranjero para un progreso sostenido…’’.
Adolfo de la Huerta, José Vasconcelos, Diego Rivera y Pedro Henríquez Ureña
A los veinticinco  años de edad, Vasconcelos se unió a la campaña presidencial, en el 1909, de Francisco I. Madero, quien se enfrentó en las elecciones de 1910 a Porfirio Díaz. Elecciones que mediante  serias denuncias de fraude electoral dieron el triunfo al futuro dictador Díaz, lo que provocó mediante una convocatoria de rebeldía nacional de parte de Madero a la llamada Revolución de 1910.

(1)

“Es de este primer periodo de vida pública de Vasconcelos - se ha dicho - del que ha surgido, como una suerte de leyenda, la idea de que fue él quien  acuñó el lema más célebre del maderismo: “Sufragio efectivo, No Reelección” (…) El genio de Vasconcelos (en el campo de la política mexicana, n. de j.m.j.) radicó, sin  embargo, en haber rescatado esa frase’’ usada por figuras mexicanas en contra del dictador Porfirio Díaz, y luego empleada por don Benito Juárez, en 1871.

A partir de entonces  Vasconcelos se convertirá en un exiliado por antonomasia de su patria, con idas y venidas de acuerdo a la coyuntura política, pero también siendo encarcelado varias veces por sus actividades de corte político.

Luego de la proclamación del Plan Agua Prieta en México, en 1920, Vasconcelos es designado primer rector de la Universidad Nacional de México, en el gobierno provisional de Adolfo de la Huerta, y ocupa tales funciones desde el 9 de junio de 1920 hasta el 12 de octubre de 1921; es durante este periodo, en el que Vasconcelos propone que se incluya en el escudo de la UNAM el lema: “Por mi raza hablará el espíritu”. A su llegada a la alta casa de estudios, Vasconcelos dirige sus primeras palabras, entre las que cabe indicar estas: “Yo no vengo a trabajar por la Universidad, sino a pedir a la Universidad que trabaje por el pueblo”.
  
‘’Tras reorganizar la estructura de la Universidad Nacional, Vasconcelos fue nombrado Secretario de Instrucción Pública, y desde esa posición inició su ambicioso proyecto de difusión cultural en el país, con programa de instrucción popular, edición de libros y promoción del arte y la cultura. El objetivo era integrar a México de manera más amplia en las grandes transformaciones que siguieron al fin de la Primera Guerra Mundial. Vasconcelos, un personaje carismático y capaz de entusiasmar a sus colaboradores, hizo de los maestros rurales un ejército de paz  y de cada profesor, según su propia metáfora de raíz católica, inspirada en el sacrificio de los misioneros del periodo colonial, un “apóstol de la educación”. Al trabajo de los maestros rurales sumó el apoyo, nunca antes visto en México, de la educación masiva de algunas de las más grandes obras del pensamiento europeo y occidental, que fueron distribuidas por todos los rincones del país en lo que Vasconcelos no dudó de calificar como Misiones Culturales’’.

De sus grandes aciertos culturales y humanísticos surgieron en México expresiones artísticas, y por supuesto, grandes artistas de la pintura, muralistas como: Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, entre otros. Y mantuvo relaciones a nivel internacional con figuras de renombre como Gabriela Mistral, y el político peruano Víctor Raúl Haya de la Torre.

(2)

De manera, pues, que ese fue el José Vasconcelos que vino en aquel mes de junio de 1926 a visitar a La Vega, y que en menos de tres años, más tarde, se convirtió, en 1929, en candidato a la presidencia de México, enfrentándose en una campaña desigual al oficialista Pascual Ortiz Rubio.

Casino Central de la Vega
El entonces corresponsal del periódico santiagués El Diario, en La Vega, Eugenio del Orbe C. anunciaba el día 11 de junio de 1926, página 3, a través de ese medio que, “El eminente Vasconcelos vendrá a La Vega”. Y, detallaba la información de esta manera: “El Comité Pro-recepción José Vasconcelos se reunió anoche (10 de junio 1926) en los salones del Casino Central para tratar los actos que se celebrarán en esta Vega Real, con motivo de la llegada de este  eminente humanista: José Vasconcelos. Las diferentes comisiones están integradas por distinguidos intelectuales de esta ciudad, y bajo la cooperación de la sociedad “Amor al Estudio”, “La  Progresista” y “Casino Central”. Con tal motivo nuestro distinguido, culto e inteligente joven amigo, señor Don Ramón María Calderón, Presidente del Casino Central, ha salido en el día de hoy para la ciudad de las Torres Cristalinas (se refería a Santo Domingo, n. de J.m.j.) en diligencias al respecto. La Vega – sigue diciendo la nota- que siempre ha demostrado ser una población culta, se prepara debidamente a recibir al ilustre Vasconcelos’’. (Viernes 11 de junio de 1926, Año XXIV, Núm. 10, 206).

