España en el Caribe

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EL MILITAR VEGANO QUE TRAICIONÓ A DUARTE

viernes, 23 de marzo de 2012

Por Jesús Méndez Jiminián

“Mientras no se escarmiente a los traidores como se debe, los buenos y verdaderos dominicanos serán siempre victimas de sus maquinaciones” ~ Juan Pablo Duarte (1813-1876)

A mi buen amigo, vegano, y gran duartiano: César Arturo Abreu y Fernández.

El 13 de julio de 1844, Pedro Santana y Familia fue proclamado por la Junta Central Gubernativa que presidía don Tomás Bobadilla, antiguo aliado de los trinitarios, como Jefe Supremo de la República Dominicana, Agregando éste otorgamiento a otros dos: General de Brigada y Jefe de la Armada Expedicionaria de la Frontera Sur.

La República Dominicana aun vivía, pese a los éxitos, militares logrados en Azua y Santiago, en el mes de marzo de 1844, bajo las constantes incursiones de tropas haitianas en nuestro territorio. Duarte, a instancias de Mella, que había sido designado Comandante en Jefe del Cibao se encontraba recorriendo junto algunos compañeros suyos pueblos de esta zona, con la finalidad de concitar apoyo a la nueva causa de los trinitarios.

Sin embargo, el 22 de agosto de 1844, la Junta Gubernativa que ahora presidía el general Santana, en una reunión sostenida por sus miembros, que además de él, integraban Tomas Bobadilla, el general Manuel Jimenes, Félix Mercenario, Toribio Mañón, J. Tomás Medrano, T. Villanueva y Norberto Linares, acusó a Duarte, Sánchez, Mella y demás compañeros que le seguirán por el Cibao, de ser
“cómplices de sedición” bajo el alegato infeliz de “trastorno y derrocar el Gobierno Supremo establecido en virtud del Manifiesto del 16 de enero” de 1844.

Es preciso acotar aquí, que a más que de
“sedición”, esa Junta Central Gubernativa dirigida por Santana, acusaba a Duarte y sus seguidores de supuestamente incitar a los pueblos del Cibao; de querer llevar a cabo una guerra civil. El general Santana junto a los demás integrantes de la Junta, tomaron como pretexto para adelantar medidas represivas contra Duarte y sus compañeros, una carta sin fecha que había dirigido a Mella el general Francisco del Rosario Sánchez, en la que decía, entre otras cosas, que “devolvería a Santo Domingo a Duarte como Presidente de la Republica”.

Asimismo , la situación tomó otro giro cuando entre los integrantes de la Junta Central Gubernativa, Santana hizo ilusión en la referida reunión del 22 de agosto, a otra carta- respuesta de Mella que sí tenía fecha, 19 de julio de 1844, en la que se señalaba que
“los pueblos y el ejército del Norte, ansiando por su Gobierno definitivo, han proclamado Presidente de la República Dominicana al general Duarte, con la condición de que salve el país de la dominación extranjera, y que convoque la constituyente y remedie la crisis de la hacienda publica”. Ahí, precisamente encontraron los enemigos de Duarte y los trinitarios el pecado original.

Vale señalar aquí, que en la aludía reunión se utilizaron muchos pretextos más contra Duarte y sus compañeros, pero por razones de espacio no vamos a detallar aquí. Pero, sí debemos subrayar, que de todos esos pretextos resaltaremos uno que sí llegó a los oídos de Santana en aquellos días; y fue el que supuestamente Duarte y demás trinitarios que le acompañaban por el Cibao, habían seducido al Comandante de la plaza de La Vega, teniente coronel Manuel Mejía pasa que se integrara a su partido, el de los duartistas, y apoyara en consecuencia a Duarte para ocupar la Presidencia de la República.

Manuel Mejía, que
“alcanzó la jerarquía de general de brigada”, dice Rafael Chaljub Mejía en su obra “Diccionario biográfico de los restauradores de la Republica”, al parecer era un militar de “dudas y vacilaciones”. El propio general Gregorio Luperón cuando fue designado tiempo después, en plena Guerra de la Restauración (1863-1865), como Jefe de Operaciones en la línea del Este y del Sur, propuso –anota Chaljub Mejía –removerlo, puesto que de él se propagaban entre los soldados restauradores y la misma población de La Vega, ciertos rumores que apuntaban a una falta de confianza en este militar.

