España en el Caribe

España en el Caribe
27 de febrero de 1844

Historia de Puerto Rico

Historia de Puerto Rico
Guerra Hispanoamericana en Puerto Rico del 1898

Historia Dominicana

Historia Dominicana
16 de agosto de 1930 - 30 de mayo de 1961

Historia de Cuba

Historia de Cuba
1º de enero de 1959

HISTORIADOR DICE DUARTE ES EL UNICO PADRE DE LA PATRIA

miércoles, 16 de octubre de 2013

La Vega.- El ingeniero e investigador de temas históricos, Jesús Méndez Jiminián, proclamó que por sus ideas liberales y revolucionarias, espíritu de sacrificio y de fe en la nación dominicana, Juan Pablo Duarte es el único Padre de la Patria.

 Señaló, que la idea de fundar la nación dominicana, crear su bandera, su escudo, su carta Constitutiva, entregar todos sus bienes y su propia vida por la Patria lo hacen merecedor de tal reconocimiento, incluso por aquellos que le adversaron.

El ingeniero Jesús Méndez Jiminián, conferencista
 Sin quitar méritos ni valor a Matías Ramón Mella, a Francisco del Rosario Sánchez, y otros, Méndez Jiminián, dijo que Duarte fue puro como revolucionario, honesto y radical con los principios que dieron origen a nuestra Patria.


 “No transigió ni un ápice con las ideas y valores, principios que enarboló siempre y murió, tras el ultraje y la villanía que contra él cometieron sus enemigos, incluso algunos que en principio le siguieron”. Murió en la miseria después de darlo todo por la Patria.

 Argumentó, que los jóvenes de las presentes y futuras generaciones deben ver siempre en la figura de Juan Pablo Duarte el verdadero Padre de la dominicanidad; y que su desprendimiento y decoro son ilimitados. “Él deber ser nuestro mayor paradigma, ya que hoy los anti valores han arropado nuestra sociedad”, dijo. 

El ingeniero Méndez Jiminián hizo tales planteamientos al dictar una conferencia, este jueves 10 de octubre, ante decenas de estudiantes y profesores del Colegio Agustiniano de La Vega, que se encuentran celebrando su Feria del Libro, y los 50 años de su fundación; lo que hacen a esta prestigiosa institución un verdadero símbolo de la educación y la cultura vegana, y del país.

MARTÍ EN EL SANTO CERRO DE LA VEGA

martes, 8 de octubre de 2013


Por Jesús Méndez Jiminián

“Hace lustros que voy sobre la ruta sagrada de tu vida. Ya siempre la he seguido; y, en las horas de martirio, mis labios han ungido la esponja de vinagre y el cáliz de cicuta”. ~ 
FEDERICO HENRÍQUEZ Y CARVAJAL EN “A DUARTE Y A MARTÍ”.  (Enero 26, 1928)


José Martí
Nadie más grande y más universal que José Martí (1853-1895), hasta hoy, ha visitado La Vega. El Héroe Nacional de Cuba lo hizo en dos memorables ocasiones (1892 y 1895), en sus tres visitas a la República Dominicana. Y en una de ellas, en la primera visita, la tarde del 15 de septiembre de 1892 estuvo en el Santo Cerro.

Muchas son las historias que se han tejido a lo largo de los años, de aquel maravilloso lugar enclavado en las alturas, en el Cibao, y en La Vega en particular. Por ejemplo, cuenta Fray Roque Cocchía, Delegado Apostólico de Santo Domingo, quien fuera encargado del Santuario del Santo Cerro en las últimas décadas del siglo XIX, que el Almirante Cristóbal Colón antes de realizar su primer viaje por el Cibao, en marzo de 1445, fue informado por Alonso de Ojeda de sus “riquezas y lozanía”. Y también, de la presencia de “un inmenso ejército de indios aglomerados en La Vega Real, para destruir las fortalezas y atacar la Isabela”, lugar donde se encontraba el Almirante genovés. La rebelión de los caciques era capitaneada por Manicaotex, hermano de Caonabo, que había sido hecho preso por Ojeda.

Imagen actual de la Virgen de las Mercedes.
La historia cuenta, además, que Cristóbal Colón con 200 hombres armados, el 24 de marzo de 1495 desde La Isabela se dirigió hasta el corazón del Cibao, y al llegar a donde hoy está el Santo Cerro, asombrado de tanta belleza alabó a Dios y dio por nombre Vega Real. Una vez llegado a aquel mágico sitio, según la costumbre, “hizo colocar una cruz”. Y, “poco tiempo había transcurrido, cuando el almirante se vio acometido por miles de indios, que con un furor selvático, cayeron sobre los escasos españoles, que solo por obra del milagro podrían salvar. Después de luchar heroicamente se vieron obligados los españoles a retirarse al cerro inmediato, mientras contemplaban al claror del incendio, la escena tumultuosa e irreverente de los indios con la Santa Cruz (…). Ante la consternación del Almirante y la indignación de los bravos españoles, se dejó oír la voz de Fray Juan Infante, religioso de la Orden de la Merced y confesor de Colón, que en arenga santa” dijo unas cuantas palabras. Historiadores y hombres de fe han apuntado sin reparo alguno y de manera poco creíble, que luego “apareció” milagrosamente la imagen de la Virgen Nuestra Señora de las Mercedes; suceso que falsamente argumentan también, ocurrió por segunda ocasión, tras las invasiones haitianas comandadas por Toussaint Louverture a nuestras tierras.  

La gran cruz tal como aparece actualmente.
Precisamente, el Padre Las Casas, dijo Martí, que “escribía como hablaba, con la letra fuerte y desigual, llena de chispazos de tinta, como caballo que lleva de jinete a quien quiere llegar pronto, y va levantando el polvo y sacando luces de piedra”.
Posteriormente a estos sucesos, el Padre Las Casas que “está vivo todavía porque fue bueno” y que vivió largos años en La Vega, la describiría  como “grande y bienaventurada”. Y agregaría, que era toda esta zona “Centro y parte más rica del cacicazgo de Maguá, que en el lenguaje de los indios significaba como ‘por excelencia reino de la Vega’…”.

De La Vega dice García Godoy: “Su origen histórico tiene íntima conexión con el gran Almirante. Como un nuevo temible jalón puesto en su marcha conquistadora, fundó Colón en dominios del Cacique Guarionex el fuerte de la Concepción, y alrededor de este como buscando su égida protectora, fueronse agrupando las viviendas hasta construir la renombrada ciudad que poco después destruyó de cuajo violenta convulsión seísmica”. (En “La Vega – La Vega de entonces”, en Rufinito).

 Santo Cerro de la Concepción de La Vega.
Han habido muchas historias también respecto al destino final de aquella gran cruz que han argumentado erróneamente que era de níspero, que en el centro del Cerro por órdenes del Almirante plantara su hermano Don Bartolomé. Por ejemplo, una de ellas apunta que “Fray Agustín Hernández, último comendador del Santo Zerro (sic) entonces, Cura interino de esta Parroquia se la llevó a la capital de Santo Domingo en el año 1805, en que se evacuó el pueblo temiendo el tránsito del exercito (sic) de Dessalines hacia la capital. Allí se puso en el depósito general de las alhajas – dice Cocchía – al mayordomo de la iglesia, que fue a Sto. Dgo. personalmente a recibirlas. El cura la colocó otra vez en su iglesia del Santo Zerro (sic), y allí subsiste. Más yo – agrega Cocchía – después que fue encargado de este Santuario por el Sr. Arzobispo dudé con fundamento de la identidad de la madera”. (p. 327, en “El Santo Cerro y la Cruz de La Vega”).  Respecto a la historia de esta Cruz han escrito también: Las Casas, Antonio Sánchez Valverde, Charlevoix, Antonio Del Monte y Tejada, José Gabriel García y otros.  

De seguro que, todas estas historias Martí las conocía muy bien antes de visitar el Santo Cerro.“Nadie – dice E. Rodríguez Demorizi –, posiblemente ningún dominicano, conoció con igual extensión y plenitud, como José Martí la magistral leyenda quisqueyana: conoció al autor (de Enriquillo, es decir, a Galván, n. de j.m.j.) y habló con él del libro; y conoció el vasto escenario de la acción de Enriquillo y de Las Casas: La Vega Real, Santo Domingo, Barahona, el Bahoruco”. (p. 33, en “Martí en Santo Domingo”).   

 Martí salió de Nueva York el jueves 31 de agosto de 1892 con destino a la República Dominicana, para visitar en Monte Cristi al general Máximo Gómez, donde llegó el 9 de septiembre de ese año, a caballo, procedente de Cabo Haitiano.

Después de varios días, procedente de Monte Cristi, Martí se dirige con Gómez a Santiago de los Caballeros a la que llamó la “ciudad vieja de 1507”. En Santiago, Martí se acerca a la sociedad de entonces de la que dijo es “sociedad de jóvenes”, y visita a algunos cubanos que allí residían. En el histórico club “Centro de Recreo”, Martí habló a los presentes “de los libros nuevos del país; del cuarto libre de leer (…); de los maestros ambulantes, de la belleza y fuerza de las obras locales; del libro en que se pudiera pintar las costumbres y juntar las leyendas de Santiago… y escuchó en el lugar este cantar:

El soldado que no bebe
Y no sabe enamorar
Qué se puede esperar de él
Si lo mandan avanzar”.