En su obra “Cuatro visiones de Santo Domingo”, compilada por el intelectual mocano Julio Jaime Julia aparece la siguiente descripción que nos brinda Vasconcelos al llegar a las costas dominicanas procedente de Puerto Rico, el 10 de junio de 1926: “El barco atracó el muelle de La Romana. Una entrada bien protegida, costas ligeramente elevadas, campo verde, palmeras y casas de madera, colores vivos, automóviles, buenos pavimentos, gente con vestidos ligeros y muy aseadas… En esta tierra había una banda de música y grupo de comisionados particulares’’.(Véase en:  Vasconcelos, Arasguitain, Inman y Ugarte, compilación de Julio Jaime Julia. Mediabyte, S.A., primera edición, Santo Domingo, R.D., 2000, p.11). 

Más adelante, dice Vasconcelos en la citada obra, lo siguiente: “En cada pueblo nos recibía el Ayuntamiento y formaba la escuela con sus niños vestidos de limpio… llegamos a San Pedro de Macorís… “Me siento feliz –dijo- en la patria dominicana; pero traigo todavía en el corazón la espina de Puerto Rico y brindo por los hombres que allá luchan por la independencia”. (p.12)

(3) 

Posteriormente a su conferencia en San Pedro de Macorís, en el Ayuntamiento, Vasconcelos estuvo en Santo Domingo unos días (del 11 al 13 de junio, 1926) y en su  primera conferencia, estuvo presente el presidente Horacio Vásquez y todo su gabinete. Fue presentado en la capital dominicana en el Teatro Municipal por el destacado intelectual dominicano Don Federico Henríquez  y Carvajal. Y, dio una conferencia el domingo 13 de junio en horas de la mañana, en la Casa de España, donde un serio conflicto provocó la  presencia de Vasconcelos con uno de los presentes, que lo acusó de ser  ‘’enemigo de  Rey de España’’.

Al finalizar esta actividad Vasconcelos se dirigió a La Vega en compañía del licenciado Rafael Estrella Ureña, Francisco Prats Ramírez, Vicente Tolentino R. y su compatriota, que residía en el país, el general Guadalupe Vásquez, entre otros.

El entonces corresponsal del periódico santiagués El Diario, en La Vega, Eugenio del Orbe C. anunciaba el día 11 de junio de 1926, página 3, a través de ese medio que, “El eminente Vasconcelos vendrá a La Vega”. Y, detallaba la información de esta manera: “El Comité Pro-recepción José Vasconcelos se reunió anoche (10 de junio 1926) en los salones del Casino Central para tratar los actos que se celebrarán en esta Vega Real, con motivo de la llegada de este  eminente humanista: José Vasconcelos. Las diferentes comisiones están integradas por distinguidos intelectuales de esta ciudad, y bajo la cooperación de la sociedad “Amor al Estudio”, “La  Progresista” y “Casino Central”. Con tal motivo nuestro distinguido, culto e inteligente joven amigo, señor Don Ramón María Calderón, Presidente del Casino Central, ha salido en el día de hoy para la ciudad de las Torres Cristalinas (se refería a Santo Domingo, n. de J.m.j.) en diligencias al respecto. La Vega – sigue diciendo la nota- que siempre ha demostrado ser una población culta, se prepara debidamente a recibir al ilustre Vasconcelos’’. (Viernes 11 de junio de 1926, Año XXIV, Núm. 10, 206).

En su obra “Cuatro visiones de Santo Domingo”, compilada por el intelectual mocano Julio Jaime Julia aparece la siguiente descripción que nos brinda Vasconcelos al llegar a las costas dominicanas procedente de Puerto Rico, el 10 de junio de 1926: “El barco atracó el muelle de La Romana. Una entrada bien protegida, costas ligeramente elevadas, campo verde, palmeras y casas de madera, colores vivos, automóviles, buenos pavimentos, gente con vestidos ligeros y muy aseadas… En esta tierra había una banda de música y grupo de comisionados particulares’’.(Véase en:  Vasconcelos, Arasguitain, Inman y Ugarte, compilación de Julio Jaime Julia. Mediabyte, S.A., primera edición, Santo Domingo, R.D., 2000, p.11).  

(4)
Más adelante, dice Vasconcelos en la citada obra, lo siguiente: “En cada pueblo nos recibía el Ayuntamiento y formaba la escuela con sus niños vestidos de limpio… llegamos a San Pedro de Macorís… “Me siento feliz –dijo- en la patria dominicana; pero traigo todavía en el corazón la espina de Puerto Rico y brindo por los hombres que allá luchan por la independencia”. (p.12)

Posteriormente a su conferencia en San Pedro de Macorís, en el Ayuntamiento, Vasconcelos estuvo en Santo Domingo unos días (del 11 al 13 de junio, 1926) y en su  primera conferencia, estuvo presente el presidente Horacio Vásquez y todo su gabinete. Fue presentado en la capital dominicana en el Teatro Municipal por el destacado intelectual dominicano Don Federico Henríquez  y Carvajal. Y, dio una conferencia el domingo 13 de junio en horas de la mañana, en la Casa de España, donde un serio conflicto provocó la  presencia de Vasconcelos con uno de los presentes, que lo acusó de ser  ‘’enemigo de  Rey de España’’.