Don Mario Concepción, vegano, en su obra
“La Concepción de la Vega”, resume según la anotado por Rosa Duarte en sus “Apuntes”, la visita que hiciera su hermano Juan Pablo y sus compañeros a La Vega, con estas palabras: “…el 24 de junio llega (Duarte) al Cotuí donde permanece hasta el 25 que sale pasa la Vega, en donde se encuentran y es recibido por su amigo y compañero de trabajos por la Independencia el Pbro. Dr. Espinosa, acompañado del comandante del pueblo es decir, el general Manuel Mejía, n de j.m.j; y estuvo allí hasta el 27 por complacer a sus amigos y al pueblo que con tantas demostraciones de afecto lo recibió. El 29 salió para Santiago” (p.103).

El general Santana, hombre astuto, taimado, curtido en los campos de batalla y de mucha experiencia militar, observaba aquellos pasos de Duarte y los suyos con cierto recelo. Y el 28 de julio de 1844, en una proclama que lanzó sobre lo acontecido por el Cibao con la presencia de Duarte, según cita Concepción en la referida obra, señaló lo siguiente:
“El anarquista Duarte, siempre firme en su loca empresa, se hizo autorizar sin saberse cómo, por la Junta Central Gubernativa, para marchar a La Vega con el especioso pretexto de restablecer la armonía entre el Sr. Cura y las autoridades locales”, (p.104).

Lo último apuntado por Santana, conlleva a pensar que posiblemente había cierto celo entre el padre Espinosa y el general Mejía, específicamente, con la visita de Duarte y los trinitarios a La Vega.

Lo cierto es, que bajo tales supuestos, o reales argumentos de Manuel Mejía filtrados a Santana sobre los pasos de Duarte por el Cibao, la Junta que él encabezaba y sus demás integrantes tomaron como buena y válida la denuncia en cuestión, es decir, que Duarte, Sánchez, Mella, Pedro A. Piña, Juan Isidro Pérez, Gregorio del Valle, Juan Jiménez y el capitán Juan José Illas , tenían “
un plan formado para destruir al gobierno”, y proclamar al Padre-fundador de la República a la Presidencia. Pero, es de aclarar aquí, que Duarte no fue proclamado como tal en La Vega, sino en Santiago de los Caballeros días después.

Así, que Santana y demás integrantes de la Junta, en la citada reunión del 22 de agosto, declararon
“traidores e infieles a la patria” a Duarte y los suyos, y como tal los destituyeron de los cargos que ocupaban; y además, los sentenciaron al destierro a perpetuidad “sin que puedan volver a poner pie en él”.

Duarte fue hecho preso en Puerta Plata y luego trasladado a la Capital
“para de allí igual que lo han sido ya que sus compañeros de infortunio, ser embarcado(s) al extranjero en cumplimiento de la sentencia condenatoria”.No sin antes saberse que iban a ser fusilados.

Se dice, que ante el rumor de fusilamiento de Duarte y sus fieles seguidores, el rico comerciante hebreo en la Capital, Abraham Coen, se acercó al general Santana, y le dijo:
“Fusilar a esos hombres? Está usted loco? No señor, de ningún modo; expúlselos usted si cree que le hacen daño”. Se convierten así Duarte y sus compañeros, dice Emilio Rodríguez Demorizi en su obra “El General Pedro Santana”, en “los primeros dominicanos proscriptos”.

"Y mientras la nave en que Duarte es embarcado se aleja…de Santo Domingo, los mismos pueblos del Cibao que meses atrás habían ofrecido a éste su apoyo se pronuncian ahora unánimemente a favor de Santana". ¿Cosas veredes Sancho?

Santiago de los Caballeros, R.D.
15 de marzo de 2012.

El autor es ingeniero, escritor, miembro de la Academia Dominicana de la Historia y de la “Cátedra José Martí” en la UASD.-

ALGUNAS NOTAS ACERCA DEL HIMNO NACIONAL DOMINICANO

domingo, 18 de marzo de 2012



Por Jesús Méndez Jiminián


“Mientras el pueblo dominicano sepa estremecerse de emoción al escuchar el himno de José Reyes, podrá afirmarse que en él palpita el sentimiento de la nacionalidad el honor”. ~ Max Henríquez Ureña.


A la actriz y comediante dominicana, residente en el Alto Manhattan, Amalia Tavárez.