  Además de su amigo de infancia, Nicolás Ramírez, Martí visita en la Otra Banda de Santiago a Manuel Boitel, carpintero cubano y de mucha confianza suya, que intervino en la construcción de la Catedral de Santiago, y con su familia residía en aquel lugar. De Boitel, su familia y su hogar, en su Diario, anota Martí estas palabras: “En la casita enseña toda la mano laboriosa (…). En la mesa de la sala, entre los libros viejos, hay una biblia protestante, y un tratado de Apicultura (…). La madre nos trae merengue criollo. El padre está en el aserradero. El hijo mayor pasa, arreando el buey, que hala de las vigas. El jardín es de albahaca y guacamaya, y de algodón y varita de San José”.

Martí, en Santiago, habló de Onofre de Lora, a quien de seguro conoció, y que trabajaba en la construcción de la Catedral de Santiago, y que construyó también el Santuario del Santo Cerro o a la Virgen de las Mercedes (1880), y el puente de Nibaje (1882).

En Santiago de los Caballeros, además, en la “casa pompeyana” de Nicolás Ramírez y Pelaéz, boticario, redacta Martí en fecha 13 de septiembre de 1892, la famosa “Carta de Santiago”, “convenio de honor” entre él y Gómez, en la que le expresa al general, entre otras cosas: “Yo ofrezco a usted, sin temor de negativa, este nuevo trabajo, hoy que no tengo más remuneración que brindarle que el placer de su sacrificio y la ingratitud probable de los hombres”. 

Trabajos de remodelación de la iglesia del Santo Cerro, julio de 2013. Foto del autor.

La mañana del 15 de septiembre de 1892 se dirige Martí desde Santiago hacia La Vega, acompañado por un guía experto, amigo de Boitel, de apellido Ortiz. Martí, antes de llegar a La Vega donde visitó a don Federico García Godoy, sugiere ir al “místico Santuario” del Santo Cerro. Ortiz lleva el “escaso equipaje” de Martí que va con su sombrero de yarey que le obsequiara un amigo cubano de la Línea.

En la travesía por los polvorientos caminos del Cibao, desde su caballo, contempla Martí sus valles y colinas deslumbrantes, su gente… que con fulgurantes y hermosos detalles plasma en su Diario. Martí, por ejemplo, logra, al parecer, conocer a un tal Jacinto, del que anota que “Fue prohombre y general de fuego”, por lo que deducimos que peleó en algunas guerras patrias.

De este Jacinto que aparece en “Martí en el Cibao”, páginas de póstuma publicación, y que a sugerencia de Manuel Sanguilly Aristy, fueron publicadas después en el desaparecido periódico dominicano “Analectas”, cuyo editor era el destacado intelectual Enrique Apolinar Henríquez, en 1933, apunta jocosamente Martí: “dejó en una huida confiada a un compadre la mujer, y la mujer se dio al compadre: volvió él (es decir, Jacinto, n. de j.m.j.), y de un tiro de carabina, a la puerta de su propia casa, le cerró los ojos al amigo infiel”, o sea, a su compadre; y finalmente le dijo a “su mujer”: “Y a ti, adiós, no te mato porque eres mujer”, ¡se comprende claramente lo que ocurrió entre los compadres!

Desde el Santo Cerro, ya en el Santuario, Martí “pudo observar la portentosa belleza del panorama, así como meditar profundamente, ‘porque… es sitio de meditaciones y recogimiento’”, dice Rodríguez Demorizi. De seguro que en este lugar recordó Martí también al Almirante y sus soldados, a los aborígenes y al Padre Las Casas de quien también escribiría; “creía que él era culpable de toda la crueldad (de los españoles contra los indios, n. de j.m.j.), porque no la remediaba; sintió como que se iluminaba  y crecía, y como que eran sus hijos todos los indios americanos”.   

De los soldados españoles, verdugos de los indígenas, dijo Martí estas palabras: “Eran aquellos conquistadores soldados bárbaros, que no sabían los mandamientos de la ley, ¡y tomaban a los indios de esclavos, para enseñarles la doctrina cristiana, a latigazos y a mordidas!”.

Y agregó el Apóstol cubano:

“Colón fue el primero que mandó a España a los indios en esclavitud, para pagar con ellos las ropas y comidas que traían a América los barcos españoles. Y en América había habido repartimiento de indios, y cada cual de los que vino de conquista, tomó en servidumbre su parte de la indiada, y la puso a trabajar para él, a sacar el oro de que estaban llenas los montes y los ríos”.


Martí, recordaría en sus páginas esta memorable visita al Santo Cerro y a La Vega de la manera siguiente: “Con marcada predilección visité las regiones de La Vega Real donde dominó el infortunado Guarionex”. Abarcó el bardo cubano “con los maravillados ojos y con los claros ojos del espíritu el valle inmenso, encontraría en él un símbolo de la obra titánica que estaba acometiendo. Y toda ella le cabía, como un amor de mujer, en el corazón”, dice Rodríguez Demorizi.

De aquella histórica visita de Martí al Santo Cerro y a su santuario, hoy día completamente remozado, el 15 de septiembre de 1892, han transcurrido ya 121 años. De la época sólo quedan una, o quizás dos viviendas que fueron testigo mudo de la presencia de aquel gigante antillano en estas tierras. Hoy, pese a la hermosura de su arquitectura, estas viviendas lucen abandonadas, y al parecer las autoridades locales La Vega desconocen su importancia; y ni siquiera en aquel lugar hay nada que indique, o haga referencia a la visita de José Martí, por lo que proponemos se coloque al menos una placa o tarja que haga alusión a ello.  

Parte frontal de la iglesia ya remodelada. Foto del autor.


Por aquellos días en que Martí visitó el Santo Cerro, las autoridades españolas en nuestro país seguían muy de cerca sus pasos; sabían de su titánica labor revolucionaria. Con mucha razón escribió poco tiempo después don Federico García Godoy (1857-1924), tras su encuentro con él, el que a Martí, “Por sus ideas atrevidas y fustigadoras se le persigue y aprisiona en el alma misma de su juventud, prematuramente en recia lucha contra las instituciones coloniales”.

El pueblo noble de La Vega habrá de manifestar siempre respeto y admiración hacia la excelsa figura de José Martí y su heroica Patria. ¡Es hora ya de volver a encontrarnos con él y venerar su memoria para que las presentes y futuras generaciones de veganos y veganas no olviden jamás su grata presencia por estas tierras antillanas, en sus afanosas tareas por hacer libre su pueblo del yugo español!
¡Loor eterno a José Martí!
La Vega, Rep. Dom.
15 de septiembre de 2013.

EN EL TEATRO FORD, DONDE ASESINARON A LINCOLN

lunes, 7 de octubre de 2013

                                            Por Jesús Méndez Jiminián

“No te preguntes qué puede hacer tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por tu país”. ~ John F. Kennedy en su discurso inaugural como Presidente de E.U., 21 de enero 1961.


A Juan Emilio Bosch Gaviño

El Teatro Ford en Washington, D.C., fue el escenario del asesinato del Presidente Abraham Lincoln la noche del viernes santo, 14 de abril de 1865. “Cinco días después de concluir la Guerra Civil de los Estados Unidos, el Presidente Lincoln asistió con su esposa y una pareja de amigos a una presentación de una comedia…” titulada “Our American Cousin”, o sea, “Nuestro Señor Primo de los Estados Unidos” de Tom Taylor.

El edificio donde se encuentra el Teatro Ford fue, en principio, propiedad de John Ford, y abrió sus puertas como tal en 1863, con unos 2,500 asientos para los espectadores. “Después del asesinato de Lincoln, fue cerrado por el Gobierno Federal. El Departamento de Guerra le alquiló a Ford el edificio un año más tarde. En 1932, se abrió como Museo Lincoln y, a mediados de la década de 1960, empezaron los trabajos de restauración. El Teatro Ford volvió a abrirse como monumento y escenario en 1968. La Casa Petersen, donde Lincoln murió, está al otro lado de la calle; sus tres pisos están abiertos al público”. 


El autor en el Teatro Ford. Washington, D.C.
En el año 2009, el edificio del Teatro Ford fue restaurado completamente por el Gobierno Federal, con una inversión de unos 25 millones de dólares. Después de un proceso de restauración de 18 meses abrió de nuevo sus puertas para celebrar, el 11 de febrero de 2009, el Bicentenario del Natalicio de Lincoln. “(…) El Presidente estadounidense, Barack Obama, asistió al estreno y retomó uno de sus credos de campaña, declarando: ‘pese a todo lo que nos divide, el Norte, el Sur, los blancos, los negros, Lincoln tenía la convicción inquebrantable de que nosotros somos, en nuestros corazones, un país y un pueblo’”. 

