Por Jesús Méndez
Jiminián
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DE “LA CULEBRA DE SAN JUAN” A
“LA CULEBRA DE SAN BLAS”
Abreu y Fernández señala en sus apuntes un suceso importante acaecido
en La Vega dos años antes de concluir la dictadura de Lilís (1899); anota el
autor, tomando el dato del acucioso historiógrafo vegano, Jovino Espínola, que
hacia 1897 “unos diez o doce operarios más
de la zapatería” del padre de éste, organizaron una comparsa llamada “La culebra de San Juan”. Esto deja
claro algunas cosas. Primero, que ya habían clases sociales en La Vega.
Segundo, y esto es muy importantes, se tiene ya, tal y como dice Abreu
Fernández, “la primera prueba documentada
de una manifestación carnavalesca” en La Vega. Y tercero, y no menos
importante, deja claro que ya las celebraciones del carnaval en esta ciudad,
todavía con aires rurales, eran “algo de
costumbre”. ¿En cuales años comenzaron a aparecer? No lo sabemos todavía.
¿Qué representaba la
“Culebra de San Juan”? Abreu Fernández al tomar el dato de Jovino
Espínola, apunta que: “Para ese tiempo
(es decir, el año de 1897, n. de j.m.j.), mi padre era dueño de la primera fábrica
de calzados existente en esta ciudad, cuyos obreros pasaban de veinte, siendo
la mayoría de ellos de la capital; el resto eran cibaeños, cubanos y
puertorriqueños”. Y a seguidas, Abreu Fernández nos brinda el dato clave al
respecto cuando dice:
“Conforme a las crónicas, desde 1820 se celebraban
en la villa Trinidad (Cuba, n. de j.m.j.), provincia de Sancti Espíritus, los
carnavales sanjuaneros con motivo del solsticio de verano los que tenían lugar
desde el 30 de mayo al 30 de junio en honor a San Juan, cuya celebración
principal se efectúa el 24 de ese mes y que concluían con un desfile de
comparsas que incluían las siguientes: Taita la Lanza (sátira a la corrida de
toros). Comparsa de los Pitos (pitos de caña brava); El gallo, La Gallina, y La
Culebra, es decir: La Culebra de San Juan. Es de deducir – anota --, con lógica
justificación, que alguno o algunos de los operarios cubanos que trabajaron en
el taller de zapatería del padre de don Jovino ponderaría la idea y el
argumento de esta representación para escenificarla…” (p. 44).
Así, una enorme serpiente hecha a mano iba enroscada al cuerpo de uno
de los participantes de la comparsa, mientras los demás pintados de negro,
armados con lanzas, y desnudos de la cintura hacia arriba rodeaban al personaje
del centro que iba muy asustado, además, por el reptil que llevaba alrededor a
su cuerpo. Mientras hacían el recorrido por las calles de La Vega, los de la
comparsa entonaban cánticos alusivos a la acción escenificada, algunos de los
cuales aparecen en la obra en cuestió
Otra de las comparsas de la época, era la conocida con el nombre de “La Culebra de San Blas”. Abreu
Fernández, siguiendo la misma fuente, es decir, los datos aportados por
Espínola, nos cuenta que esta comparsa se escenificó por primera vez, en La
Vega, el 27 de febrero de 1910. Respecto a San Blas, dice Abreu que es el “santo patrón de los enfermos de la garganta
y de los cazadores, y cuya festividad celebra la Iglesia Católica el día 3 de
febrero”. La comparsa de San Blas estaba compuesta de la forma siguiente,
detalla Abreu: “El finado Fello Mejía (el
personaje central, n. de j.m.j.) estaba vestido con un vistoso disfraz de
indio, armado con arco y flechas, e iba delante con la culebra en forma de
espiral enroscada a su cuerpo. Detrás iban los demás comparsantes vestidos de
cazadores, armados de escopetas de pistón, cuerno y demás aderezos de cacería,
e iban cantando” algunos cánticos también (p.50).