Al finalizar esta actividad Vasconcelos se dirigió a La Vega en compañía del licenciado Rafael Estrella Ureña, Francisco Prats Ramírez, Vicente Tolentino R. y su compatriota, que residía en el país, el general Guadalupe Vásquez, entre otros.

¿Cuál fue la impresión de Vasconcelos a su paso por algunos pueblos del Cibao, su gente y otros temas antes de llegar a La Vega?

Dejemos que sea el ilustre huésped quien nos describa  las imágenes siguientes de aquel inolvidable viaje camino al Cibao:

“Las poblados relucen, la gente va vestida de limpio y los que salían a recibirnos –dice- dejaban en nuestros autos ramos de flores… Los niños recitaban bien; los hombres hablan con despejo; y las mujeres saben de memoria tiradas enteras del verso… en todo dominicano hay escondido un poeta. La escuela primaria también ha hecho notables progresos en los últimos años; todos los pueblos poseen edificio escolar y maestros. El problema de la pobreza se podía olvidar con un generoso resurgimiento de la pequeña industria agrícola…’’ en el Cibao. (Ibid).


 La tarde del domingo, 13 de junio del 1926, llegó a La Vega desde  Santo Domingo,  el Ilustre José Vasconcelos  a acompañado  del licenciado  Rafael Estrella Ureña  y los demás integrantes de la comitiva. Fueron recibidos por las principales autoridades  veganas, así como por directivos de instituciones culturales  y educativas. ‘’El Ayuntamiento –dijo luego Vasconcelos de sus notas- nos dio la bienvenida… ‘’. (p. 21, en Cuatro  visiones de Santo Domingo…).

(5)
 Pero, antes de llegar a la culta  Vega Real, Vasconcelos  pudo contemplar como lo hizo Martí en una de sus  visitas aquí,  parte del  ubérrimo  valle; con estas palabras emotivas quedarían para siempre las impresiones al respecto del sabio azteca: ‘’Todo aquel valle es como un parque decorado en derrededor (sic)  con la vista distante de la montañas: intensa fragancia en un  ambiente diáfano’’. (p.22).

¿Qué otra impresión  nos da Vasconcelos de este inolvidable  viaje por el Cibao  en su histórica visita  a La Vega? 

‘’La recepción que se nos hizo- comenta- a la entrada de La Vega fue conmovedora. La población se asienta  engreída  de su esplendida  belleza. Por una especie de ley geográfica, en esta región  alta, que  es la más fría  de la isla predomina la raza blanca y se encuentra a menudo el tipo hermosísimo  de la  criolla  iberoamericana’’. (Ibid).

La mujer vegana dejó impresionado a Vasconcelos por su  belleza. Agregando algo más respecto al tema de la raza en el Cibao, especialmente en sus mujeres, Vasconcelos nos comenta: ‘’…como en todo país de raza mezclada, se encuentran allí (en La Vega   de j.m.j.) todos los tipos, desde el muy voluptuoso  de ojazos  negros y cintura flexible, hasta la rubia  un poco tostada, pero de silueta  ondulante  y fina’’. (Ibid)

 Y agrega luego:

‘’ La Vega se veía magnífica en medio del aquel valle florido, con sus nuevas casas y sus calles limpias y la ancha plaza (es decir, donde hoy está el parque Duarte, la catedral y sus alrededores, n. de j.m.j.) llena de gente endomingada

Los niños – prosigue  Vasconcelos- formaban militarmente; grupos de niñas vestidas de blanco a- potaban ramos de flores… Después de cambiar saludos y de prometer que volveríamos esa misma noche, seguimos para Santiago de los Caballeros’’. (p.23). 

(6)
VASCONCELOS EN EL TEATRO LA PROGRESISTA 

Después  de los saludos efusivos a los munícipes de Santiago, y de una breve estadía, fugaz podríamos llamarla, de Vasconcelos en Santiago de los Caballeros aquel domingo 13 de junio de 1926, al caer la tarde y bien entrada la noche, se produjo su segunda visita ese mismo día a la cuidad de La Vega.

