Por Jesús Méndez Jiminián
SEGUNDA PARTE Y FINAL
Tras la desaparición física de Santana, en 1864, y finalizada la Guerra
de la Restauración, con la salida de las tropas españolas de nuestro territorio
(1865), Báez inaugura su tercer período de gobierno al juramentarse como
presidente el 8 de diciembre del 1865 ante la Asamblea Nacional. En la ocasión,
el padre Meriño retrató en cuerpo y alma a Báez, en un discurso que resultó ser
un dolor de cabeza para el caudillo azuano, exhortándole, que pese a todo la
Republica se “ha mantenido pura en medio
del sufrimiento”; y que el “vicio y
el crimen, apoyados en brazos de la tiranía, invadieron los puestos públicos e
hicieron de los bienes de la nación su patrimonio”. Báez replicó a Meriño
tras aquellas enérgicas palabras, recordándole: “yo nunca he andado descalzo vendiendo palomas en estas calles”. Meriño
logró convertirse años después en el primer sacerdote en América, en dirigir un
Estado. Asumió el cargo el 1 de septiembre de 1880.
No hay dudas de que Báez “engañó
más de una vez a quienes trataban de retratar su personalidad”. El
comisionado norteamericano Samuel Hazard, en 1871, visitó a Báez en varias ocasiones,
y nos dejó esta imagen del caudillo:
“El Presidente Báez es un hombre elegante y
agradable, de mediana estatura y buena apariencia. Tiene cincuenta y siente
años justos, y en ningún caso se le podría tomar por otra cosa que por español
si no fuese por su cabello, cuando gira la cabeza, presenta una cierta
semejanza con el pelo característico de los africanos. Habla el francés tan
bien como el español, pero él inglés solo tolerablemente. Parece completamente
franco”.
El tercer “período de Báez trajo
consigo numerosos movimientos revolucionarios”. Un triunvirato compuesto
por los generales Gregorio Luperón, Pedro A. Pimentel y Federico de Jesús
García lo sustituiría el primero de junio de 1866. Su destino sería Curazao.
Retornaría al país en mayo de 1868, para iniciar su cuarto período de gobierno
hasta el 2 de enero de 1874. Este período se conoce en nuestra historia como el
de los “Seis años”. Más de treinta
rebeliones se producen por estos años contra su régimen. Cabral y Luperón no le
dieron tregua a Báez. Su intento de anexión a los Estados Unidos fue motivo de
muchas adversidades y confrontaciones, que tuvieron en Luperón su mayor
oponente.
El célebre autor de la obra “Don Juan Tenorio”, José Zorrilla,
conoció a Báez personalmente en una travesía por el Caribe, por aquellos años,
y lo describió con estas palabras:
“(…) Hablaba de la política, de la literatura
y los personajes influyentes de España y las Antillas con un conocimiento y un
aplomo, con una moderación y un tacto tan especial que descarriaba todos los cálculos
(…)”.
Las recepciones que Báez ofrecía a amigos especiales y a mujeres con
las que establecía relaciones intimas, se dice, que era extravagantes: se
disfrutaban los buenos vinos de Rhin y de Bordeaux, la champagne, buenos
jamones y exquisitos quesos traídos desde Europa; las frutas de todas clases
abundaban en la mesa y, la buena música de entonces nunca faltaba en sus
banquetes.
Como aficionado que fue a los caballos, era un deleite para Báez pasear
en ellos a sus presas femeninas. Una dama de nombre Julia Ward Howe que conoció
a Báez, publicó de él en un periódico neoyorquino, en 1871, lo siguiente:
” (…)
Permítanme describirlo… brevemente como a un hombre cordial y cortés, de rostro
inteligente y voz agradable. Es de estatura regular; de una edad que anda entre
los cincuenta y sesenta años. Su tez revela una ligera mezcla de sangre
africana; pero sus ojos son azules y su pelo un poco rizado. Es ciertamente de
distinción a menos que su cara mienta”.
