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SANTIAGO DE AYER: EL NORTEAMERICANO QUE CONSTRUYÓ EL PUENTE DE GURABITO

jueves, 18 de octubre de 2012



POR JESÚS MÉNDEZ JIMINIAN

 “No, mi amigo, yo no le nombro Interventor de Aduanas, porque Ud. hace gritar la gallina al desplumarla”. ~ “COSAS DE LILIS” de Víctor M. de Castro.


 SE HIZO POR LA SUMA DE TRES MIL PESOS

Antes de instaurarse en el país la dictadura de Lilís, ya que se debatía en el Ayuntamiento de Santiago de los Caballeros, una obra considerada de trascendental importancia vial  para esta ciudad: el puente sobre el arroyo Gurabito.

Una muestra de lo que anteriormente citamos, es el hecho de que en la sesión del 14 de Agosto de 1885, en uno de los temas que se debatían se acordó lo siguiente: “Nombrar una comisión compuesta del Presidente, Sindico y regidores T. Cordero y R. Muñoz, para que procuren avistarse con el ingeniero don E. Gros (norteamericano, n. de j.m.j), y traten de averiguar bajo qué condiciones se encargaría de la construcción de un puente sobre el arroyo Gurabito ” Y más adelante, decía la referida resolución, lo siguiente: “Tomar en consideración las proposiciones del ingeniero E. Gros”.

Sin embargo, debemos de destacar aquí, que otros profesionales de la ingeniería, norteamericanos, también se encontraban siendo consultados entonces por las autoridades municipales. Y en la sesión  celebrada por el Honorable Ayuntamiento del municipio de Santiago, podemos apreciar que en fecha de 17 de Agosto de 1885, es decir, apenas tres días después de la anterior, se consignó lo que copiamos: “Se dio lectura a una solicitud suscrita por el ingeniero norteamericano Lawren B. Bidwell, en el cual propone al ayuntamiento la construcción de un puente sobre el arroyo “Gurabito” por el camino recto, de 39 varas de largo y 9 de ancho total, por la suma de tres mil pesos o bien encargarse de la dirección de la obra por la retribución de cinco pesos diarios.

¿Cómo llegaron los ingenieros E. Gros y Lawren B. Bidwell a Santiago? En el caso de Gros no hay informaciones que hayamos encontrado todavía sobre su permanencia en Santiago; pero en el caso de Bidwell, debemos de señalar, que antes de trasladarse a vivir a Santiago, tenía residencia en La Vega como él mismo manifestó en una de sus intervenciones en la Sala Capitular del Ayuntamiento; allí parece ser que estaba siendo consultado sobre el proyecto de canalización del río Yuna.

El ingeniero Gros expresó también ante los miembros de la Sala Capitular del Ayuntamiento de Santiago, señalando que: “estaba dispuesto a llevar a cabo la construcción del puente sobre (el arroyo) Gurabito, por el camino de Jacagua, por la cantidad de dos mil quinientos pesos, o bien encargarse de la dirección de la obra por la suma de $300”.


 El señor Gros  “Presentó un presupuesto… de todos losmateriales y efectos necesarios para la construcción de la proyectada obra”.

La obra era tan importante para Santiago, que desde entonces la sala capitular comenzó a celebrar sus secciones casi a diario. Por ejemplo, las autoridades municipales contactaron de nuevo al señor Bidwell para que asistiera  a la sesión extraordinaria del día 18 de agosto de 1885 en la tarde. Los miembros del honorable Ayuntamiento eran entonces: don Augusto Espaillat, presidente; C. Sully Bonnelly, sindico, y los señores Rafael Muñoz, José Tolentino, Miguel Muñoz, Leonidas Ricardo y Teófilo Cordero Bidó, en su condición de regidores, Lorenzo J. Perelló hijo, era el secretario
. 


 A la sesión celebrada el 20 de agosto del indicado año se presentó, para exponer sus servicios, el destacado maestro de la construcción santiagués, don Onofre de Lora, quien declaró que: “se presentaba ante el Hon. Ayuntamiento (…) porque había recibido la comisión de este Ayuntamiento para tratar de la construcción de un puente sobre el arroyo de Gurabito, y que… estaba dispuesto a contratar con él dicho puente por la suma de $1000, como había convenido con algunos de los miembros de la Sociedad El Progreso; había advertido a la dicha comisión que, aunque hubo preliminares de contrato por la suma referida, éste no pudo llevarse a cabo por la introducción de importantes modificaciones”. De Lora, ante esta nueva situación, según se señala en el Boletín Municipal, índico que la obra valía al menos unos dos mil pesos, “suma por la cual estaba dispuesto a realizarla”.