Desde las páginas del periódico santiagués EL DIARIO, dirigido por el destacado intelectual Ramón Emilio Jiménez, aparece la siguiente nota informativa previo a la conferencia de Vasconcelos aquella noche en el Teatro de La Progresista, en La Vega:

‘’Para acceder a la cortés invitación que le hiciera el culto pueblo vegano- dice la nota-, que anhelaba fervientemente escuchar la autorizada  palabra del insigne Dr. José de Vasconcelos, éste acordó dar una conferencia en aquella localidad, después de la retreta (en el parque Duarte de Santiago, n.de j.m.j.) que le fue dedicada anoche y de la recepción que tenía preparada la sociedad Club Santiago.

A las 9:15 (p.m) salió el ilustre humanista, acompañado de Secretario Estrella Ureña, de su admirado compatriota el Gral. Guadalupe Sánchez y de los jóvenes intelectuales Francisco Prats Ramírez, Cristian Lugo, Licdo. José R. Cordero, Emilio A. Morel, Vicente Tolentino R., M. Morillo y R. Emilio Jiménez.

El teatro La Progresista estaba lleno de selecto público (todavía pasadas la 10 de la noche de aquel día, n. de j.m.j.) ávido de escuchar al apóstol. Hizo la presentación el Licdo. Elías Brache, leyendo unas bien escritas y mejor pensadas palabras acerca de las ideas de su presentado, y muy aplaudido.

El Dr. Vasconcelos se puso de pie y tras un hermoso, sentido y elocuente exordio, lleno de la satisfacción que lo domina con motivo de la hermosa acogida que le ha hecho el pueblo dominicano, hablo durante cerca de una hora sobre uno de los aspectos de su gran obra de reformación social: la influencia de la arquitectura en el espíritu de nuestra raza, tema interesantísimo, tratado con la maestría con que sabe él tocar todas las cuestiones que caen bajo el dominio de su pluma.

(7)

El público le tributó  una estruendosa ovación y momentos después la intelectualidad vegana le  ofreció un Champagne d ‘ Honneur por órgano del alto poeta y afamado cuentista Fabio A. Fiallo, quien tocó con sus hermosas palabras la fibra de sentimiento patriótico. El Dr. Vasconcelos, estaba visiblemente fatigado y se limitó a dar sencillamente las gracias. Luego hablaron sucesivamente el Gobernador Cordero (se refiere a Teófilo Cordero, n. de j.m.j.), el Licdo. Estrella Ureña, con su elocuencia acostumbrada ambos, y el culto (y) joven escritor Cristian Lugo, de la briosa juventud intelectual El Paladión, regresando todos a esta ciudad (Santiago de Los Caballeros, n. de j.m.j.), cerca de las dos de la madrugada’’ del lunes 14 de junio del 1926.

Así finalizaba la segunda histórica visita del sabio mexicano José Vasconcelos a la cuidad de La Vega, el domingo 13 de junio del 1926, hacen ya casi 90 años.   
                                                                                                    Edgewater, Nueva Jersey, USA.
5 de marzo de 2015
                                                                                                          

Sobre el libro "Frederick Douglass y Santo Domingo: Dos épocas del expansionismo imperial norteamericano"

viernes, 20 de marzo de 2015





Por Luis Armando Cordero



Frederick Augustus Washington  Douglass (14 de febrero de 1818 – 20 de febrero de 1895) quien nació siendo esclavo en el Condado de Talbot, Maryland fue un  un abolicionista, intelectual y orador de alto vuelo que estuvo en dos ocasiones en República Dominicana (1771 y 1889) donde ejerció funciones diplomáticas, al igual que en Haití, donde donde fue Ministro plenipotenciario y Cónsul general(1889-1891), ademas de Encargado de negocios en Santo Domingo.

El autor Jesús Méndez Jiminian analiza en su libro "Frederick Douglass y Santo Domingo: Dos épocas del expansionismo imperial norteamericano" (Editorial Akelarre,Puerto Rico,2014) las reacciones de Frederick Douglass a la formación del imperio de Estados Unidos en Santo Domingo, entre 1870-1872, y en Haití, entre 1889-1891. Sabido es que " Como Ministro de Estados Unidos en Haití y como Secretario Auxiliar de la comisión del Presidente Ulysses S. Grant para anexar la República Dominicana, Douglass apoyó totalmente las virtudes de la expansión de Estados Unidos y Pan-americanismo siempre y cuando promovieran el desarrollo eficaz e igualitario de las  naciones del Caribe y Latinoamérica" [1]. Pero, "Douglass se opuso al imperio estadounidense si éste perpetuaría las nociones de dominación racial." [2].Sus ideas sobre estos temas fueron cambiando con el tiempo y " probaron estar ligadas al progreso y las dificultades que vivían los afro-americanos en el sur de la nación estadounidense" [3].