Algunos autores dominicanos han reseñado, que “La palabra himno originalmente designaba al canto interpretado en honor de los dioses”. O también, a una “composición poética de tono solemne en alabanza de algo, por ejemplo: Himno a Dios, a la Virgen, a la patria.”

El concepto de himno nacional como tal viene, en consecuencia, a ser el “símbolo oficial de la patria, utilizando por lo general en las ocasiones ceremoniales de la nación y para la representación de ésta en los eventos internacionales (```). Está destinado a ser cantando masivamente, al unísono, para unificar en el mismo propósito y entusiasmo a los que lo cantan. Expresa el fervor patriótico, y en la forma y las imágenes utilizadas en su texto se pone de manifiesto el carácter nacional de la época en que ha sido escrito”.

Así, nuestro himno nacional fue escrito con posterioridad a algunos sucesos históricos de singular relevancia para el pueblo dominicano: las luchas heroicas de muchos soldados contra el invasor haitiano en las campañas de 1844,1855 y 1856; la Anexión a España proclamada por el general Santana el 18 de marzo de 1861; el fatídico gobierno de los Seis Años de Buenaventura Báez, quien durante este periodo (1872-1878) puso a la disposición de los Estados Unidos de América, la bahía de Samaná; y finalmente, en medio de la dictadura de Ulises Heureaux, Lilís, que se prolongaría hasta 1899 con su ajusticiamiento.

Es necesario recordar, que nuestro Canto a la Patria es obra del músico capitaleño José Reyes (1835-1905) y del poeta puertoplateño Emilio Prud’ homme (1856-1932); este ultimo, adversario político del régimen de su compueblano Lilís.

La primera vez que fue cantando nuestro
himno nacional ocurrió el 17 de agosto del 1883, es decir, al día siguiente de Prud` homme haber publicado la primera versión de sus versos, en el seminario capitaleño El Eco de la Opinión. Esto tuvo lugar en medio de una celebración en la sociedad cultural La Esperanza, en Santo Domingo, en el vigésimo aniversario del inicio de la Guerra Restauradora.


“Acerca de su origen, José Reyes declaró en una ocasión que habiendo llegado a sus manos el Himno Nacional argentino, publicado en el periódico parisino El Americano, sintió el deseo de hacer una comprensión análoga para su país y con tal motivo, en 1883, invitó a su amigo Emilio Prud` homme a que escribiera un himno a la patria, para él ponerle la música. Poco tiempo después, el poeta Prud`homme escribió las estrofas y el músico compuso su himno”

José Reyes fue soldado del ejército dominicano “para la tercera campaña de la Independencia, en 1855”, y precisamente había estudiado música bajo las sabias instrucciones del maestro Juan Bautista Alfonseca, a la sazón director de la banda militar de la época.


“Seis meses después- de aquel 17 de agosto de 1883, n.de j.m.j-, en una convención de prensa presidida por el director de “El Mensajero” en el teatro “La Republica” como un homenaje a Duarte se tocó nuevamente el himno de Reyes. La banda militar del maestro Betances… lo interpretó por tercera vez en 1885 y fue muy ovacionado”.

Se dice, que en ocasión de celebrarse una de nuestras fiestas patrias el himno de José Reyes iba a ser tocado, pero Lilís ordenó que se tocara la Marsellesa. Sin embargo, pese a todo, en 1896, se solicitó fuera consagrado como “Himno Oficial Dominicano” las letras compuestas por Prud`homme con música de José Reyes. Pasarían muchos años más, para tan trascendental y oportuna decisión, aunque este himno seguía ganando adeptos, a tal punto, que en 1897 fue entonado para la inauguración del ferrocarril Puerto Plata – Santiago.

“Aunque el presidente Ulises Heureaux no convirtió en ley esa resolución del Congreso (la presentada el 30 de abril de 1897 por el diputado Rafael García Martínez n.de j.m.j)- probablemente motivado por su disgusto con la vertical actitud de Emilio Prud`homme frente a su gobierno dictatorial- ello no impidió que el pueblo dominicano mantuviera su preferencia por este himno, que se siguió interpretando en los actos oficiales”.

