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EN EL TEATRO FORD, DONDE ASESINARON A LINCOLN

lunes, 7 de octubre de 2013

                                            Por Jesús Méndez Jiminián

“No te preguntes qué puede hacer tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por tu país”. ~ John F. Kennedy en su discurso inaugural como Presidente de E.U., 21 de enero 1961.


A Juan Emilio Bosch Gaviño

El Teatro Ford en Washington, D.C., fue el escenario del asesinato del Presidente Abraham Lincoln la noche del viernes santo, 14 de abril de 1865. “Cinco días después de concluir la Guerra Civil de los Estados Unidos, el Presidente Lincoln asistió con su esposa y una pareja de amigos a una presentación de una comedia…” titulada “Our American Cousin”, o sea, “Nuestro Señor Primo de los Estados Unidos” de Tom Taylor.

El edificio donde se encuentra el Teatro Ford fue, en principio, propiedad de John Ford, y abrió sus puertas como tal en 1863, con unos 2,500 asientos para los espectadores. “Después del asesinato de Lincoln, fue cerrado por el Gobierno Federal. El Departamento de Guerra le alquiló a Ford el edificio un año más tarde. En 1932, se abrió como Museo Lincoln y, a mediados de la década de 1960, empezaron los trabajos de restauración. El Teatro Ford volvió a abrirse como monumento y escenario en 1968. La Casa Petersen, donde Lincoln murió, está al otro lado de la calle; sus tres pisos están abiertos al público”. 


El autor en el Teatro Ford. Washington, D.C.
En el año 2009, el edificio del Teatro Ford fue restaurado completamente por el Gobierno Federal, con una inversión de unos 25 millones de dólares. Después de un proceso de restauración de 18 meses abrió de nuevo sus puertas para celebrar, el 11 de febrero de 2009, el Bicentenario del Natalicio de Lincoln. “(…) El Presidente estadounidense, Barack Obama, asistió al estreno y retomó uno de sus credos de campaña, declarando: ‘pese a todo lo que nos divide, el Norte, el Sur, los blancos, los negros, Lincoln tenía la convicción inquebrantable de que nosotros somos, en nuestros corazones, un país y un pueblo’”. 

En el Teatro Ford hoy día
En la estatua de bronce de Lincoln y su caballo. 
se exhibe el abrigo que llevaba Lincoln el día de su asesinato, aquel fatídico 14 de abril de 1865. Desde que fue elegido Presidente número 16 de los Estados Unidos, hasta el día de hoy, sobre la figura de Abraham Lincoln, se han escritos más de 10 mil libros. Vale decir, ¡un libro por semana! Lincoln ha sido evocado más que todos los presidentes de los Estados Unidos juntos. ¡Sólo la figura de Jesús de Nazareth lo supera! Eso pude verlo al frente del Teatro Ford, donde se venden objetos y souveniles de Lincoln. ¡Aquella gigantesca montaña de libros luce imponente!

Hoy día, “De todos los presidentes en la historia de los Estados Unidos, Abraham Lincoln es probablemente a quien los estadounidenses recuerden mejor y con más profundo afecto (…) aportó una honestidad e integridad nueva a la Casa Blanca. Siempre será recordado como “el honesto Abe”. Sobre todo, se le asocia con la abolición final de la esclavitud. Lincoln llegó a ser el símbolo virtual del sueño americano en el que una persona ordinaria, de origen humilde, puede alcanzar la cúspide de la sociedad al convertirse en Presidente del país”.

El pasado 22 de agosto asistí al Teatro Ford, para una vez más testimoniar mi admiración y respeto al Presidente Abraham Lincoln.  

Abraham Lincoln. 1809-1809.
En toda su vida, Abraham Lincoln sólo pudo asistir “por un total de un año” a la escuela. Eso nos dijo ante el asombro de todos, uno de los guías que durante su intervención con un grupo de visitantes, nos daba a conocer los distintos rincones de la Casa de campo de Lincoln, en Washington, D.C., y nos hablaba de su colosal figura. La madre de Lincoln, Nancy Hancks Lincoln, se ha sabido, influyó mucho en él en su búsqueda de conocimientos, pese a que ella no sabía leer ni escribir.   

Nancy, la madre, murió cuando Lincoln tenía tan sólo nueve años. Siendo adolescente, Lincoln trabajó como dependiente en un almacén, y allí notó que a la gente le gustaba escuchar las historias que él contaba. Incluso, se dice, que muchos clientes acudían a comprar productos al almacén cuando sabían que Lincoln estaba ahí.