En el Teatro Ford hoy día
En la estatua de bronce de Lincoln y su caballo. 
se exhibe el abrigo que llevaba Lincoln el día de su asesinato, aquel fatídico 14 de abril de 1865. Desde que fue elegido Presidente número 16 de los Estados Unidos, hasta el día de hoy, sobre la figura de Abraham Lincoln, se han escritos más de 10 mil libros. Vale decir, ¡un libro por semana! Lincoln ha sido evocado más que todos los presidentes de los Estados Unidos juntos. ¡Sólo la figura de Jesús de Nazareth lo supera! Eso pude verlo al frente del Teatro Ford, donde se venden objetos y souveniles de Lincoln. ¡Aquella gigantesca montaña de libros luce imponente!

Hoy día, “De todos los presidentes en la historia de los Estados Unidos, Abraham Lincoln es probablemente a quien los estadounidenses recuerden mejor y con más profundo afecto (…) aportó una honestidad e integridad nueva a la Casa Blanca. Siempre será recordado como “el honesto Abe”. Sobre todo, se le asocia con la abolición final de la esclavitud. Lincoln llegó a ser el símbolo virtual del sueño americano en el que una persona ordinaria, de origen humilde, puede alcanzar la cúspide de la sociedad al convertirse en Presidente del país”.

El pasado 22 de agosto asistí al Teatro Ford, para una vez más testimoniar mi admiración y respeto al Presidente Abraham Lincoln.  

Abraham Lincoln. 1809-1809.
En toda su vida, Abraham Lincoln sólo pudo asistir “por un total de un año” a la escuela. Eso nos dijo ante el asombro de todos, uno de los guías que durante su intervención con un grupo de visitantes, nos daba a conocer los distintos rincones de la Casa de campo de Lincoln, en Washington, D.C., y nos hablaba de su colosal figura. La madre de Lincoln, Nancy Hancks Lincoln, se ha sabido, influyó mucho en él en su búsqueda de conocimientos, pese a que ella no sabía leer ni escribir.   

Nancy, la madre, murió cuando Lincoln tenía tan sólo nueve años. Siendo adolescente, Lincoln trabajó como dependiente en un almacén, y allí notó que a la gente le gustaba escuchar las historias que él contaba. Incluso, se dice, que muchos clientes acudían a comprar productos al almacén cuando sabían que Lincoln estaba ahí.

Lincoln hizo grandes esfuerzos por adquirir conocimientos a través de la lectura. Era un lector apasionado y voraz. Su padre  se casó nuevamente y, después de la familia haber vivido un tiempo en Kentucky, finalmente se mudaron y se establecieron en Springfield, Illinois, donde Lincoln dio muestras de facilidad para la oratoria, logrando más tarde entrar en el campo de la política y el derecho. “En 1834 fue electo para la Casa de Representantes y empezó a estudiar para convertirse en abogado”

Pocos años después, en 1839, Lincoln conoció a su futura esposa Mary Todd. “Como coincidencia, ella había nacido también en Kentucky y su familia se acababa de mudar  a Illinois. Tuvieron un largo e irregular cortejo… Finalmente se casaron en la casa de Mary en noviembre de 1842. Abraham Lincoln inició lo que sería un largo camino para convertirse en el Presidente número 16 de los Estados Unidos”.

Lincoln fue reelecto para un segundo periodo en noviembre de 1864. Inició este mandato presidencial en momentos muy difíciles para los Estados Unidos; la Guerra de Secesión entraba en su etapa más crucial. A inicios de 1865 se produjo la rendición del valeroso militar sureño, que comandaba las tropas confederadas, General Robert E. Lee. Y poco después Grant entraba victorioso a Washington.

Como señalamos anteriormente, cuando se produjo el asesinato de Lincoln la guerra norteamericana tenía apenas unos cinco días que había terminado, y muchas heridas quedaban entre los bandos que en ella participaron. Horas antes de su muerte, “Lincoln había dado un largo paseo en coche en la tarde con su esposa. Ésta observó…, que su marido se había mostrado muy alegre, con una alegría que le faltaba desde hacía años (…). Había paz. Victoria. Unión. Libertad. Esa tarde Lincoln conversó con Mary de lo que harían cuando abandonaran la Casa Blanca, al terminar su segundo periodo (…), se tomaría un largo descanso en Europa o en California; luego volverían, él instalaría quizás un estudio en Chicago o regresaría a Springfield y se pasaría el resto de sus días paseándose a caballo por aquel circuito de la pradera… Algunos de sus viejos amigos de Illinois habían visitado esa misma tarde la Casa Blanca y, dada la alegre exaltación de Lincoln al contar anécdotas, a su mujer le costó mucho trabajo llevárselo a cenar”.

A lo que anteriormente anotamos, hay que agregar, que la noche anterior, es decir, el 13 de abril de 1865, Lincoln había tenido un sueño extraño; y esa mañana, o sea, el 14 de abril lo narró en una reunión a los miembros de su gabinete, aunque ya se lo había contado a su esposa de esta forma:

“Yo estaba en un barco raro e indescriptible – dijo –. Un barco que se movía con gran rapidez hacia una playa oscura y borrosa. He tenido ese extraordinario sueño en vísperas de grandes acontecimientos, de victorias. Lo tuve en vísperas de Antietam, de Stone River, de Gettysburg, de Vicksburg”. (p. 287, en “Lincoln, el desconocido” de Dale Carnegie).

 “El Presidente – anota Carnegie – creía que aquel sueño era un buen augurio, que presagiaba excelentes nuevas, que se avecinaba algo hermoso”. (p. 288, ob. cit.).

Aquel relato angustió a la esposa de Lincoln. Aunque se ha observado que algunos biógrafos de Lincoln también se han referido a otro sueño. Pero, “Pese a estas probables premoniciones”, lo cierto, y que sepamos nosotros es, que “Lincoln subió al coche presidencial a las 8 (de la noche del 14 de abril de 1865, n. de j.m.j.) ordenándole al auriga (o sea, al cochero, n. de j.m.j.) que pasara por el domicilio del senador Harris. La hija de éste subió al carruaje, junto con su prometido, el mayor Rathburn, y a las 8:30 todos entraron en el teatro, ya abarrotado de un público que los aclamó largo rato”. (p. 177, en “Abraham Lincoln. Grandes Biografías” de Francisco Luis Cardona Castro, Edimat Libros, S.A., Madrid).

“Ya en el teatro, después de las salutaciones de rigor, Lincoln se acomodó en el sillón dispuesto de antemano por su asesino, y Mary Todd en el suyo, muy orgullosa ante el recibimiento del público. Clara Harris se instaló en la esquina opuesta del palco, y el mayor Rathburn en el sofá, bastante más atrás”. (p. 178, ob. cit.).

Han habido algunos biógrafos de Lincoln, que apuntan, que él llegó al teatro minutos después de iniciada la función de “Nuestro Señor Primo de los Estados Unidos”; pero, esto no es cierto. “La función estaba a punto de comenzar… cuando (ya estando Lincoln en el teatro, n. de j.m.j.) se escuchó el himno de los Estados Unidos y establecido el silencio en la sala, empezó la función”. (Ibid). Lincoln era un apasionado de las obras de teatro.  

Pistola utilizada para asesinar a Lincoln.
Incluso, “John Wilkes Booth se hallaba ya en algún rincón del local, preparando su pistola de cañón corto… Cuando en la segunda escena del primer acto, al aproximarse John Wilkes al palco, le detuvo el acomodador, él, con el aplomo de un actor consumado (como en realidad lo era, n. de j.m.j.,), alegó que era senador y que el Presidente le había invitado (…). Otros biógrafos pretenden que el asesino mostró una tarjeta al acomodador y le explicó que tenía que darle una noticia al Presidente, pero la verdad más creíble – dice Cardona Castro – es la que el criminal se presentara como senador, pues de otro modo es difícil que se le hubiera franqueado la entrada al palco”. (Ibid).


“Sea como fuere – apunta Cardona Castro –, el asesino continuó sin titubear y al llegar al palco encontró al mayor Rathburn, el cual, bastante asombrado le preguntó en voz baja si se había extraviado. John Wilkes, en vez de verse perdido, sabiendo que no podía retroceder, empujó al mayor, al mismo tiempo que disparó a bocajarro con la mano izquierda contra la cabeza de Abraham Lincoln, que en aquellos instantes, divertido por la situación de la comedia, había lanzado una carcajada. Lincoln alcanzado en la nuca, se hundió en el sillón, mientras el mayor Rathburn se abalanzaba contra el asesino, recibiendo una puñalada en el pecho.

El pánico se adueñó del Teatro Ford en aquellos instantes. Pero, antes se pensó que el disparo era parte de la comedia. La pistola utilizada por John Wilkes fue una “Derringer calibre 44”, que hoy se conserva en el Teatro Ford. Al dispararle a Lincoln, John Wilkes se tiró al escenario desde más de 3m. de alto, y “se enganchó una de las espuelas que llevaba con la bandera colgada sobre el palco, y al caer se fracturó el extremo distal del peroné derecho, lo que no le impidió atravesar el escenario y salir por su parte lateral gritando: “Sic semper tyrannis” (“así siempre a los tiranos”)”.

John Wilkes Booth tenía entonces 26 años de edad. Era simpatizante de los rebeldes secesionistas del Sur, y había planeado el secuestro de Lincoln anteriormente, en un plan que le fracasó con otros compañeros.