Hay quienes acertadamente han interpretado,que en una de las estrofas del himno nacional, el poeta Prud`homme “…llama a Pedro Santana (aunque sin mencionarlo, n। de j.m.j.) inconsulto caudillo, porque al anexar el país a España, el aguerrido general ignoró a los mejores dominicanos que le aconsejaban convocar un plebiscito que sancionara esa trascendental decisión A este hecho bochornoso que empañó el brillo de las gloriosas jornadas independentistas (…) contrapone el grito de Capotillo, el 16 de agosto de 1863, cuando un grupo de dominicanos enarboló en el Capotillo español la bandera nacional y llamó al pueblo dominicano a las armas, dando inicio así a la Guerra de Restauración”

La estrofa en alusión es la siguiente:


“Y si pudo inconsulto caudillo
De esas glorias el brillo empañar,
De la guerra se vio en Capotillo
La bandera de fuego ondear”.

En la estrofa siguiente dice nuestro himno:


“…el incendio que atónito deja
De castilla al soberbio león”.

Hace referencia a los valientes dominicanos, que utilizaron en la Guerra de la Restauración la estrategia de Mella, de incendiar los campos “que iban dejando atrás y no podían defender” los soldados restauradores. Era la campaña de “tierra arrasada”, que luego exitosamente puso en marcha, en Cuba, el Generalísimo Máximo Gómez.

“Los españoles, simbolizados en estos versos por el soberbio león de Castilla, en 1865 se vieron forzados a abandonar el territorio dominicano”, volviendo a ondear nuevamente nuestro pabellón tricolor.

Seria, finalmente el 30 de mayo de 1934 cuando Trujillo ejerciendo la presidente de la Republica, mediante la Ley No. 700, declararía como himno oficial de los dominicanos el compuesto por el maestro José Reyes con letras del educador y poeta Emilio Prud’ homme. De esta obra, el propio Prud’ homme llegó en una ocasión a decir, que era “una acción de gracias” con la que se obliga “el patrio amor bizarro a prestar la potencia de sus brazos y a ofrendar hasta la última gota de su sangre para nunca perder la patria”.
El gran intelectual dominicano Don Américo Lugo, en cierta ocasión, refiriéndose al poeta Prud’ homme dijo de él lo que copiamos:
“…era además de poeta un patriota y pudo captar del pueblo el sentimiento de lo heroico (…). Su obra más notable es la enseñanza; pero el himno es la más querida…”.

Refiriéndose al maestro José Reyes, por otro lado, don Max Henríquez Ureña expresó estas conmovedoras palabras:

“Mientras el pueblo dominicano sepa estremecerse de emoción al escuchar el Himno de José Reyes, podrá afirmarse que en el palpita el sentimiento de la nacionalidad y del honor”.

Nuestro himno, como acertadamente señalara el profesor José Medina:

“…es una poesía que exalta la libertad; es un canto en el que ensalzan las glorias de la patria, y se hace promesa de defender su integridad y ofrendar la ultima gota de sangre para mantener su dignidad”.


Santiago de los Caballeros, R.D.
8 de marzo del 2012.

El autor es ingeniero, escritor, miembro de la Academia Dominicana de la Historia y de la “Cátedra José Martí”, en la UASD.

EL ESCUDO DOMINICANO

jueves, 8 de marzo de 2012

Por Jesús Méndez Jiminián

“El amor de la patria nos hizo contraer compromisos sagrados con la generación venidera; necesario es cumplirlos, o renunciar a la idea de aparecer ante el tribunal de la Historia con el honor de hombres libres, fieles y perseverantes”.~ Juan Pablo Duarte (1813-1876)

A la memoria del patricio Francisco del Rosario Sánchez.

En la edad media, por ejemplo, la fuerza representativa de familias, ciudades o de armas reales, en las monarquías, se distinguían por medio de un escudo, que venia a ser el símbolo que representaba sus intereses, o las grandes luchas libradas en los campos de batalla.

Así, el escudo de un Estado que es el caso que nos ocupa, “encarna un símbolo patrio” como bien lo define el militar e historiador Ramiro Matos González. A este símbolo-acota-se le “agregan frases honorificas, históricas o legendarias”. Tal es el caso de nuestro escudo nacional.

“Los colores heráldicos universales son cinco: azul, negro, rojo, verde y violado (o porpura, n. de j.m.j.)”. Nuestro escudo tiene cuatro de estos colores.

Desde la creación del escudo dominicano, en 1844, hasta el año 1983, éste ha experimentado modificaciones en su diseño.