Lincoln hizo grandes esfuerzos por adquirir conocimientos a través de la lectura. Era un lector apasionado y voraz. Su padre  se casó nuevamente y, después de la familia haber vivido un tiempo en Kentucky, finalmente se mudaron y se establecieron en Springfield, Illinois, donde Lincoln dio muestras de facilidad para la oratoria, logrando más tarde entrar en el campo de la política y el derecho. “En 1834 fue electo para la Casa de Representantes y empezó a estudiar para convertirse en abogado”

Pocos años después, en 1839, Lincoln conoció a su futura esposa Mary Todd. “Como coincidencia, ella había nacido también en Kentucky y su familia se acababa de mudar  a Illinois. Tuvieron un largo e irregular cortejo… Finalmente se casaron en la casa de Mary en noviembre de 1842. Abraham Lincoln inició lo que sería un largo camino para convertirse en el Presidente número 16 de los Estados Unidos”.

Lincoln fue reelecto para un segundo periodo en noviembre de 1864. Inició este mandato presidencial en momentos muy difíciles para los Estados Unidos; la Guerra de Secesión entraba en su etapa más crucial. A inicios de 1865 se produjo la rendición del valeroso militar sureño, que comandaba las tropas confederadas, General Robert E. Lee. Y poco después Grant entraba victorioso a Washington.

Como señalamos anteriormente, cuando se produjo el asesinato de Lincoln la guerra norteamericana tenía apenas unos cinco días que había terminado, y muchas heridas quedaban entre los bandos que en ella participaron. Horas antes de su muerte, “Lincoln había dado un largo paseo en coche en la tarde con su esposa. Ésta observó…, que su marido se había mostrado muy alegre, con una alegría que le faltaba desde hacía años (…). Había paz. Victoria. Unión. Libertad. Esa tarde Lincoln conversó con Mary de lo que harían cuando abandonaran la Casa Blanca, al terminar su segundo periodo (…), se tomaría un largo descanso en Europa o en California; luego volverían, él instalaría quizás un estudio en Chicago o regresaría a Springfield y se pasaría el resto de sus días paseándose a caballo por aquel circuito de la pradera… Algunos de sus viejos amigos de Illinois habían visitado esa misma tarde la Casa Blanca y, dada la alegre exaltación de Lincoln al contar anécdotas, a su mujer le costó mucho trabajo llevárselo a cenar”.

A lo que anteriormente anotamos, hay que agregar, que la noche anterior, es decir, el 13 de abril de 1865, Lincoln había tenido un sueño extraño; y esa mañana, o sea, el 14 de abril lo narró en una reunión a los miembros de su gabinete, aunque ya se lo había contado a su esposa de esta forma:

“Yo estaba en un barco raro e indescriptible – dijo –. Un barco que se movía con gran rapidez hacia una playa oscura y borrosa. He tenido ese extraordinario sueño en vísperas de grandes acontecimientos, de victorias. Lo tuve en vísperas de Antietam, de Stone River, de Gettysburg, de Vicksburg”. (p. 287, en “Lincoln, el desconocido” de Dale Carnegie).

 “El Presidente – anota Carnegie – creía que aquel sueño era un buen augurio, que presagiaba excelentes nuevas, que se avecinaba algo hermoso”. (p. 288, ob. cit.).

Aquel relato angustió a la esposa de Lincoln. Aunque se ha observado que algunos biógrafos de Lincoln también se han referido a otro sueño. Pero, “Pese a estas probables premoniciones”, lo cierto, y que sepamos nosotros es, que “Lincoln subió al coche presidencial a las 8 (de la noche del 14 de abril de 1865, n. de j.m.j.) ordenándole al auriga (o sea, al cochero, n. de j.m.j.) que pasara por el domicilio del senador Harris. La hija de éste subió al carruaje, junto con su prometido, el mayor Rathburn, y a las 8:30 todos entraron en el teatro, ya abarrotado de un público que los aclamó largo rato”. (p. 177, en “Abraham Lincoln. Grandes Biografías” de Francisco Luis Cardona Castro, Edimat Libros, S.A., Madrid).

“Ya en el teatro, después de las salutaciones de rigor, Lincoln se acomodó en el sillón dispuesto de antemano por su asesino, y Mary Todd en el suyo, muy orgullosa ante el recibimiento del público. Clara Harris se instaló en la esquina opuesta del palco, y el mayor Rathburn en el sofá, bastante más atrás”. (p. 178, ob. cit.).