Frederick Douglass en su juventud
Como embajador y cónsul en Haití desde 1889 Frederick Douglass estableció excelentes relaciones con ese país hasta que el presidente de Estados Unidos Benjamin Harrison quiso imponer a Haití la construcción de una base naval norteamericana en la Môle de San Nicolás y envió una flota naval con más de 100 cañones y 2.000 tripulantes comandada por el contralmirante Bancroft Gherardi. Frederick Douglass pidió disculpas al gobierno haitiano y renunció a su cargo y luego defendió públicamente en su país el punto de vista haitiano. En 1892, el gobierno haitiano nombró a Douglass comisionado para la Exposición Colombina Mundial de Chicago. Allí habló para la Casa de Gobierno de Irlanda y apoyó los esfuerzos del independentista irlandés Charles Stewart Parnell. En 1892, el gobierno haitiano nombró a Douglass comisionado para la Exposición Colombina Mundial de Chicago [4].

Sin embargo, como muy bien señala Méndez Jiminian en su libro " a diferencia de Haití Douglass quedó para siempre marcado de repudiable manera con la República Dominicana, por su papel de apoyar la anexión de nuestro país a los Estados Unidos. Esa mancha la lleva hasta hoy con los dominicanos, que suerte a los factores de la política norteamericana interna de entonces y, a la defensa intransigente y nacionalista del general Gregorio Luperón, hicieron imposible tan bochornoso acto imperial..."[5].

Méndez Jiminian examina como la posiciones ocupadas por Frederick Douglass como Subsecretario de la Comisión del Presidente Ulises S. Grant para la anexion de  la Dominicana República por un lado y como Ministro de Estados Unidos a Haití por el otro le permitieron tener una perspectiva muy unica de las relaciones de la política exterior existentes entre las naciones del Caribe y los Estado Unidos. Nos dice el autor Jiménez Jiminian en su libro:

"Así que, cuando cuando el General Ulises S. Grant llego a la presidencia de los estados Unidos el 4 de marzo de 1668, ya el camino estaba allanado para que los yanquis consumasen sus propósitos imperiales en Santo Domingo, contando ahora a su favor con un sólido, descarado y codicioso aliado, que ayer era su adversario: Buenaventura Báez " [6].

El celo que el presidente estadounidense Ulysses S. Grant y empresarios demostraron  hacia la anexión de Santo Domingo ejemplificaba una tendencia mucho más amplia existente en Washington que buscaba mas que nada usurpar con eficiente rapacidad el control económico que tenia Europa dentro de la región.

Cerca del final de su obra el autor Menndez Jiminian cita en su abra a E. Apolinar Henríquez:

"Los precedimientos empleados  en la propulsión  de esa política de absorbencias imperialistas sin escrúpulos morales ni miramientos jurídicos han inficionado estúpida y penosamente, con daño de dimensión y de vigencia incalculables, el ambiente de leal fraternidad que para provecho y prez de la comunidad americana debió regir en todo tiempo las relaciones de los estados unidos de américa con sus hermanas menores del hemisferio occidental, Las consecuencias no podían dejar de ser y en efecto han sido desastrosas para la paz moral y la confianza de la familia internacional que puebla los ámbitos geográficos del Nuevo Mundo" [7].

En sus últimos años, Douglass se determinó a fijar de una vez por todas cuál era la fecha de su cumpleaños, algo que entre los esclavos era bastante difícil averiguar. Sus estimaciones dieron en señalar que había nacido en febrero de 1816; los historiadores le dieron la razón en cuanto al mes al descubrir un documento, pero resultó haber nacido dos años más tarde de lo que creía, en 1818.

El 20 de febrero de 1895 Douglass asistió a una reunión del Consejo Nacional de las Mujeres en Washington y durante aquel encuentro se llevó una alentadora ovación de la audiencia, pero poco después de haber llegado a su casa falleció por un súbito ataque cardíaco o un derrame. Está enterrado en el Mount Hope Cemetery de Rochester.




El autor del libro "Frederick Douglass y Santo Domingo: Dos épocas del expansionismo imperial norteamericano", Jesús Méndez Jiminian, es miembro de la Cátedra “José Martí” en la UASD.
______________________________

1)  Millery Polyné, "Expansion Now!: Haiti," Santo Domingo," and Frederick Douglass at the Intersection of US and Caribbean Pan-Americanism". Caribbean Studies, vol. 34, núm. 2, julio-diciembre, 2006, Instituto de Estudios del Caribe Puerto Rico.
2)  Ibid
3)  Ibid
4)  http://es.wikipedia.org/wiki/Frederick_Douglass
5)  Jesús Méndez Jiminian , "Frederick Douglass y Santo Domingo: Dos épocas del expansionismo imperial norteamericano". Editorial Akelarre,Puerto Rico,2014.p.18
6) Ob.cit.,p.23
7) Ob.cit.,p.93

George Washington y Santo Domingo

sábado, 10 de enero de 2015

Por Jesús Méndez Jiminián


(Parte I)

Durante las administraciones del Presidente Washington, se producen ciertas relaciones entre Norteamérica y Santo Domingo, cuando en sus inicios “(…) capitanes yanquis se asentaron en los vastos dominios españoles atraídos por incentivos comerciales”.
   