El primer médico que atendió a Lincoln una vez herido mortalmente, en el Teatro Ford, fue el cirujano del Ejército, Dr. Charles Leale, quien logró abrirse camino hasta el sillón donde estaba el Presidente. “Comencé a examinar su cabeza – dijo Leale tiempo después –… y pronto palpé con mis dedos una gran marca de sangre situada como a una pulgada por debajo de la curva superior que forma el hueso occipital”.

Y agregó el doctor Leale: “Aparté fácilmente el coágulo y pude palpar perfectamente con mi dedo meñique de la mano izquierda el agujero que había perforado la bala de su cráneo”. Este testimonio del doctor Leale había “permanecido oculto en una caja durante 147 años, hasta que la investigadora de los Archivos de Abraham Lincoln, Helena Iles Papaioannou, repasó en las líneas del informe entre la correspondencia general de los cirujanos de EE.UU. fechada en abril del 1864 escribió Julio Martín Alarcón, en un artículo titulado “El primer médico que atendió a Abraham Lincoln tras el atentado”, y puede leerse en la página web “La aventura de la Historia””.

El doctor Leale, era uno de los espectadores en el Teatro Ford de la comedia que Lincoln y su esposa presenciaban aquella fatídica noche del 14 de abril de 1865, y estaba sentado a pocos metros del Presidente. Los médicos especialistas, en cirugía, han estado debatiendo hoy día en los Estados Unidos, si Lincoln pudo haber sobrevivido, de acuerdo a los avances de la medicina moderna a aquella herida mortal.

“La bala disparada por Booth atravesó la cabeza de Lincoln por debajo de la oreja izquierda, cruzando en diagonal el cerebro, y se alojaba a media pulgada del ojo derecho. Un hombre de menos vitalidad – se ha observado – habría sido abatido de inmediato, pero Lincoln sobrevivió nueve horas, gimiendo sordamente”. (p. 292, “Lincoln, el desconocido”…).

Luego de que John Wilkes Booth lograra escapar de forma espectacular de aquel escenario, en el Teatro Ford, y tras los gritos del Mayor Rathburn en medio del asombro de todos, de: ¡Detengan a ese hombre! ¡Ha matado al Presidente! Instantes después Cuatro soldados levantaron el cuerpo de Lincoln, que era “largo y laxo”… la sangre de aquella herida fatal dejaban huellas tras su traslado a una pensión barata, la de un carpintero de apellido Peterson, frente al Teatro Ford. Algunas personas – se cuenta –, “se arrodillaban para mojar sus pañuelos en aquella sangre, pañuelos que conservarían como una reliquia y que…, legarían como inestable herencia (…)”. (p. 289, ob. cit.).

“La noticia de la tragedia recorrió Washington con el ímpetu de un ciclón (…) a la misma hora del ataque a Lincoln, el ministro Seward había sido apuñaleado en la cama y no se esperaba que sobreviviese. De estos hechos luctuosos surgieron en la noche rumores horribles, como una sucesión de relámpagos: el vicepresidente Johnson había sido asesinado. Stanton (el ministro de Guerra, n. de j.m.j.) había sido asesinado. Grant muerto de un tiro”. (p. 290, ob. cit.). Pero, todo esto último eran solo rumores.

El ministro de Guerra Stanton, ante aquellas difíciles circunstancias asumió las riendas del poder político, dada la situación de embriaguez en que se hallaba, postrado en cama en su casa,  el vicepresidente Johnson.

“Durante las largas horas de la lucha con la muerte, el doctor Leale… permaneció sentado junto a la cabecera del Presidente, teniéndole la mano”. (p. 293, ob. cit.).

En su obra “Presidente Lincoln”,
Casa de campo de Lincoln en Washington, D.C.
uno de los grandes biógrafos de Lincoln, William Lee Miller ha señalado, que eran las 7:22 a.m. de la mañana del 15 de abril de 1865, cuando se produjo el deceso del décimo – sexto Presidente norteamericano Abraham Lincoln. El doctor Leale, quien estuvo todo el tiempo a su lado, “juntó los brazos sin pulso de Lincoln, puso monedas de medio dólar sobre sus parpados mantenerlos cerrados y le ató la mandíbula con un pañuelo. Un sacerdote rogó una plegaria. Una fría lluvia azotaba el tejado. El general Barnes cubrió con una sabana el rostro del difunto Presidente, y Stanton… lloraba…” la muerte horrible de aquel gigante de la Historia, que nació entre los pobres y fue siempre honesto y gentil. Lincoln moría en un lecho extraño, el de un carpintero, como lo fue también su padre. ¿Quién diría, que Lincoln supervigilado en la Casa Blanca, y en su Casa de Campo en Washington, en cuyos jardines permanecían vigilantes de su seguridad que eran cientos de soldados, iba a morir tan fácilmente en manos de un actor mediocre, fanático del Sur en la guerra civil?

“El Presidente asesinado fue enterrado como en los tiempos antiguos se enterraba a los grandes reyes. Se emprendió un largo viaje, para llevar el cadáver de Lincoln hasta su ciudad natal. Fueron innumerables las personas que desfilaron ante el féretro antes que fuera depositado en la fosa del pequeño cementerio de Springfield”. (p. 179, en “Abraham Lincoln…”), ciudad que tuve la dicha de visitar en el verano del 2011.

“El vicepresidente Johnson sucedió a Lincoln y la vida continuó con toda normalidad en Estados Unidos – ha dicho Cardona Castro –. Pero jamás ha sido olvidada la personalidad de aquel hijo de un carpintero convertido en granjero, que primero fue abogado y después Presidente de los Estados Unidos”. (p. 181, ob. cit.).

José Martí, que apenas tenía 12 años de edad, y era estudiante en La Habana, Cuba, se ha dicho, que al enterarse del asesinato de Abraham Lincoln, “llevó por siete días un brazalete negro en señal de luto por la muerte del hombre que declaró la abolición de la esclavitud” en Norteamérica.


La Vega, Rep. Dominicana

25 de septiembre, 2013.

Brujería, hechicería e Inquisición en el Caribe hispano, siglo XVII: Ponencia ENEH

miércoles, 2 de octubre de 2013

Copia de la ponencia presentada el 27 de septiembre de 2013 en el 1er Encuentro Nacional de Estudiantes de Historia de Puerto Rico, realizada en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, Viejo San Juan. Se estará preparando una versión anotada para la Revista Electrónica de la Asociación de Estudiantes Graduados en Historia de la Universidad Interamericana de Puerto Rico, la cual estará disponible en el número de febrero de 2014.

Brujería, hechicería e Inquisición en el Caribe hispano

Por Pablo L. Crespo Vargas, Universidad Interamericana, Recinto Metro

Dentro de la historiografía caribeña, la Inquisición española, al igual que el estudio de las mentalidades, representan campos de investigación con mucho potencial. No obstante, han sido relegados a un segundo plano por una inmensa mayoría de los historiadores, siendo unos pocos, los que han olfateado las posibilidades, que en nuestro caso, representa el Tribunal de la Inquisición española.

Entre la gran cantidad de posibilidades de estudio utilizando la documentación inquisitorial está el poder presentar y explicar cuál era el pensamiento de la población general sobre asuntos tales como la sexualidad, las diferencias de género, las creencias populares y supersticiosas, entre muchos otros temas. Junto a la Inquisición española, nuestro estudio utiliza dos prácticas, que para algunos son consideradas supersticiones: la brujería y la hechicería.

Al estudiar las supersticiones, que se desarrollaron a principios del siglo XVII, en el Caribe hispano, utilizando la documentación inquisitorial proveniente del Tribunal de Cartagena de Indias, institución que estaba a cargo de supervisar los asuntos de fe en la cuenca caribeña, hemos podido identificar una serie de señalamientos de gran importancia para el estudio histórico de la región. También, logramos establecer unas ideas que nos describen la particularidad de las creencias de la sociedad colonial, así como la funcionalidad de la Inquisición en la zona caribeña.

Curiosamente, el Tribunal de Cartagena de Indias fue el centro inquisitorial con mayor cantidad de procesos relacionados a las supersticiones. Se han identificado, al menos, durante el siglo XVII, unos 264 procesos relacionados a estas prácticas. Porcentualmente hablando, esto representa el 37.8% del total de procesados. Quisiera aclarar, que aunque la burocracia inquisitorial, fue una de las más efectivas y competitivas de su época, no siempre podemos contar con la documentación de todos los procesos. Por experiencia en el proceso de investigación, hemos encontrado referencias a causas no detalladas pero que aparentemente fueron desarrolladas de manera formal u oficial.

En cuanto a las creencias de la sociedad colonial, podemos indicar que estas eran producto de un mestizaje, que no solamente se había desarrollado tanto en el aspecto genético o étnico de la población, sino que el mestizaje desarrollado implicó un sincretismo cultural entre los grupos afectados. Es importante recalcar que la sociedad colonial del siglo XVII llevaba sobre un siglo de existencia y que anteponía una correlación entre el grupo dominante y las ideas propagadas por estos; sin que ello, quiera decir, que se erradicaron las ideas o la cultura de los grupos subyugados. El elemento ibérico, aunque dominante, no era omnipotente. Las culturas indígenas y las poblaciones de origen africano, que pasaban por un proceso de transculturización, mantuvieron presente una serie de elementos propios que los identificaron como entes sociales distintos al grupo autoritario.