Han habido algunos biógrafos de Lincoln, que apuntan, que él llegó al teatro minutos después de iniciada la función de “Nuestro Señor Primo de los Estados Unidos”; pero, esto no es cierto. “La función estaba a punto de comenzar… cuando (ya estando Lincoln en el teatro, n. de j.m.j.) se escuchó el himno de los Estados Unidos y establecido el silencio en la sala, empezó la función”. (Ibid). Lincoln era un apasionado de las obras de teatro.  

Pistola utilizada para asesinar a Lincoln.
Incluso, “John Wilkes Booth se hallaba ya en algún rincón del local, preparando su pistola de cañón corto… Cuando en la segunda escena del primer acto, al aproximarse John Wilkes al palco, le detuvo el acomodador, él, con el aplomo de un actor consumado (como en realidad lo era, n. de j.m.j.,), alegó que era senador y que el Presidente le había invitado (…). Otros biógrafos pretenden que el asesino mostró una tarjeta al acomodador y le explicó que tenía que darle una noticia al Presidente, pero la verdad más creíble – dice Cardona Castro – es la que el criminal se presentara como senador, pues de otro modo es difícil que se le hubiera franqueado la entrada al palco”. (Ibid).


“Sea como fuere – apunta Cardona Castro –, el asesino continuó sin titubear y al llegar al palco encontró al mayor Rathburn, el cual, bastante asombrado le preguntó en voz baja si se había extraviado. John Wilkes, en vez de verse perdido, sabiendo que no podía retroceder, empujó al mayor, al mismo tiempo que disparó a bocajarro con la mano izquierda contra la cabeza de Abraham Lincoln, que en aquellos instantes, divertido por la situación de la comedia, había lanzado una carcajada. Lincoln alcanzado en la nuca, se hundió en el sillón, mientras el mayor Rathburn se abalanzaba contra el asesino, recibiendo una puñalada en el pecho.

El pánico se adueñó del Teatro Ford en aquellos instantes. Pero, antes se pensó que el disparo era parte de la comedia. La pistola utilizada por John Wilkes fue una “Derringer calibre 44”, que hoy se conserva en el Teatro Ford. Al dispararle a Lincoln, John Wilkes se tiró al escenario desde más de 3m. de alto, y “se enganchó una de las espuelas que llevaba con la bandera colgada sobre el palco, y al caer se fracturó el extremo distal del peroné derecho, lo que no le impidió atravesar el escenario y salir por su parte lateral gritando: “Sic semper tyrannis” (“así siempre a los tiranos”)”.

John Wilkes Booth tenía entonces 26 años de edad. Era simpatizante de los rebeldes secesionistas del Sur, y había planeado el secuestro de Lincoln anteriormente, en un plan que le fracasó con otros compañeros.

El primer médico que atendió a Lincoln una vez herido mortalmente, en el Teatro Ford, fue el cirujano del Ejército, Dr. Charles Leale, quien logró abrirse camino hasta el sillón donde estaba el Presidente. “Comencé a examinar su cabeza – dijo Leale tiempo después –… y pronto palpé con mis dedos una gran marca de sangre situada como a una pulgada por debajo de la curva superior que forma el hueso occipital”.

Y agregó el doctor Leale: “Aparté fácilmente el coágulo y pude palpar perfectamente con mi dedo meñique de la mano izquierda el agujero que había perforado la bala de su cráneo”. Este testimonio del doctor Leale había “permanecido oculto en una caja durante 147 años, hasta que la investigadora de los Archivos de Abraham Lincoln, Helena Iles Papaioannou, repasó en las líneas del informe entre la correspondencia general de los cirujanos de EE.UU. fechada en abril del 1864 escribió Julio Martín Alarcón, en un artículo titulado “El primer médico que atendió a Abraham Lincoln tras el atentado”, y puede leerse en la página web “La aventura de la Historia””.

El doctor Leale, era uno de los espectadores en el Teatro Ford de la comedia que Lincoln y su esposa presenciaban aquella fatídica noche del 14 de abril de 1865, y estaba sentado a pocos metros del Presidente. Los médicos especialistas, en cirugía, han estado debatiendo hoy día en los Estados Unidos, si Lincoln pudo haber sobrevivido, de acuerdo a los avances de la medicina moderna a aquella herida mortal.