A modo de conclusión respecto a las comparsas, Abreu Fernández destaca,
que luego con el paso de los años aparecieron otras con objetivos y criterios
distintos a las dos comparsas a las que nos hemos referido, y en las que,
incluso, se hacían alusión a ciertos personajes históricos. Pero, en lo que
respecta específicamente a las de “La
Culebra de San Juan” y “La Culebra de
San Blas”, el autor vegano puntualiza lo que copiamos:
“Como puede apreciarse (…)
las comparsas La Culebra de San Juan y La Culebra de San Blas no produjeron
ningún impacto importante, ni en la temática ni en el sentido contestatario en
las que posteriormente aparecieron en el Carnaval Vegano. La importancia reside
en – aparentemente – haber sido las únicas de su época reseñadas íntegramente,
y consecuentemente su impacto es referencial o histórico, circunstancia que ha
sido aprovechada por los promotores e historiadores del Carnaval Vegano para
destacar su existencia desde finales del siglo XIX” (p.55).
Una interrogante que de seguro ha ansiado el lectoral, encontrar y ver
su respuesta, a través de estas anotaciones respecto al carnaval vegano, es la
siguiente: ¿Son los diablos cojuelos
auténticamente de La Vega, o fueron traídos aquí de otro lugar?
La figura del “diablo” señala
César Arturo Abreu, aparece en el siglo X de la Era Cristiana, en Francia,
cuando se representaba la lucha entre “el
bien y el mal”; su personificación e identificación es “la de un ser con dos cuernos, una barba alargada, una cola y un
tridente”. Esa concepción, nos apunta el autor vegano, viene desde los
primeros tiempos del cristianismo cuando los romanos buscaron como elemento
contrario al Dios Pan, que era el dios de los pastores, al que vino a representar
el mal, que no era otra cosa que la figura de Lucifer o el Diablo. O mejor
dicho: Satanás. En el siglo XVI al Diablo, en lugar del tridente le pusieron
algo entonces novedoso: vejigas “para
infligir castigos”.
El término “diablo” señala el
autor, aparece en “Don Quijote de la
Mancha” del célebre Miguel de Cervantes Saavedra; pero el de “Diablo Cojuelo” es propio de Luis
Valdez de Guevara, quien bajo este título publicó una novela suya, en 1646.
“Como personaje de carnaval – anota Abreu
Fernández citando a Dagoberto Tejeda de su obra “El Carnaval Dominicano:
Antecedentes, Tendencias y Perspectivas” -, el Diablo Cojuelo llega a la isla
de Santo Domingo con los colonizadores españoles…”. Algunos autores criollos
sitúan su aparición en 1520; otros en 1578.
En Santo Domingo, en la época de la dictadura de Ulises Heureaux
(Lilís) – y se tiene documentación de ello -, aparecen los “diablos cojuelos” en el carnaval, en sectores como La Marina
y la Zona Colonial. Eran pandillas de
jóvenes vestidos de un mismo color, rojo o negro, con vejigas y “profusión de cascabeles y campanillas, y
con un rabo”. Incluso, los de un sector usaban un color distinto al otro.
¿Vinieron entonces
de Santo Domingo a La Vega los “diablos cojuelos”? Al respecto no hay una
documentación que pruebe certeramente esto. Pero lo que si es cierto, es la
atribución a un ingeniero italiano de nombre Alfredo Scaroina de haber traído a
La Vega, en 1906, los diablos cojuelos. Scaroina había venido a La Vega a
radicarse desde la Capital, ya que fundó una sociedad carnavalesca llamada “El Acero”. Eso sí, los personajes
representados como diablos veganos, según el historiador vegano Mario
Concepción, citado por Abreu Fernández, “llevaban
disfraz sencillo totalmente de color rojo… las caretas eran sencillas, con dos
chifles, sin cintas colgando, ni espejos, y uno que otro con cascabeles”.
Puede, por tanto, verse que los diablos veganos representaban algunas variantes
respecto a los de la Capital.
Sin embargo, puntualiza Abreu Fernández: “Es posible que por falta de documentación nunca podamos establecer la
verdadera procedencia y origen del Diablo Cojuelo Vegano, y aunque admitimos
que la aparición del personaje fue primero en Santo Domingo, eso no implica que
el vegano tuviese su origen derivado del diablo capitaleño. Más bien nos
inclinamos a pensar que ambos tuvieron como matriz a España y que uno llegó
primero y el otro después. A fin de cuentas, son diablos los dos”.
El autor es escritor, ingeniero, miembro de la
Academia Dominicana de la Historia y de la “Cátedra
José Martí” en la UASD.
West New York, USA. 4 de mayo de 2012. |
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