Una de las primeras ideas que podemos refutar es la creencia que establece que las prácticas supersticiosas eran exclusivamente parte de la idiosincrasia de los grupos sometidos, los cuales en un principio no seguían el cristianismo como creencia religiosa. Aunque es cierto que la población negra fue relacionada con el surgimiento de sectas diabólicas, vemos que esta práctica solo fue desarrollada en el 26.7% de las causas de fe relacionadas a las supersticiones en el Santo Oficio en Cartagena de Indias. Esto nos deja, con casi tres de cada cuatro procesos relacionados con el delito de hechicería, crimen de fe que predominó dentro de la población blanca. Contrario a los africanos, que habían sido educados originalmente en un ambiente de creencias politeístas y animistas, la población blanca española y portuguesa se había desarrollado en un contexto supuestamente cristiano. Sin embargo, esto no impidió el desarrollo de prácticas supersticiosas dirigidas hacia tres elementos de la vida cotidiana: los avatares del amor, la búsqueda del conocimiento oculto y la suerte en los juegos de azar.

La documentación inquisitorial nos ha demostrado que la hechicería, no fue vista como una amenaza al orden social, económico ni político de la colonia. La razón principal fue que los sucesos de hechicería eran casos aislados que en ningún momento constituyeron amenazas graves contra el Estado. No obstante, la población general, desde las clases más altas, hasta los esclavos e indios, pasando por todas las castas, demostraron sentir cierta necesidad de cubrir por medio de hechizos y sortilegios la falta de conocimientos y la búsqueda de felicidad que la Iglesia, y mucho menos, el Estado proporcionaban.

Otro renglón de sumo interés que encontramos en la población negra, procesada por brujería, es que estos desarrollaron un sistema ceremonial, que más que una expresión religiosa, representó un desafío a las autoridades coloniales. La realización de juntas, donde se le rendía culto a la figura del demonio, fue una de varias faltas a la fe cristiana y al ordenamiento jurídico colonial, más cuando ambos aspectos estaban unidos. Al crimen de adoración demoniaca se pueden añadir otros delitos considerados graves, tales como: los asesinatos, la profanación de tumbas, el canibalismo y, más que todo, las supuestas conspiraciones que los negros podían generar en sus reuniones nocturnas contra el orden político, social y económico de la colonia.

De la misma manera se aprecia la existencia de similitudes entre los cultos demoniacos en el Caribe con los efectuados en Europa. Las ocho características principales que se tienen sobre la brujería europea se pueden demostrar claramente en la brujería caribeña. Estas son: pacto con el diablo, repudio al cristianismo, profanación de la eucaristía, los viajes nocturnos, reuniones en la noche y en secreto, sacrificio de niños, el canibalismo y las orgías.

La figura del macho cabrío, es otro símbolo que nos lleva más a los cultos agrarios celtas que a las creencias africanas. Claro está, no podemos negar algunos de los elementos africanos que se dieron en los aquelarres caribeños. Entre ellos, podemos mencionar los banquetes con comida tradicional africana, donde se consumía jabalí, arroz y plátano, además de la importante presencia que representó el árbol en el lugar de culto, ya que este es uno de los elementos que más manifiesta las creencias africanas al sur del Sahara.

Otro aspecto histórico, que encontramos en este estudio, fue la utilización de las creencias paganas de los indígenas por parte de cristianos, que buscaban su propio beneficio. El caso de Luis Andrea, aunque único en la documentación estudiada, nos hace sospechar, que pudo haber ocurrido en diversidad de ocasiones sin que ninguna autoridad se hubiera percatado. Vemos, como el supuesto demonio, que se hacía llamar Buciraco, pero que tenía características europeas, tales como uso de botas, espuelas y lanza, que en ocasiones era llamado licenciado y que llegaba a las juntas a caballo, fue solo una artimaña de uno de los conquistadores para aprovecharse de la ignorancia de la población indígena. Este personaje, creó todo un andamiaje estructural dentro de esta comunidad dirigido a enriquecerse con los tributos recibidos.

De forma general, la mayoría de los procesados por superstición eran de composición racial blanca. De los cuarenta y cinco reos, veinticinco pertenecían a este grupo, lo cual representa el 55.6%. Aunque en sus causas, no se les pudo relacionar con pacto o trato explícito con el demonio, actitud severamente rechazada dentro del cristianismo, la búsqueda de soluciones fuera de los preceptos religiosos era condenable de igual forma.

La Inquisición como institución a cargo del control social de la colonia fue un aspecto que no puede ser negado. El uso de la Inquisición como instrumento de poder por parte de la Corona fue un elemento que se pudo comprobar mediante este estudio. Aunque la Inquisición era una institución eclesiástica destinada a vigilar las desviaciones de fe, los poderes seculares la utilizaron como un mecanismo en contra de grupos que eran considerados enemigos del Estado o del orden que se quería preservar. A su vez, el Estado, decidía cuándo y dónde utilizaba a los inquisidores. Este es el caso de una misiva que la Corona envió para que la Inquisición desistiera de procesar a los cientos de esclavos acusados por cuatro de sus compañeros de seguir la brujería, ya que el inicio de un proceso de esta envergadura hubiera afectado la economía de la región al detener la producción minera.

Otro aspecto que hemos rechazado, por lo menos, sobre la región estudiada, fue la imagen sanguinaria que se tiene de la Inquisición y que es presentada por la leyenda negra. En el caso del Tribunal inquisitorial de Cartagena de Indias, allí no hubo grandes autos de fe ni se ejecutaron a decenas de personas. En los casos por superstición las penas fueron mínimas, a tal punto, que algunos reos decidieron continuar con sus prácticas luego de haber sido sentenciados. Ninguno de estos procesados fue ejecutado. En otros casos, la propia institución, desde su Consejo Supremo decidió disminuir sentencias que consideraba severas. De hecho, en un periodo de veintidós años solo hubo dos ejecuciones, ninguna relacionada con superstición. La razón primordial de la ejecución de estos dos reos fue el asumir una actitud de obstinación, al no quererse arrepentir de sus acciones heréticas. La Inquisición, desde el punto de vista religioso buscaba mantener la fe católica y cada proceso tenía como objetivo el salvar las almas de los procesados y convertirlos en buenos cristianos.

La realidad documental nos ha presentado una Inquisición que seguía unas normas establecidas y que se autoevaluaba con una serie de procedimientos tales como las instrucciones desde la Suprema y las visitas de inspección. Aunque no se ha encontrado evidencia de visitas de fiscalización en Cartagena de Indias, la capacidad de la Suprema en mantener una actitud recta entre sus inquisidores siempre estuvo latente con el envío continuo de órdenes específicas para atender los distintos tipos de procesos. A todo esto, no se puede negar que hubo abusos, atropellos y malos tratos de parte de algunos inquisidores que teniendo el poder en sus manos lo utilizaron en su propio beneficio.

Por último, debemos indicar que la idiosincrasia caribeña es una multicultural desde los tiempos coloniales. El Caribe fue centro de disputas entre las potencias europeas, también fue lugar de acopio y trasbordo de los esclavos africanos, los cuales nunca representaron una sola etnia. La cuenca caribeña, en sí, fue un gran mosaico, donde se mezclaron genes y culturas durante siglos y que hoy día han producido una población llena de diversidad y con una gama de sabores que es única en su clase.

Referencias bibliográficas primarias:

Archivo Histórico Nacional en Madrid (AHN)
Sección: Inquisición

Libro 1008: Libro primero de cartas del Tribunal de Cartagena de Indias al Consejo de la Inquisición: 1610-1618.

Libro 1009: Libro segundo de cartas del Tribunal de Cartagena de Indias al Consejo de la Inquisición: 1619-1624.

Libro 1010: Libro tercero de cartas del Tribunal de Cartagena de Indias al Consejo de la Inquisición: 1625-1630.

Libro 1011: Libro cuarto de cartas del Tribunal de Cartagena de Indias al Consejo de la Inquisición: 1631-1638.

Libro 1020: Libro primero de relaciones de causa de fe del Tribunal de la Inquisición de Cartagena de Indias: 1614-1637.

Libro 1023: Libro cuarto de relaciones de causas de fe del Tribunal de la Inquisición de Cartagena de Indias: 1676-1698.

Legajo 1620, expediente 1 y 10.
         
Fuentes secundarias recomendadas:

Alcalá, Ángel, et al.: Inquisición española y mentalidad inquisitorial,
Barcelona, Ariel, 1984.

Bennassar, Bartolomé: Inquisición española: Poder político y control social,
Barcelona, Grijalbo, 1981.

Caro Baroja: Las brujas y su mundo [1961], 11ª reimpresión, Madrid, Alianza
    Editorial, 1995.

Escudero, José A. (ed.): Perfiles jurídicos de la Inquisición española, Madrid,
Instituto de Historia de la Inquisición, Universidad Complutense de Madrid, 1992.

García Cárcel, Ricardo: La leyenda negra, historia y opinión, Madrid: Alianza
Editorial, 1992.

Henningsen, Gustav: El abogado de las brujas: Brujería vasca e Inquisición,
trad. Marisa Rey-Henningsen, Madrid, Alianza Editorial, 1983.