Báez era sumamente obsequioso y detallista con las mujeres. Se afirma
que hasta con los niños, los ancianos y sus parientes. Realizaba “frecuentemente donativos de dinero en
efectivo, y ofrecía fiestas especiales…”. Según detalles de sus cuentas
personales, los gastos mensuales de Báez oscilaban entre los 218 y los 616
pesos; una cantidad de dinero muy apreciable para entonces. Se ha afirmado, que
a Báez le gustaban las peleas de gallos, aunque hoy día lo hay constancias de
sus visitas a galleras. Lo cierto es, que Báez si sabia, de entre cien gallos,
si el que canta “es pinto o, es el
canelo”. Su hermano Damián con el que fue más afín, sí era dedicado a estas
lides. Era también el que llevaba los records de sus cuentas y de los trabajos
que el personal bajo su dependencia realizaba para Báez.
Es sabido al día de hoy, que “Báez
fue un solterón toda su vida (…). Su pasión por una falda era un secreto a
voces en todos los confines de país y fuera de aquí”.
Se conoce con toda seguridad, que cuando Báez dio la orden de fusilar
al poeta e intelectual Manuel Rodríguez Objío, una señora se le presentó para
pedirle de rodillas, clemencia para la victima, a lo que él dijo: “Levántese, Señora! Si su belleza pudiera
salvarme del enemigo, yo la perdonara”.
La joven y elegante dama “era de
la familia Godoy, los que conocían el donjuanismo de Báez – dice Rodríguez Demorizi
–, la escogieron, exprofeso, para esa piadosa misión…”
Que sepamos nosotros, Buenaventura Báez y Méndez, dejó descendientes
con las siguientes mujeres, según investigaciones que hemos llevado a cabo, y
publicamos en nuestra obra “El Presidente
Báez y La Vega (1849-1878)”:
“Férmina Andújar, con quien tuvo una hija: Amelia.
Con la señora Teresa Batista, tuvo tres hijos: Carlos Báez Batista, Manuel
María Báez Batista y Pablo Báez Batista.
Con María del Carmen Cordero, a quien hizo la
promesa de matrimonio que nunca llego a consumarse, tuvo un hijo: Félix Báez
Cordero. La señora Corina Dupont, de nacionalidad francesa, establecida en
Saint Thomas, fue amante de Báez también. Con ella tuvo dos hijos: Manuel Báez
Dupont, a quien llamaban Manolito, y María Báez Dupont.
Con la señora Concepción Machado y Peralta, viuda
del señor Martin Miura, Báez tuvo dos hijos: el doctor Ramón Báez Machado y el
ingeniero Teodoro Osvaldo Buenaventura Báez y Machado.
Ramón Báez y Machado ocupó diversas posiciones
públicas de importancia, entre ellas: diputado, Presidente del Ayuntamiento de
Santo Domingo, y Presidente Provisional
de la República… 1914.
Finalmente, con la señora Josefa Silverio,
Buenaventura Báez tuvo un hijo: el general Francisco Báez, quien durante el
gobierno de Alejandro Woss y Gil, en 1903, ocupó el cargo de gobernador de
Azua”. (p. 44).
Como puede
apreciarse, Báez reconoció a todos sus hijos; los dejó en buena posición
económica y les brindo muy buena educación.
En mayo de
1869, Báez tramitó con Edward Hartmont y Compañía un préstamo que inicialmente
era de 757,000 libras esterlinas. El Congreso Nacional redujo la cifra en
20,000. “… Báez consiguió el préstamo, no
con el supuesto fin de construir carreteras y ferrocarriles, sino mas bien –
dice Hauch – para redimir parte del papel de moneda y para hacer frente a sus obligaciones
políticas y gubernamentales”. Este se constituyó en uno de los peores
desastres económicos de nuestro país.
El corresponsal
norteamericano Andrew D. White en su “Autobiografía”,
reseñó de Báez en la década de los años 70 del siglo XIX, estas palabras:
“Un gobernante que triunfa gobernando a las mujeres, está seguro de la
obediencia de los hombres”.
¿Y usted que
piensa?
El autor es ingeniero, escritor, miembro de la Academia Dominicana de
la Historia y de la Cátedra “José Martí” en
la UASD.
Princeton University, New
Jersey, USA.
11 de abril de 2012.
1 comments:
quisiera obtener más información sobre Corina Dupont, somos descendientes de ella y Buenaventura Báez, sabe algo sobre la familia francesa de Corina?
7 de diciembre de 2012, 13:09muchas gracias
Yolanda Sala Báez
antropóloga peruana
mysbaez@gmail.com
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