En su ilustradísima obra “Banderas y Escudos Dominicanos”, Matos González señala, que “el primer escudo de armas de que tenemos conocimiento, tiene dos ramas de laurel que ascienden con forma de arco hasta casi tocarse en la parte más elevada; debajo de estas, formando un arco aparece una serpiente mordiendo y tragando su cola, (como símbolo de sabia continuidad); en tercer plano, abierto y en el centro, el libro de los Evangelios; detrás de éste, una bandera dominicana cuadrada dividida en cuatro cuarteles por una cruz blanca, los colores de estos están colocados de dos en dos, es decir, dos azules superior y dos rojos inferior, (Primera bandera dominicana): detrás del libro hay colocado un trofeo de armas: una lanza y un fusil con bayoneta calada a la derecha, y a la izquierda un sable y una corneta. En segundo plano, dos banderas desplegadas; de las astas de las banderas se ve un gono frigio; más al frente de las banderas en primer plano y debajo una cinta ancha donde se lee el nombre de nuestra nación ”REPUBLICA DOMINICANA” y a ambos lados, en la parte inferior de ésta, dos cañones con sus respectivas balas esféricas en forma piramidal”.

Pero, el escudo que aparece descrito en la Constitución dominicana,
aprobada el 6 de noviembre de 1844, en San Cristóbal, en su articulo 195 dice así: “Las armas de la Republica Dominicana son; una cruz a cuyo pie está abierto el libro de los Evangelios, y ambas sobresalen de entre un trofeo de armas, en que se ve el símbolo de la libertad”. Todo esto, indica Matos González en su citada obra, es “enlazado con una cinta en que va la siguiente divisa: DIOS, PATRIA Y LIBERTAD, REPUBLICA DOMINICANA”. Los cañones que anteriormente mencionamos, desaparecen, lo mismo que las balas esférica.

El escudo nacional fue modificado en fecha 15 de junio de 1848, cuando en el Congreso Nacional “se dictó una ley que establecía una moneda nacional (…) monedas de oro de diez y cinco pesos fuertes”. Asimismo, cuando fue derrocado el general Manuel Jimenes y se encargó del Ejecutivo de manera provisional, en 1849, al general Pedro Santana, también se modificó nuestro escudo, lo mismo que el 19 de mayo de 1853 y el 20 de abril de 1857, fecha en esta ultima en que el Senador Consultor emitió un Decreto que presentó otra variante para la emisión de billetes. Esta modificación de 1857 tiene mucha similitud con el escudo actual.

Ya en 1866, se oficializa un nuevo escudo nacional de acuerdo al Decreto expedido en fecha 29 de julio de ese año; y al siguiente año, 1867, en el mes de mayo se aprueba otra modificación. Algo similar sucedió en los años 1870, 1874 y 1875.

El 26 de julio de 1889 durante uno de los gobiernos de Ulises Heureaux (Lilís), con la creación del Banco Nacional de Santo Domingo, el Congreso Nacional ratifica una modificación propuesta por el Ejecutivo, y la convierte en Decreto en fecha 14 de agosto de ese año.

“Solo a partir del año 1913 - dice Matos González- se oficializó una uniformidad heráldica, mediante decreto expedido por el gobierno de Monseñor Nouel, que establecía la forma actual. El escudo establecido en este decreto fue dibujado por Casimiro de Moya”. En la Gaceta Oficial No. 2376 del 22 de febrero del 1913 quedó tal modificación, indicándose en ella, que sus colores “así como los de la bandera nacional, será azul ultramar y rojo bermellón más el blanco de la cruz”.

En la “Evolución del escudo dominicano a través de los años”, el historiador Juan Daniel Balcácer en “Símbolo Patrios”, ha señalado que a partir de 1913 nuestro escudo fue modificado en 1916, año este en que se produce la intervención militar norteamericana, y en 1982 y 1983 cuando el doctor Salvador Jorge Blanco ocupaba la presidencia de la República. Durante la llamada Era de Trujillo y, en los últimos casi 30 años de vida democrática no se han hecho modificaciones a nuestro escudo. ¿Se debería dictar una ley que prohíba ya semejante hecho?, pese a que la Constitución Dominicana actual, proclamada el 26 de enero del 2010 define sus característica en su capítulo VII, Artículo 32.

El autor es escritor, ingeniero, miembro de la Academia Dominicana de la Historia y de la “Cátedra José Martí” en la UASD.