Sin embargo como expresó el mismo Onofre de Lora, “no se llegó a ningún avenimiento (SIC)…” con la comisión designada por el Ayuntamiento local.

Poco después de esta decisión de De Lora, el Ayuntamiento en pleno acompañó días posteriores al ingeniero L.B. Bidwell al lugar donde se levantó el puente, y se recomendó que tomara “Las medidas convenientes en particular, y que asegurara la solidez, estabilidad y demás garantías de la obra…”. 

En la sesión del día 22 de agosto de 1885, se presentaron los planos del puente, que fueron llevados a cabo por el ingeniero D.E Gros. A esa reunión se presentó Bidwell  acompañado de un paisano suyo, el señor James Palmer.

El Ayuntamiento le solicitó, en esta sesión, a Bidwell, documentación de su título de ingeniero, quien a su vez le indicó tenerlo guardado con su residencia de La Vega. Sin embargo, los miembros de la sala capitular de Santiago quedaron satisfechos de las recomendaciones hechas por Bidwell sobre la construcción del puente en cuestión.

Por su parte, la Sociedad “El Progreso” había señalado al Ayuntamiento local, su disposición de cubrir parte del monto acordado para levantar el puente de Gurabito, de acuerdo a sus disponibilidades.

En la sesión del día 24 de agosto de 1885, se resolvió invitar para el día 25 de agosto a los señores: el Gobernador de la provincia, señor J.M. Glas y Pílades Steffani, F. Llinás, Onofre de Lora, E, Diaz, Julio J. Julia, Pedro Patxot, J.J. Hungria, Augusto Gonzalez, Pbros. Juan Luis Pérez y Emilio Santelises “para presentarle el plano y oir las observaciones que estos señores creyesen prudentes para el mejor éxito de la obra…”.

El ingeniero Bidwell acudió a la sesión del 25 de agosto de 1885, y contestó; después de presentar los planos, todas las preguntas pertinentes de los presentes sobre el desarrollo de la obra; en esa misma sesión fueron aprobados a unanimidad dichos planos.

Para establecer las bases del contrato con el señor Bidwell, se designó una comisión compuesta por las siguientes personas: Teófilo Cordero, Rafael Muñoz, C. Sully Bonnelly, Carlos Bello y Lorenzo J. Perelló; estos dos últimos, en su calidad de abogado y tesorero municipal, respectivamente.

Por aquellos días, también se le había propuesto, en Santiago, al ingeniero Bidwell, la construcción de una cárcel. Tal dato puede comprobarse del acta de la sesión llevada a cabo el 20 de octubre de 1886, en el Ayuntamiento local. Es muy probable que esta cárcel que construyera Bidwell sea la que se encuentra en la Fortaleza San Luis, hoy.

Lo cierto es, que Bidwell concluyó el puente de Gurabito en el año 1887. La Tesorería municipal en su “Resumen General de los ingresos y egresos” del año 1887 reportó, por ejemplo, que por concepto de la “una cuenta de lo gastado en hacer una calzada en los cimientos del puente de Gurabito”, se erogó la suma de $197.42 ½”. Otro dato es, que por concepto de la pintura de dicho puente se gastó: $25.40; de igual forma, a Bidwell le fueron entregados sus $300.00 en su calidad de Director de la obra.

Como dato curioso, el ingeniero Bidwell se quedo viviendo en Santiago donde se desempeñó también como profesor de matemáticas en la escuela “San Lorenzo” donde recibió un pago mensual de $20. De igual modo, ese mismo año, 1887, le fueron pagados a Bidwell la suma de $16 por “reconocimiento en la iglesia N.S. del Carmen y las piedras de la Angostura”.

En la sesión del 23 de noviembre de 1886, en el Ayuntamiento de Santiago, aparece con relación al ingeniero Bidwell, lo siguiente: “El Síndico expuso que: como el señor Rafael A. Reinoso no podrá continuar dando clase de aritmética en el “Colegio Central”, por haber sido nombrado Inspector de escuelas… pedía que en su remplazo fuese nombrado el señor Lawson B. Bidwell”.

Como hemos podido apreciar, el ingeniero Bidwell hizo notables contribuciones a Santiago de los Caballeros. Ahora bien, cabe preguntarnos, ¿Quién le ha rendido tributo a sus aportes? Debería, al menos, un centro educativo de Santiago honrar la memoria del ingeniero Lawson B. Bidwell. “Honrar, honra”. Sea usted el jurado.
                             