Lisón Tolosana, Carmelo: Las brujas en la historia de España, Madrid, Temas
    de hoy, 1992.

Kamen, Henry: La Inquisición española, nueva edición totalmente reescrita y
            puesta al día por el autor, trad. Gabriela Zayas, Barcelona, Crítica, 1985

Maya Restrepo, Luz A.: “África: Legajos espirituales en la Nueva Granada,
siglo XVII”, Historia crítica, Núm. 12, 1996, págs. 29-42.

_____: “Paula de Eguiluz y el arte del bien querer, apuntes para el estudio de
la sensualidad y del cimarronaje femenino en el Caribe, siglo XVII”, Historia crítica, Núm. 24, 2003, págs. 101-124.

Pérez Villanueva, Joaquín (dir.): La Inquisición española: Nueva visión,
    Nuevos horizontes, Madrid, Siglo XXI, 1980.

_____ (dir.): Historia de la Inquisición en España y América, Madrid, Centro
de Estudios Inquisitoriales, 1984, 3 vols.

Russell, Jeffrey B. y Brooks Alexander: A History of Witchcraft: Sorcerers,
Heretics & Pagans, 2a ed. aumentada, New York, 2007.

NOTA: Para los interesados, la obra de Pablo L. Crespo Vargas "La Inquisición española y las supersticiones en el Caribe hispano" se puede pedir por amazon.com o comunicarse al siguiente correo electrónico: crespovargas@yahoo.com.  

SOBRE EL LINAJE MASÓNICO DE LAS BANDERAS DE CUBA Y PUERTO RICO

Por Luis Armando Cordero Morales


"No hay nada tan indestructible como un símbolo, pero nada es capaz de tantas interpretaciones." Goblet d Alviella

La Bandera de Cuba


A las doce del día del 20 de mayo de 1902, momento preciso del nacimiento jurídico de Cuba como estado independiente y soberano, se arrió la bandera norteamericana en todos los edificios públicos de la isla y se izó en su lugar la bandera cubana con su triángulo rojo, sus franjas blanquiazules y su estrella solitaria.

Al generalísimo Máximo Gómez le tocó el honor de izarla en el Morro. La misma ceremonia se repitió simultáneamente en el Palacio de los Capitanes Generales. Oficiaban allí el saliente gobernador militar norteamericano, Leonard Wood, y el presidente electo cubano, Tomás Estrada Palma, que en aquel momento asumía la jefatura del Estado que nacía.[1]

La Bandera de Cuba ya había sido enarbolada por primera vez en Cuba por el General de origen venezolano Narciso López en la ciudad de Cárdenas, provincia de Matanzas, el 19 de mayo de 1850.

Narciso López nació en Caracas, Venezuela, en 1797 y murió en La Habana, Cuba, el 1ro. de septiembre de 1851. Durante el proceso de emancipación de la América Hispana sirvió en el ejército español. Su última actuación en Venezuela, fue en la Batalla naval del Lago de Maracaibo (Última batalla de la independencia de Venezuela), donde al ser destrozada la flota española, huyó a Cuba con un grupo de marinos del lado realista. Al independizarse Venezuela llegó a Cuba en 1823 con los restos del ejército español.[2]

Cuatro años más tarde marchó a España, y allí luchó en la guerra civil que se desata en España (primera Guerra Carlista), donde sus méritos militares le elevaron al grado de brigadier en 1836. En 1839 recibió el cargo de gobernador de Valencia y un año más tarde fue ascendido a general. También ocupo el cargo de Gobernador Militar de Madrid y representante en las Cortes por Sevilla.[3]

Regresó a Cuba en 1840 con Jerónimo Valdés, que había sido nombrado Capitán General. Éste le confió la tenencia de Matanzas y Trinidad y la presidencia de la Comisión Militar, contrayendo asimismo matrimonio con una hermana de un gran terrateniente cubano.

A la caída de Valdés, el sucesor de éste, el Capitán General Leopoldo O'Donnell, le destituyó en 1843 de sus cargos, López fue privado de todos sus comandos y decidió retirarse a la vida civil.

En contacto con los grupos Autonomistas locales de las fortunas de la isla, se embarcó en acciones contra la metrópoli, como la llamada conspiración de la Mina de la Rosa Cubana, que tenía ramificaciones en toda la isla y tras cuyo fracaso se vio obligado a huir a Estados Unidos en 1848.[4]

Una vez en Nueva York, López fue contactado por un tal Ambrosio José Gónzales, miembro del "Havana Club", una organización secreta que lo había enviado desde la Habana para buscar apoyo en la anexión de Cuba a los Estados Unidos. En aquel mismo año, el contacto entre grupos separatistas cubanos fructificó en la organización de un Consejo Cubano en Nueva York.[5]

Narciso López, por su lado, se dedicó a preparar una expedición, a la financiación de la primera invasión de Cuba en 1849, a actividades de propaganda e incluso al diseño de la que es hoy la bandera cubana.[6]

Surgimiento de la Bandera de Cuba

En el proceso de creación de la bandera cubana es imposible dejar de mencionar a la República del Norte (EE.UU.) ya que es allí donde se refugiaban la gran mayoría de los exiliados políticos cubanos a través de toda su historia y es allí donde surge y se crea el mayor símbolo cubano.

En el caso de los cubanos hay que tener presente que compartían un espacio geográfico el cual posibilitaba que fuese el lugar ideal para tener allí un refugio seguro así como también la base logística que se requería.[7]

De lo anterior se infiere que no es pura coincidencia que la Bandera Cubana fuera creada en una casa de huéspedes, residencia del matrimonio Teurbe Tolón, en la ciudad de New York, en los primeros días de junio de 1849.[8]

El general Narciso López y Uriola, citó allí a un grupo de sus colaboradores directos de La Junta Promovedora de los Intereses Políticos de Cuba, organización que tenía como objetivo luchar por la separación de Cuba de su metrópoli.[9]

Los colaboradores allí reunidos fueron: el general Narciso López y Uriola, Presidente de La Junta y su líder político. Cirilo Villaverde, su Secretario Privado y Secretario de la Junta, autor de la novela “Cecilia Valdés” que sería considerada posteriormente como la obra cumbre y emblemática de la literatura cubana. También estaban allí Miguel Teurbe Tolón, poeta y dibujante y Manuel Hernández.[10]

Hay que destacar que este grupo de personas también había participado en la conspiración de 1848 organizada en Cuba y que era conocida como la Conspiración de “La Mina de la Rosa Cubana” organizada y liderada por el general López, que tuvo su núcleo central en la zona de Manicaragua y Trinidad y con ramificaciones en Cienfuegos, Matanzas y Villa Clara, conspiración que es descubierta por los españoles en junio de 1848, por lo que todos tienen que exiliarse en los Estados Unidos. Todos ellos eran masones de reconocida trayectoria condición, dato que se menciona por tener implicaciones en la creación de la bandera cubana.[11]

De acuerdo a la versión ofrecida por Cirilo Villaverde, secretario personal del general Narciso López, éste llevó a la reunión de New York un boceto realizado con lápiz de color, tomando como base su proyecto de bandera de un año antes en la conspiración de “La Mina de la Rosa Cubana”, contentiva de los colores republicanos, (azul, blanco y rojo) que sería el embrión de la nueva bandera.[12]

Para este nuevo diseño propuso “el triángulo equilátero”, que representa la principal innovación que ostenta y distingue el pabellón cubano del resto de las demás banderas creadas hasta entonces en el mundo. El triángulo equilátero es un símbolo de la masonería escocesa.[13]

El significado de los símbolos reflejados en la Bandera Cubana, los dio hace más de 150 años, Cirilo Villaverde y aparece en libro de Francisco J. Ponte Domínguez, "La Masonería en la Independencia de Cuba":

"Hoy es bastante conocido quien fue el autor del estandarte aunque es menos divulgada su génesis, inspirada en la simbología masónica. Según testimonio de Cirilo Villaverde, a principios de 1849 acostumbraban a reunirse, en la casa del también masón y poeta Teurbe Tolón, varios cubanos partidarios de la causa separatista. En una de estas tertulias se comenzaron a manejar ideas para la elaboración del pabellón cubano. Narciso López propuso tres franjas azules en campo blanco, representativas de las tres regiones militares en que se dividía el país. Para el color rojo, según Villaverde (...) "López, que era francmasón, naturalmente optó por el triángulo equilátero", que simboliza la grandeza del poder que asiste al Gran Arquitecto del Universo y cuyos lados iguales aluden a la divisa masónica de libertad, igualdad, fraternidad y a la división tripartita del poder democrático. La estrella de cinco puntas significa la perfección del maestro masón: la fuerza, la belleza, la sabiduría, la virtud y la caridad.... " [14]

Manuel Hernández sugirió poner en el centro de dicho triángulo el “ojo de la providencia” por ser también un símbolo de la masonería y para seguir las leyes de la heráldica. Según relata Cirilo Villaverde en su diario, el general López se opuso alegando lo siguiente:

en el centro del triángulo solo correspondía poner la Estrella de Cuba levantándose sobre campo de sangre para presidir la lucha y alumbrar el camino trabajoso y obscuro de la libertad e independencia de la patria aherrojada”.[15]

Era obvio que la bandera creada por López necesariamentehacía hacía referencia a dos grandes acontecimientos políticos e históricos de su tiempo: la guerra de independencia de los Estados Unidos que hizo nacer su propia bandera, y la bandera de Francia, la Francia insurgente de 1789, del sentido de aquellos tres colores, rojo, azul y blanco: libertad, igualdad y fraternidad.tenía la influencia tricolor de las banderas de los revolucionarios norteamericanos y franceses.