En los años en que el  Presidente Washington iniciaba su primer período de gobierno, se daba cierto comercio ilícito en muchas islas del Caribe con capitanes y mercaderes, que eran iniciados desde algunas potencias europeas con tales fines. Santo Domingo  era entonces una pieza clave para esas potencias. 
    
Los puertos de Francia en el Caribe, antes de Washington acceder a la presidencia de Norteamérica, fueron abiertos al comercio extranjero. Por ejemplo, señala Callan Tansill en una importante obra, que el 23 de julio de 1783, es decir, cinco años después de Norteamérica haber logrado su independencia, el gobernador  de la isla de Martinica, Monsieur Damas, “alentaba un comercio limitado con Norteamérica”;  y con Haití ocurría también lo mismo. Pero a la vez, se prohibía la entrada de la harina inglesa a los territorios coloniales franceses. 
     
Sin embargo, poco tiempo atrás, se establece un comercio “(…) con colonias norteamericanas … de secundaria importancia para los colonos de Haití, pero les complacía trocar grandes cantidades de azúcar y melaza por pescado, la carne salada de res, las provisiones y los negros de Guinea (en África, n. de j.m.j.) que les eran llevados a embarcaciones yanquis.”
    
No obstante estos sucesos, cinco años atrás, Francia había firmado un “tratado secreto” con Norteamérica de tipo comercial y amistoso. Juan Bosch, en su obra “De Cristóbal Colón a Fidel Castro. El Caribe Frontera Imperial” (pp. 281-282), lo explica así:
    
“El 6 de febrero de 1778 Francia firmó con los recién nacidos Estados Unidos un tratado secreto de amistad y comercio en el que incluía el reconocimiento de la independencia de las antiguas colonias inglesas y se establecía,  además una alianza defensiva, lo que implicaba un serio revés para la Gran Bretaña y sobre todo para los ingleses que tenían intereses en esa colonia”.
    
España por su parte, también ayudaba a los norteamericanos, y había en consecuencia, formando una alianza   con Francia. Los españoles prestaban a los norteamericanos ayuda económica y política a través del representante estadounidense, en España, el señor Arthur Lee.  Bosch cita el hecho de que, el Santo Domingo español compraba a Norteamérica en aquellos años herramientas, harina y productos manufacturados. En Haití, ya lo comentamos, los norteamericanos se abastecían de melaza, azúcar, ron, algodón y otros productos. También las islas holandesas en el Caribe hacían lo propio.

(2 de 5)

“Las estrechas relaciones comerciales –indica Bosch- que tenían los norteamericanos con todos los territorios del Caribe les proporcionaron vivas simpatías en su lucha por la independencia, al grado de que en los puertos holandeses de San Martín y San Eustaquio sus barcos podían izar la bandera de las barras y las estrellas antes de que Holanda hubiera reconocido esa independencia. Había agentes de la revolución (norteamericana, n. de j.m.j.) que operaban públicamente  en todos los territorios del Caribe. Antes de que Francia firmara el tratado secreto de febrero de 1778, las autoridades francesas del Caribe permitían a los corsarios yanquis guarecerse en puertos franceses, y fueron muchas las presas británicas que hicieron esos corsarios; por ejemplo, en una ocasión desembarcaron en las Granadinas, quemaron propiedades inglesas y se llevaron esclavos; en otra ocasión se metieron en bahías de Tobago y se llevaron barcos británicos”.
    
La actividad comercial de la naciente Norteamérica, en el Caribe, se fue expandiendo, pese a que en los primeros años muchas de sus embarcaciones tuvieron que ser utilizadas en los combates contra Inglaterra. Tal es la importancia que los Estados Unidos le dieron entonces al Caribe, y a la Isla de Santo Domingo en particular, que en el primer gobierno de Washington (1789-1793), fue designado un cónsul estadounidense en Cap Français. Esto ocurrió el 7 de junio de 1790. Se trataba  del señor Sulvanus Bourne. 
    
Bourne llegó a Cap Français el 16 de marzo de 1791 y de inmediato presentó  sus cartas credenciales, “debidamente al Gobierno” instalado allí por los franceses, dice Callan Tansill (p. 283). En su citada obra. Esto, sin dudas, provocó ciertos celos en algunas naciones europeas, a tal punto, que su salida de Haití se produjo de manera inesperada a mediados de julio de 1791. El señor Bourne, sin embargo, “no presentó renuncia a su comisión de cónsul hasta el 28 de diciembre de 1791.”
   