El autor es ingeniero, escritor, miembro de la Cátedra “José Martí” de la UASD y de la Real Sociedad de Historiadores.

¿DEBE LA IGLESIA CATÓLICA SEGUIR ACOGIENDO LOS RESTOS DE LILÍS?

domingo, 14 de octubre de 2012


Por Jesús Méndez Jiminián 


 “El amor a la Patria nos hizo contraer compromisos sagrados para con la generación venidera; necesario es cumplirlos, o renunciar a la idea de aparecer ante el tribunal de la Historia con el honor de hombres libres, fieles y perseverantes.” - Juan Pablo Duarte


Ulises Heuareux Lilís
  El pasado 17 de septiembre del presente año, apareció en la página 18 del prestigioso periódico vespertino y gratuito de Santiago de los Caballeros, Voz Diaria, Año 2, Número 356, un trabajo calzado con la firma del señor Luis Ramos, en Puerto Plata, cuyo titulo decía: “EN PUERTO PLATA QUIEREN LOS RESTOS DE LILÍS”

 En los detalles del escrito en cuestión, el autor copia textualmente unos argumentos planteados por el director del periódico digital puertoplateño, “PUERTO PLATA HABLA”, licenciado Manuel Emilio Gilbert, donde explica “sus razones” para que los despojos mortales del dictador Ulises Heureaux Lilís, sean trasladados desde la catedral Santiago Apóstol, donde se encuentran hoy, hasta la ciudad de Puerto Plata; y una vez allí, sean colocados en la catedral San Felipe o … un mausoleo que se levante en la necrópolis de su pueblo.Veamos ahora algunos datos sobre el personaje en cuestión. 

Imagen del futuro dictador
Una de las consideraciones que expone el licenciado Gilbert, citado en el aludido trabajo por el señor Luis Ramos, para tales propósitos, es que el dictador Lilis (1845-1899) participó y luchó “a las ordenes del general Gregorio Luperón” en la Guerra Restauradora, obteniendo de dicha campaña el grado de Alférez, “rango con el que formó parte del Estado Mayor del adalid de la Restauración”. Todo eso es muy cierto. Incluso, hay algo más: el propio general Luperón al enjuiciar luego la figura de su antiguo protegido al que acogió como un hijo, señaló de él, que “Fue uno de los más valientes guerrilleros de la Compañía del valiente Capitán Severo Gómez, en Maluis, cuya compañía servía de exploradora y de vanguardia en el sitio heroico de que con sublime bravura sostuvieron dos años contra la Fortaleza. Allí fue herido” Lilís en uno de los combates. (Ver “Notas Autobiográficas y apuntes históricos” del general Gregorio Luperón, Tomo III, página 385). 

 Más adelante, dice el propio general Luperón en estas mismas “Notas Autobiográficas y apuntes históricos” sobre Lilís, esto que copiamos: “Perseguido después por el salvaje General Miguel Lovera, como Gobernador de Báez en Puerto Plata, Heureaux se embarcó y se fue a las Islas Turcas a reunirse …(con Luperón, n. de j.m.j.). Acogido como hijo por Luperón, fue colocado en su Estado Mayor, donde cultivó su clara inteligencia, instruyéndose prácticamente en todos los conocimientos militares”. (p.386). Y en verdad, Lilís, fue astuto, inteligente, sagaz, fabulador, embaucador, simulador; y también logró convertirse luego en un cruel y sanguinario asesino. 

 Asimismo, “para fines del año 1865, a la caída del Presidente Buenaventura Báez, vino (Lilís, n. de j.m.j.) a la Capital- dice Víctor M. de Castro-, acompañando al Gral. Luperón, como Teniente de su Estado Mayor” (Véase “Cosas se Lilís” del citado autor, p.10). 

De Castro luego comenta, que cuando el Presidente Cabral nombró a Luperón como Gobernador de Puerto Plata, éste hizo a Lilís su Secretario particular y “lo ascendió a Capitán” (p.12). Así, en 1867, Lilís, fue promovido por el propio Luperón a “Comandante y designado Jefe del Batallón San Felipe, a la cabeza del cual salía a combatir las fuerzas baecistas que al mando del Gral. Dionisio Troncoso insurreccionaban aquella región”. (Ibíd). 