Hay versiones que se refieren a que la estrella escogida era la de la Bandera de Texas, pero ¿A qué otra estrella podían remitirse los cubanos separatistas que no fuera la Estrella que inmortalizó en 1823 el Poeta Nacional cubano José María Heredia en sus versos “La Estrella de Cuba,?“.[16] Heredia tuvo una influencia decisiva en su generación, particularmente entre los precursores de la independencia y era masón al igual que López y sus colaboradores. Este poema fue creado por Heredia en octubre de 1823 y editado en 1832 y es considerado por muchos el primer poema revolucionario de la patria cubana.

En su libro “La Novela de mi Vida”, inspirada en la vida del poeta José María Heredia, Leonardo Padura nos dice lo siguiente:

“Sus versos largamente prohibidos y censurados en Cuba, fueron sin embargo aprendidos por los jóvenes cubanos y recitados como clave de entendimiento y pronto simbolizaron un ideario que asumiría incluso la estrella de Cuba para llevarla a la bandera, y las palmas- ausentes en el Niágara, señoras del Valle del Yumurí- para plasmarlas en su escudo.”[17]

Volviendo al tema que nos ocupa, el general López, después de oír criterios y conseguir el acuerdo de todos aprueba definitivamente la bandera. El dibujo final de la bandera concebida se lo encarga el General López, a Miguel Teurbe Tolón en su condición de dibujante.

Una vez finalizada está histórica reunión, creada ya la bandera, la que se convertiría veinte años después en el símbolo oficial de los cubanos, el general Narciso López le encomienda, personalmente, a la también patriota Emilia Teurbe Tolón, esposa y prima del poeta Miguel Teurbe Tolón para que confeccionara en tela, el primer prototipo de la Bandera Cubana.

Cuando aquel diseño estuvo terminado, una bandera de tamaño heroico se izó por primera vez en la ciudad de Nueva York en el edificio del periódico The Sun, situado en las calles Fulton y Nassau. Reproducciones viajaron a Nueva Orleáns y otros territorios. Emilia traería dentro de un cojín la suya propia a Matanzas, su tierra, y sería enviada al Camagüey y a los territorios centrales donde sería enarbolada por Isidoro Armenteros y Joaquín de Agueros. Ya nadie podría olvidar estos colores ni estos símbolos. En poco tiempo, la bandera se convirtió en una leyenda.

Al año siguiente, Narciso López usó esta misma bandera para llevar a cabo el 9 de mayo de 1850 su proyecto expedicionario, al desembarcar en Cárdenas con 600 hombres a bordo del Vapor Creole, pero el escaso apoyo recibido en la isla y la inferioridad de sus fuerzas le obligaron a retirarse. La fracasada invasión, que duró sólo un día, con tropas de voluntarios de varios estados del sureste de los Estados Unidos y con el General Ambrosio José González como segundo al mando, para siempre ha señalado a la ciudad de Cárdenas como "Ciudad Bandera", por ser allí donde se izara por primera vez la que luego sería la enseña nacional cubana.[18]

Es conveniente intercalar aquí el dato de que en el mes de enero de 2010 la Sala de las Banderas del Museo de la Ciudad de la Habana recibió de manos de Enrique Arturo Antonio Houston Touceda una de las banderas originales ondeadas en Cárdenas en 1850, que será destinada a la colección de insignias independentistas cubanas, custodiada por la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana. La bandera conservada celosamente Juan Manuel Macías, amigo y fiel colaborador del General Narciso López, a quien acompañó desde tierras norteamericanas en la expedición del vapor Crole.[19]


Donación al Museo de la Ciudad de la Habana de la bandera utilizada en las luchas independentistas cubanas.


El 11 de abril de 1869, un año después del comienzo de la Guerra de los Diez Años, se reunió la primera Asamblea Constituyente de la República de Cuba en Armas en Guaimaro, Provincia de Camagüey. El debate se enfocó entre dos banderas de gran simbolismo, la Demajagua creada por Carlos Manuel de Céspedes al dar comienzo a la guerra independentista, y la de la Estrella Solitaria de Narciso López, siendo ésta la elegida, ya que Narciso López había sido quien había dado el primer paso por la libertad de Cuba. La bandera de La Demajagua no fue desechada, sino al contrario, fue puesta en las sesiones de la Cámara de Representantes y conservada como parte del tesoro nacional. José Martí usó la bandera Narciso López para el Partido Cubano Revolucionario en 1892 y la misma fue designada como la bandera oficial de Cuba en 1903.

Las especificaciones de diseño de la bandera cubana fueron establecidas por el primer presidente de Cuba, Tomás Estrada Palma, mediante Decreto, el 21 de abril de 1906 y han permanecido sin modificaciones desde entonces. Su forma: Es rectangular, de doble largo que ancho, compuesta por cinco franjas horizontales del mismo ancho, tres de color azul turquí y dos blancas dispuestas de forma alternada. Un triángulo equilátero de color rojo, en uno de sus extremos, uno de cuyos lados es vertical, ocupa toda la altura de la bandera y constituye su borde fijo. Dicho triángulo, lleva en su centro una estrella blanca de cinco puntas, inscripta en una circunferencia imaginaria, cuyo diámetro es igual a un tercio de la altura de la bandera, con una de sus puntas orientada hacia el borde libre superior de la bandera.

Como hemos mencionado anteriormente, López era venezolano de nacimiento, ex combatiente de la guerra de independencia latinoamericana contra las tropas de Bolívar; ironías de la historia. López no pretendía en última instancia la independencia de la isla, sino más bien -como en el caso de Tejas- su eventual anexión a los Estados Unidos.[20]

Lamentablemente para López su concepto de independencia y libertad estaba viciado, y la abolición de la esclavitud nunca entró dentro de sus planes para lo que se convertiría en la obsesión de lo que le quedaba de vida, la libertad de Cuba. Sin embargo, mientras la libertad había sido unánimemente vista como un sistema de independencia total por los emancipadores americanos, López tenía una idea un tanto diferente que tanto entonces, como ahora, no le perdonarían los historiadores: Cuba, para ser libre, tenía que ser norteamericana.[21]

No obstante lo anterior, se considera que lejos de ser un imperialista disfrazado, Narciso López simplemente sufría de los conceptos aun arraigados en los hombres de la época sobre la libertad de las naciones, que no siempre incluían la abolición de la esclavitud.

Es curioso que una bandera nacida a la sombra del anexionismo como la de don Narciso hubiera llegado a convertirse en la enseña de un movimiento emancipador y nacionalista como lo fue el gestado por Jose Martí años después. Sobre todo al existir una prestigiosa bandera rival: la que enarbolara Carlos Manuel de Céspedes en 1868 a nombre de una insurrección, la Guerra de los Diez Años, que nació claramente independentista y abolicionista y se mantuvo vigente por toda una larga década de heroica lucha.[22]

Donde la bandera de Narciso López era y es profundamente original, fue en su inspirado uso del triángulo. La cubana fue la primera enseña nacional en el mundo en ostentar un triángulo junto al asta. El triángulo, de origen masónico y, concretamente, elemento visual del mandil o delantal ritual de los masones, marca un hito en el diseño de banderas a nivel global.[23]

Photobucket
El triángulo, de origen masónico, elemento visual del mandil o delantal ritual de los masones está presente tanto en la bandera de Cuba como en la Puerto Rico.

La cubana es, por lo tanto, una de un puñado de banderas prototipo. Ha sido ampliamente imitada y copiada desde el Caribe hasta el Pacífico y el Indico, pasando por Europa, Asia y Africa. No menos de 16 banderas nacionales del mundo se ajustan al diseño cubano.[24]

La Bandera de Puerto Rico

La bandera puertorriqueña del triángulo y la estrella se creó durante la última década del siglo XIX como insignia de los separatistas puertorriqueños residentes en la ciudad de Nueva York. La identidad del autor del diseño ha sido motivo de un acalorado debate, mencionándose entre sus posibles autores a los patriotas puertorriqueños Don José de la Matta Terreforte, Don Antonio Vélez Alvarado, Don Manuel Besosa y el poeta Guerrillero Gonzalo (Pachín) Marín. [25]

La bandera se popularizó y conoció primeramente como la insignia del organismo central de los grupos separatistas puertorriqueños en Nueva York, la Sección Puerto Rico del Partido Revolucionario Cubano.

Esta se presentó y adoptó como insignia del organismo durante la primera asamblea general de la Sección Puerto Rico, celebrada en Chimney Mall, Nueva York, el día 22 de diciembre de 1895.

El diseño adoptado como bandera de la Sección Puerto Rico, fue presentado a la asamblea de miembros por Don José de la Matta Terraforte, uno de los sobrevivientes de la gesta de Lares que estaba a cargo de la Sección Puerto Rico.