La lucha armada que se originó en Haití en 1791, fue iniciada por un mulato rico llamado Vincent Ogé,  que después de haber embarcado para Inglaterra, pasó a los Estados Unido, donde apunta Bosch, “compró armas y municiones, y llegó a Cap- François el 21 de octubre de 1790”. A él le tocó el iniciar la lucha armada contra los blancos de Haití.” (De Cristóbal Colón a Fidel Castro. El Caribe Frontera Imperial, Juan Bosch, p. 313).  Cuando ocurrieron en Haití los sucesos que dieron origen  a la Revolución, se produjo un éxodo de franceses y algunos mulatos a los Estados Unidos  específicamente a las ciudades de Charleston y Nueva Orleáns, “ciudades que estaban profundamente comprometidas con el tipo de esclavitud que, a pesar de no ser tan brutal como la de Santo Domingo, fue ciertamente inflexible (…), durante el año de 1809 el número de inmigrantes franceses hacia Nueva Orleans desde Cuba solamente pasó de 10,000 individuos, incluyendo blancos, esclavos y mulatos. En el período de un mes, en 1809, por lo menos treinta  barcos procedentes de Cuba desembarcaron 10,347 refugiados  en Nueva Orleans, incluyendo 3,428 mulatos. En Charleston., entre 1790 y 1810, el número de negros libres alcanzó más del doble (de 1,801 personas a 4,554)…”. (p. 74, en “Los mulatos en la Isla Española y los Estados Unidos, de William Javier Nelson, EME-EME, Vol. XII,  Núm. 67, jul-ago. 1983, publicaciones de la UCMM).
    
Callan Tansill señala, además, refutando algunas consideraciones, que durante el primer gobierno del Presidente Washington, “el comercio entre Haití y los Estados Unidos era considerable”.

Y agrega:

“En un informe (de Thomas Jefferson, entonces secretario de Estado, n. de j.m.j.) al Presidente Washington del 23 de diciembre de 1791 (…) estimaba que las exportaciones desde los Estados Unidos hacia las islas francesas del Caribe sumaban la cantidad de $3,284,656 (dólares) y las importaciones desde allá a $1,913,212 (dólares)”.

(3­ de 5)

Según indica Callan Tansill en su obra, el motivo esencial por el que el señor Bourne tomó por decisión marcharse a su país, fue por temor a su vida, que corría  peligro en Haití, debido a las serias confrontaciones que se venían dando entre los negros esclavos y sus amos, y que trajo consigo años después su independencia.
   
 “La vaticinada guerra civil en Haití estalló con súbita furia durante la noche del 22 de agosto de 1791, cuando los esclavizados negros comenzaron a asesinar a sus amos. Los administradores de la colonia (es decir, los franceses, n. de j.m.j.) prontamente acudieron a los Estados Unidos en busca de auxilio y enviaron representantes a Filadelfia para obtener municiones   y provisiones. El ministro de Francia en los Estados Unidos, Ferrant, se resintió  ante estas peticiones directas al gobierno norteamericano sintiendo graves temores por el creciente espíritu de independencia en Haití”.
    
Thomas Jefferson quien ocupaba el cargo de secretario de Estado del Gobierno del Presidente Washington y ante las conjeturas de monsieur Ternant, se apresuró a ordenar a su subalterno William Short, su representante en París, para que negara de forma enfática  “que el gobierno norteamericano tuviera designios sobre Haití”.
    
“Pocas semanas después, Jefferson daba garantías similares a Ternant en cuanto a la política norteamericana en el Caribe (…) La asistencia prometida por el gobierno norteamericano fue concedida a la administración colonial francesa mediante pagos sobre la deuda nacional con Francia”.
    
Los ingleses por su parte, atizaban las luchas que tenían  lugar en Haití entre los negros esclavos liderados por Toussaint Louverture, y sus amos.  Esta situación provocó una airada protesta  del ministro Jeffersson, quien el 3 de abril de 1793 le dirigió a James Mason una carta en la que, entre otras cosas, le comunicaba, que debía  informarle al gabinete británico, que el gobierno norteamericano estaba dispuesto a hacer  causa común con Francia, para que ésta mantuviera sus posesiones en el Caribe. 
    
Por su parte, los británicos, trataban de impedir a toda costa, cualquier tipo de intercambio comercial entre los franceses y los norteamericanos. Callan Tansill en su obra lo destaca así: 
    
“Con la finalidad de interrumpir todo intercambio entre los puertos norteamericanos y franceses del Caribe, el Gobierno británico entonces dictó una Ordenanza del Consejo (6 de noviembre de 1793) ordenando a los comandantes de la marina de guerra británica  detener las embarcaciones cargadas con productos de cualquier colonia perteneciente a Francia, o  trasportando provisiones u otros abastecimientos para el uso de tal colonia”.

    
Pero, aunque en otra Ordenanza de fecha 8 de enero de 1794, los británicos expresaban términos similares, y pese a que “las restricciones sobre el comercio norteamericano con las islas francesas del Caribe se vieron algo disminuidas, los peligros que aún asechaban las operaciones comerciales en dichas aguas eran tan agudas” que capitanes y oficiales norteamericanos con sus embarcaciones continuaban, aunque con ciertas precauciones, haciendo negocios con los franceses en la frontera imperial. 

