Por Jesús Méndez Jiminián
“En
general, los hombres juzgan más por los
ojos que por la inteligencia, pues todos pueden ver, pero pocos comprenden lo
que ven.” ~ Nicolás
Maquiavelo (1465-1527)
A
Matías Bosch, amigo y hermano de mil batallas
Antes de partir de visita a Washington,
en diciembre de 1952, como embajador at large y embajador extraordinario ante
la OEA, Rafael L. Trujillo tenía ciertas preocupaciones de carácter religioso y
con alguna que otra doctrina política que estaba penetrando al país.
Sin embargo, pese a que las relaciones
de su régimen y la Iglesia Católica en general marchaban bien en esos momentos,
había una marcada incidencia y auge de la religión protestante en el país y, a
la par con ello, ciertos asomos del comunismo. Estos dos hechos, incluso,
llamaron poderosamente la atención de la
jerarquía católica dominicana. Por ejemplo, el 21 de abril de 1952, monseñor
Ricardo Pittini, a la sazón Arzobispo de Santo Domingo, le escribió a Trujillo
una carta en la que, entre otras cosas, le señalaba lo siguiente: “Comprendemos…nuestro deber, no sólo
religioso sino también patriótico, convencidos de que la disolución de nuestra
Patria-decía Pittini- coincidiría con la disolución de la unidad católica. Con
razón decía el Presidente Teodoro Roosevelt- agregaba- que para conquistar a
Hispanoamérica había que conquistar antes su catolicismo. Con la misma razón,
en un reciente Congreso Comunista en Chile se resolvió apoyar por todos los
medios la difusión protestante que prepara y abona el terreno al
marxismo”. (p.252 en “La sumisión bien pagada. La Iglesia
dominicana bajo la Era de Trujillo (1930-1961)”, Tomo I de José Luis Sáez,
S.J., Archivo General de la Nación, Volumen LX, Editora Búho, Santo Domingo, 2008).
Trujillo, Balaguer, Monseñor Pittini y Héctor Bienvenido Trujillo |
Pero, pese a este mensaje de aviso,
capcioso y detectivesco de monseñor Pattini, Trujillo estaba informado por
otras vías de cuanto acontecía al respecto, y también en el litoral católico.
Esto último queda claramente demostrado al leer tan sólo algunos párrafos del
informe que le hiciera llegar a “Chapita”
en fecha 23 de julio de 1952, el entonces Canciller de la República Virgilio
Díaz Ordeñez, quien le escribe estas líneas: “Comunica nuestro Embajador ante la Santa Sede que en su jurisdicción cursan
estudios actuales los señores presbítero José Salvador Fernández, presbítero
Zenón Castillo y Roque Adames, los dos primeros sacerdotes y el último
estudiante de teología en el Colegio Pío Latino, los cuales han observado
siempre una buena conducta, tanto política como social” (p.253, Ob. cit.).
Pocos meses después a estos comentarios
del Canciller Díaz Ordoñez, recibe Trujillo otra carta de monseñor Pittini
alertándolo de la ‘infiltración
protestante” en algunos hospitales del país: “Por hoy – le dice el religioso – me limito a la infiltración
protestante en nuestros hospitales. He aquí algunos datos: En el Hospital Juan
P. Pina de San Cristóbal, hay cinco enfermeras protestantes, radicalmente
opuestas a lo católico. En el Hospital Padre Billini de esta ciudad – prosigue
-, reciben sueldo del Estado diez enfermeras protestantes, unas evangélicas y
otras adventistas. En el Hospital Salvador Gautier, el diez por ciento de los
enfermos ha caído en las redes del protestantismo” (p.24, Ob. cit.). Y casi
al final de la referida carta, le recuerda monseñor Pittini a Trujillo: “No debemos olvidar, querido Jefe, que es bien
sabido que protestantes y comunistas van de bracete para desmoronar su odiado
enemigo, el catolicismo”. (p.255).
El respaldo de Trujillo a la jerarquía
católica del país, y viceversa, era absoluto. Una muestra fehaciente de ello lo
explica su sobrino político y conspicuo trujillista el doctor Balaguer, quien
en esos días ocupaba el cargo de Secretario de Estado de Educación, desde donde
se había aprovechado para embarazar a varias profesoras, y en un discurso que
pronunciara para dejar inaugurado el Instituto Politécnico Loyola de San
Cristóbal, el 24 de octubre de 1952, día del cumpleaños de su Jefe, decía: “Trujillo ha sido el protector por excelencia
de la Iglesia Católica. Como la obra del gran gobernante ha tendido a
restablecer en toda su pureza la integridad de la soberanía nacional,
menoscabada por diversos factores que han corrompido las bases de nuestra
formación histórica, el apoyo a la Iglesia ha formado parte de una serie de
reivindicaciones patrióticas emprendidas por el gran dominicano desde que
asumió la responsabilidad de conducir los destinos nacionales. Después de haber
dotado – agregaba – a la Iglesia de personalidad jurídica, Trujillo no ha
cesado de reforzar en el país, con todo género de providencias, la acción del
catolicismo que representa el sentimiento de casi la universalidad de la
población dominicana”. (p.257, Ob. cit.).
Lo más relevante de este discurso de
Balaguer aquel día, vendría luego con estas palabras: “Lo extraño es – decía – que
Trujillo ha hecho por la Iglesia, desde la rectoría de la vida nacional, lo que
no hicieron Meriño ni monseñor Nouel cuando fueron Jefe de Estado. A ninguno de
esos dos jerarcas católicos se les ocurrió siquiera dotar a la Iglesia, a su
Iglesia, de personalidad jurídica, o poner en marcha providencias dirigidas a
fomentar el amor a la carrera
eclesiástica entre la juventud dominicana… estaba reservada íntegramente a
Trujillo la gloria de salvar la religión que fue, desde los orígenes de la
nacionalidad, una de las columnas de la Patria”. (Ibid). ¡Sea usted el
jurado amigo lector!.
Meses más tarde a estas alabanzas de
Balaguer al “Jefe”, el 16 de julio de 1954, se lograba el Concordato entre la
Santa Sede y el Estado dominicano rubricado en el Vaticano por monseñor
Tardini, representando al Papa Pío XII, y el tirano Trujillo por la República
Dominicana, que entre otras cosas, reconocía a la Iglesia Católica como “sociedad perfecta”, garantizándole en la
República Dominicana, “su poder
espiritual…así como el libre y público ejercicio del culto”. Trujillo llevó
entre otros títulos durante su nefasta dictadura el de “Padre de la Patria Nueva”;
y Balaguer, mucho tiempo después del asesinato de su líder, el 30 de
mayo de 1961, fue proclamado por el Congreso Nacional “Padre de la Democracia Dominicana”. ¡Cosas veredes Sancho!.
Jesús Méndez Jiminián |
Santiago de los Caballeros, Rep. Dom.
20 de
mayo del 2014.
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