Como hemos mencionado anteriormente, la bandera tiene el diseño y los colores idénticos que la de Cuba, pero alternados es decir: donde la bandera cubana tiene rojo, la puertorriqueña tiene azul y a la inversa.

La descripción es la siguiente cinco franjas horizontales, tres rojas y dos blancas alternadas y superpuesto sobre las franjas un triángulo equilátero azul, uno de cuyos lados forma el extremo de la bandera junto al asta . El color del triángulo es azul celeste. Sobre el triángulo va superpuesta una estrella blanca de cinco puntas, colocada de tal forma que una de sus puntas señala hacia arriba. La bandera simboliza la hermandad en la lucha revolucionaria entre el pueblo cubano y el puertorriqueño, debido al hecho de que, el grupo de separatistas puertorriqueños que adoptaron el diseño de la bandera como emblema de su grupo, la Sección Puerto Rico, estaba asociada a los separatistas cubanos que luchaban con idénticos ideales bajo el Partido Revolucionario Cubano.[26]

La bandera puertorriqueña fue bordada por María Manuela "Mima" Besosa según narra Roberto H. Todd o por Micaela Dalmau, según la versión de Antonio Vélez Alvarado.

En su ensayo titulado "Antonio Vélez Alvarado: amigo y colaborador consecuente de Martí y Betances", el historiador Ovidio Dávila Dávila nos dice lo siguiente y citamos :

" ....—el 11 de junio de 1892—, Antonio Vélez Alvarado se encontraba en su apartamento, localizado en el número 219 de la calle 23, a poca distancia de sus oficinas en el llamado “Consulado de Puerto Rico”. Conforme al testimonio del prócer manatieño, en la pared de su cuarto colgaba una bandera de Cuba, la cual se puso a contemplar, por unos instantes, buscando descansar la vista. Al cambiar súbitamente la mirada, Vélez Alvarado experimentó una ilusión óptica provocada —según él interpretó— como por un “raro daltonismo”, en la que percibió que el triángulo rojo de la bandera se había tornado azul, y rojas las franjas azules. Cautivado por la imagen percibida de un triángulo azul con la estrellablanca y unas franjas rojas —que consideró pudiera ser el diseño ideal para que fuera la bandera de Puerto Rico—, Vélez Alvarado sale inmediatamente hacia la botica de su amigo Domingo Peraza, donde adquiere papeles de seda en los tres colores. De regreso en su habitación, pacientemente corta los papeles blancos, rojos y azules, y con ellos confecciona el primer modelo de una bandera para Puerto Rico basada en la inversión de los colores de la de Cuba.

Pocos días más tarde, en la casa de hospedajes de su vecina, la puertorriqueña doña Micaela Dalmau viuda de Carreras, quien vivía en el número 221 de la calle 23, Vélez Alvarado ofrece una cena y velada para la cual José Martí es especialmente invitado. A la misma concurren, entre otros, Sotero Figueroa, “Pachín” Marín, José Sanavia [Sanabria], y el joven poeta boricua Manuel Soler y Martorel. Vélez Alvarado aprovecha la ocasión para enseñarle a Martí la propuesta bandera de Puerto Rico que fuera confeccionada en tela de seda por doña Micaela, siguiendo el modelo ideado por él. José Martí contempla la bandera, mientras Vélez Alvarado le explica cómo le surgió la idea. Es en esa ocasión que Martí le imparte su aprobación [como Delegado del Partido Revolucionario Cubano] a la nueva bandera. En consecuencia, desde ese día Cuba y Puerto Rico, hermanados en sus sacrificios y luchas comunes, tendrán sus respectivos pabellones basados en un mismo patrón. Es, entonces, cuando doña Micaela se sienta al piano para interpretar, a modo de celebración, el himno de los puertorriqueños, La Borinqueña, con la letra revolucionaria inspirada por el “dulce Bardo del Tanamá” —que era como le llamaba Vélez Alvarado a “Pachín” Marín—, la cual es entonada a coro por todos los presentes." [27]

Durante los años del 1898 al 1952 era un delito izar la bandera de Puerto Rico. Adoptada la bandera puertorriqueña fue utilizada por primera vez en la Intentona de Yauco el 24 de marzo de 1897. El Partido Nacionalista la acogió como su emblema en las elecciones de 1932. Blanca Canales proclamó la República de Puerto Rico en Jayuya en 1950 utilizando esta bandera y Lolita Lebrón la desplegó durante el ataque al Congreso en 1954. En los años 1916, 1922, 1927 y 1932 las cámaras legislativas trataron de oficializar la bandera sin éxito.

El 25 de julio de 1952, el gobernador Luis Muñoz Marín proclamó en acto público la Constitución del Estado Libre Asociado de Puerto Rico y por primera vez iza oficialmente la bandera de Puerto Rico junto a la de los Estados Unidos. Desde que se aprobó en 1952, el triángulo era confeccionado con un azul oscuro muy semejante al de la bandera de los Estados Unidos. Pero desde 1995, se han venido usando tonos de azul más claros. Este cambio, por no estar estipulado en ley alguna, sigue sin resolver las posibles dudas sobre los colores.

Photobucket
Instante en que Don Luis Muñoz Marín iza la Bandera de Puerto Rico el 25 de julio de 1952.

En una entrevista para el periódico Primera Hora don José Luis Pérez Aquino, propietario de la fábrica puertorriqueña Tropical Flag, nos cuenta lo siguiente:

“Es increíble que a estas alturas yo tengo que fabricar tres banderas puertorriqueñas. En ningún país tienen dos o tres banderas. Los colores son serios, las banderas son claras y describen la historia”, manifestó el dueño de la fábrica puertorriqueña que confecciona las banderas oficiales gubernamentales, entre otras.

La que más venden es “el color que es”, la color azul turquí o royal, pero “tengo que fabricar tres banderas para satisfacer las necesidades y cumplir con las distintas ideologías”.[28]

Photobucket
José Luis Pérez Aquino, fabricante y experto en banderas, viajó a Cuba en búsqueda de la historia de la monoestrellada, instruido por el historiador Ovidio Dávila.

José Luis Pérez Aquino, fabricante y experto en banderas, viajó a Cuba en búsqueda de la historia de la monoestrellada, instruido por el historiador Ovidio Dávila.

“Los independentistas me la piden azul celeste. Los que tienen planteamientos estadistas la piden azul oscuro para que se asimile más a la americana. Es la bandera azul royal, la que más se asimila a la cubana (la correcta) y es la que se usa en la gran mayoría de las agencias”, puntualizó Pérez Aquino en el reportaje del periódico Primera Hora.

“Con todo el respeto de las distintas ideologías políticas, no se trata de inventar, sino de buscar los hechos. Yo entiendo que los hechos históricos están en los archivos en Cuba... Yo como fabricante, fabrico la bandera del color que me pidan. Pero entiendo que se debe de corregir, crear conciencia en el pueblo de que la bandera tiene un solo formato en cuestión de colores, siguiendo los hechos históricos, no los hechos políticos”, concluyó Pérez Aquino.[29]
_____________________________________________________

(1) Bretos Miguel A., "La bandera del 20 de mayo", Revista Fenix. Edición No.30, Ano No.14. 1era. Quincena de Junio 2006, p.12
(2) "Narciso López", http://es.wikipedia.org
(3) Ibid.
(4) Ibid.
(5) Ibid.
(6) Ibid
(7) Toledo Cabrera, Cayetano,
"LA BANDERA CUBANA. Su Creador. Polémica y Justicia Histórica.", http://www.desdecuba.com
(8) Ibid.
(9) Ibid.
(10) Ibid.
(11) Ibid.
(12) Ibid.
(13) Ibid.
(14) Ponte Domínguez, Francisco J. 
"La masonería en la Independencia de Cuba", Editorial "Modas Magazine". La Habana, 1954. pág.44.
(15) Toledo Cabrera, Cayetano,
" LA BANDERA CUBANA. Su Creador. Polémica y Justicia Histórica.", http://www.desdecuba.com
(16) Ibid.
(17) Ibid.
(18) Ibid.
(19) Magda Resik Aguirre y Yoel Lugones Vázquez, 
"El destino de esta Bandera siempre fue Cuba", http://www.5septiembre.cu
(20) Ponte Domínguez, Francisco J. 
"La masonería en la Independencia de Cuba", Editorial "Modas Magazine". La Habana, 1954. pág.44.
(21) Morales, Gustavo, 
"Narciso López: Mercenario de la Libertad", http://elnuevocojo.com
(22) Bretos, Miguel A.,
 "La bandera del 20 de mayo", Revista Fenix. Edición No.30, Ano No.14. 1era. Quincena de Junio 2006, p.12
(23) Ibid
(24) Ibid
(25) Figueroa de Cifredo, Patria, "Pachín Marín: Héroe y poeta", (Instituto de cultura Puertorriqueña, San Juan, PR: 1967), p. 73
(26) Ibid.
(27) Dávila Dávila, Ovidio,
 "Antonio Vélez Alvarado: amigo y colaborador consecuente de Martí y Betances.", http://www.icp.gobierno.pr.
(28) Mariana Cobián,
"La bandera puertorriqueña tiene tres versiones",
http://www.primerahora.com, martes,14 de julio de 2009.
(29) Ibid.