(4­ de 5)

Hubo, sin embargo, con tales acciones de los norteamericanos  “efectos desastrosos”. Por lo que se vieron obligados a tomar ciertas medidas de protección y precaución. A tales fines, el gobierno del Presidente Washington, en julio  de 1796, comisionó al señor Jacob Mayer, para que fuera su cónsul en Cap Fançais. 
    
Mayer un año después, es decir, en fecha 17 de julio de 1797,  entre otras cosas, le informaba a sus superiores respecto a la precariedad en que se desenvolvía el comercio norteamericano en algunos puertos haitianos.  Se estaban produciendo, pues, secuestros ilegales por parte de corsarios franceses, por lo que el gobierno de Washington se vio precisado a tomar ciertas represalias.
    
Casi que, valiéndose de algunos términos de las leyes acordadas por su Congreso, los Estados Unidos suspendieron mientras tanto, todo tipo de intercambio comercial con Francia y sus colonias. “Los tratados con Francia fueron declarados abrogados, y se creó el Departamento de Marina”. 

LOS ÚLTIMOS DÍAS DEL PRESIDENTE WASHINGTON

Francia e Inglaterra, por su lado,  seguirían enfrascados en una guerra  que no culminaría sino hasta inicios del siglo XIX. Washington que había emitido una “Proclama de Neutralidad” en aquellos conflictos, era blanco de muchos de sus compatriotas por tal actitud. Sin embargo, el tiempo les hizo dar la razón a su gran líder y guía. 
   
 “Washington sorteó las tormentas de desaprobación popular tal como había capeado Valley Forge (…) Ansiaba la paz de Mount Vernon. Airadamente rechazó el ofrecimiento de una tercera presidencia. Nunca jamás, si estuviese en él evitarlo, se sometería a la crítica de que había sido objeto a causa de su actitud hacia Francia y sus tentativas con Inglaterra”.
    
Pero, ¿cómo dejaba el Presidente Washington a su país tras ocho años bajo su dirección? La forma más concreta y sencilla de explicarlo la encontramos en estas breves palabras: 
    
“Durante los ocho años de su presidencia una joven e inexperta nación había luchado para salir de un desierto de dudas, escepticismo y pobreza. La dejaba fuerte, unida, confiada en sí misma, y respetada en el exterior”.

    
La honestidad y el amor a su patria, eran los más preciados dones que Washington podía dejarle a sus compatriotas  como herencia. A él le sucedió en la presidencia John Adams. Sin embargo, toda la nación norteamericana y sus principales líderes deseaban el concurso de Washington, que  ya se había retirado a Mount Vernon, pese a las complejas circunstancias internacionales. El pueblo norteamericano pedía sin cesar al Presidente Adams, que George Washington estuviese al frente del ejército.
    
“Washington aceptó el nombramiento a regañadientes, con la condición de que tendría libertad para nombrar a Alexander Hamilton  y Henry Knox generales de su estado mayor. El Congreso organizó un poderoso departamento de marina, se equiparon catorce barcos de guerra, y para mediados de febrero de 1799, ya se habían producido encuentros entre naves  norteamericanas y francesas en las Indias Occidentales. Luego amainó un movimiento  de conciliación en Francia”. 

(5 de 5)

Apenas algo menos de dos años ocupó Washington este cargo. Ansiaba la vida tranquila de Mount Vernon. A inicios de diciembre de 1799, Washington recorría a lomo de caballo sus extensas plantaciones en Virginia. Sentía que ya lo había dado todo por su patria, y que sus días finales se acercaban.
    
“Agrimensor, soldado, ciudadano privado, estadista, granjero, Washington era intensamente humano (…) con defectos y virtudes, así como impenetrables estoicismos alternando con arrolladoras explosiones de pasión. Su personalidad era fuerte y simple en algunos aspectos; en otros, de una complejidad que promete eludir para siempre el análisis”.
    
Cuando Washington murió el 14 de diciembre de 1799, casi al culminar el siglo XVIII, no sólo sus compatriotas se sintieron conturbados  ante aquella pérdida irreparable.  Francia e Inglaterra que estaban en guerra hicieron un breve alto al fuego. Un gran hombre, mejor patriota, decía adiós para siempre de la vida terrenal. América perdía a uno de sus más grandes hombres; y a uno de sus más brillantes estadistas. Desde entonces:
    
“(…) George Washington ingresó en la tradición norteamericana como el patriota supremo, aquel que está por encima de los partidos, por encima de los intereses y por encima de las personalidades, granjeándose así la estima máxima de toda la nación norteamericana”
.

 El autor es miembro de la Cátedra “José Martí” en la UASD