“La bala disparada por Booth atravesó la cabeza de Lincoln por debajo de la oreja izquierda, cruzando en diagonal el cerebro, y se alojaba a media pulgada del ojo derecho. Un hombre de menos vitalidad – se ha observado – habría sido abatido de inmediato, pero Lincoln sobrevivió nueve horas, gimiendo sordamente”. (p. 292, “Lincoln, el desconocido”…).

Luego de que John Wilkes Booth lograra escapar de forma espectacular de aquel escenario, en el Teatro Ford, y tras los gritos del Mayor Rathburn en medio del asombro de todos, de: ¡Detengan a ese hombre! ¡Ha matado al Presidente! Instantes después Cuatro soldados levantaron el cuerpo de Lincoln, que era “largo y laxo”… la sangre de aquella herida fatal dejaban huellas tras su traslado a una pensión barata, la de un carpintero de apellido Peterson, frente al Teatro Ford. Algunas personas – se cuenta –, “se arrodillaban para mojar sus pañuelos en aquella sangre, pañuelos que conservarían como una reliquia y que…, legarían como inestable herencia (…)”. (p. 289, ob. cit.).

“La noticia de la tragedia recorrió Washington con el ímpetu de un ciclón (…) a la misma hora del ataque a Lincoln, el ministro Seward había sido apuñaleado en la cama y no se esperaba que sobreviviese. De estos hechos luctuosos surgieron en la noche rumores horribles, como una sucesión de relámpagos: el vicepresidente Johnson había sido asesinado. Stanton (el ministro de Guerra, n. de j.m.j.) había sido asesinado. Grant muerto de un tiro”. (p. 290, ob. cit.). Pero, todo esto último eran solo rumores.

El ministro de Guerra Stanton, ante aquellas difíciles circunstancias asumió las riendas del poder político, dada la situación de embriaguez en que se hallaba, postrado en cama en su casa,  el vicepresidente Johnson.

“Durante las largas horas de la lucha con la muerte, el doctor Leale… permaneció sentado junto a la cabecera del Presidente, teniéndole la mano”. (p. 293, ob. cit.).

En su obra “Presidente Lincoln”,
Casa de campo de Lincoln en Washington, D.C.
uno de los grandes biógrafos de Lincoln, William Lee Miller ha señalado, que eran las 7:22 a.m. de la mañana del 15 de abril de 1865, cuando se produjo el deceso del décimo – sexto Presidente norteamericano Abraham Lincoln. El doctor Leale, quien estuvo todo el tiempo a su lado, “juntó los brazos sin pulso de Lincoln, puso monedas de medio dólar sobre sus parpados mantenerlos cerrados y le ató la mandíbula con un pañuelo. Un sacerdote rogó una plegaria. Una fría lluvia azotaba el tejado. El general Barnes cubrió con una sabana el rostro del difunto Presidente, y Stanton… lloraba…” la muerte horrible de aquel gigante de la Historia, que nació entre los pobres y fue siempre honesto y gentil. Lincoln moría en un lecho extraño, el de un carpintero, como lo fue también su padre. ¿Quién diría, que Lincoln supervigilado en la Casa Blanca, y en su Casa de Campo en Washington, en cuyos jardines permanecían vigilantes de su seguridad que eran cientos de soldados, iba a morir tan fácilmente en manos de un actor mediocre, fanático del Sur en la guerra civil?

“El Presidente asesinado fue enterrado como en los tiempos antiguos se enterraba a los grandes reyes. Se emprendió un largo viaje, para llevar el cadáver de Lincoln hasta su ciudad natal. Fueron innumerables las personas que desfilaron ante el féretro antes que fuera depositado en la fosa del pequeño cementerio de Springfield”. (p. 179, en “Abraham Lincoln…”), ciudad que tuve la dicha de visitar en el verano del 2011.

“El vicepresidente Johnson sucedió a Lincoln y la vida continuó con toda normalidad en Estados Unidos – ha dicho Cardona Castro –. Pero jamás ha sido olvidada la personalidad de aquel hijo de un carpintero convertido en granjero, que primero fue abogado y después Presidente de los Estados Unidos”. (p. 181, ob. cit.).

José Martí, que apenas tenía 12 años de edad, y era estudiante en La Habana, Cuba, se ha dicho, que al enterarse del asesinato de Abraham Lincoln, “llevó por siete días un brazalete negro en señal de luto por la muerte del hombre que declaró la abolición de la esclavitud” en Norteamérica.


La Vega, Rep. Dominicana

25 de septiembre, 2013.

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