 Pero hay más. A la caída del gobierno del General Cabral (enero de 1868), Luperón y Lilís junto a otros compañeros, se fueron “a los campos del Sur, año 1869, a combatir al lado del Gral. Cabral, la cuarta Presidencia de Báez, campaña que duró seis años” (1868-1873). Precisamente, en uno de los combates de este periodo, escenificado en el Sur del país, Lilís recibió una herida que puso su vida en peligro; salvó milagrosamente, obteniendo el rango de General de Brigada. 

 Con la llegada al poder de Ignacio María González (noviembre de 1873), Lilís se traslada con Luperón a Puerto Plata sin ocupar cargo alguno, hasta la llegada a la Presidencia del gran patriota santiagués Don Ulises Francisco Espaillat, (abril de 1876), que lo designa en su gobierno de apenas seis meses como Comandante de Armas de la plaza de Puerto Plata.

 Con la caída del gobierno de Espaillat, Lilís se dirige a acompañar al general Luperón a Saint Thomas, y desde allí pasa luego a Juana Méndez, Haití, donde sobrevive montando un negocito o pulpería. Recibió en este lugar un balazo que le “inutilizó el brazo derecho”, dice de Castro en su obra “Cosas de Lilís”, (p.14). Encontrándose en Haití, Lilís recibe a Damián Báez, hermano de Buenaventura Báez, y acuerda con éste que no le hará a su gobierno (el de su hermano, Buenaventura Báez, 1876-1878) campaña revolucionaria. Tiempo después, Báez es echado del poder y sustituido por González (marzo-mayo, 1878), gobierno que dura apenas 56 días, al ser sacado por las fuerzas de Cesáreo Guillermo, en mayo de 1878.

 LILÍS, EL MINISTRO

 Lilís en este nuevo escenario se alía a las tropas del general Memé Cáceres en el Cibao, y logran derrocar a Guillermo (mayo-julio 1878), quien lo había designado, en 1879, Delegado del Gobierno en el Cibao. Ocurre aquí la primera señal de un Lilís traicionero y ambicioso, aventurero y taimado; con sed de gloria y poder, capaz de hacer cuanto sea necesario para conseguir sus objetivos y propósitos sin importar los medios.

 Con la llegada del general Luperón al poder, en 1879, Lilís es designado Ministro de Guerra y Delegado Especial. Sin embargo, el gobierno del prócer puertoplateño seria breve. En 1880, el Partido Nacional o Azul de Luperón continúa en el poder llevando a la Presidencia de la República al Padre Meriño (1880-1882), quien nombra a Lilís como Ministro de lo Interior y Policía, por recomendaciones del propio Luperón, su líder, mentor y guía. 

 “En este puesto-dice Rufino Martínez, en su obra “Hombres Dominicanos” – emplea (Lilís, n. de j. m.j.) hábilmente las argucias que desde años anteriores desplegara con ánimo de conocer en los compañeros y en los contrincantes el lado flaco y vulnerable (algo que luego veremos, quiso experimentar con Luperón, y logró hasta cierto punto, n. de j.m.j.). Es decir, -continúa Martínez señalando –que del trato y conocimiento de individuos de poca significación, pasaba al trato y conocimiento de la gente de cuenta (…) Esta apreciación le valió para los fines personales, muy ajenos a los del partido; pues para ello lo más imprescindible era saber qué políticas le convenía tener de su parte, ya porque pudiesen ser émulos formidables, ya porque en algún sentido le pudieron servir de peana”. (pp.83-84). 

 Ocupando la posición de Ministro de lo Interior y Policía, Lilís, se dirigió en persona hacia el Este del país a sofocar un movimiento insurreccional liderado por el general Cesáreo Guillermo, y estando en el frente de un combate en la loma del Cibao recibió un balazo que le atravesó el pescuezo. “Uno de los generales que dirigían las columnas de vanguardia, viéndole allí tendido sin señales de vida, exclamó: se fuñó el negro. Era servidor suyo en campaña, un haitiano listo y entendido en la cura de heridas mediante hojas y zumos. Tan pronto alcanzó a ver al amo tendido y sangrando acudió a él… y le sacudía con ambas manos la cabeza. El herido volvió (…) A la media hora se incorporó, y requiriendo su sable avanzó hacia los compañeros, que fueron sorprendidos con un ¡pa’ lante muchachos! del que daban ya muerto. Terminada la acción fatalmente para los rencionarías, fue inútil pedir indulto para ellos. Se cumplio la ley, y ejecutaron” hasta un cuñado de Lilís. (p.84-85).

 MERIÑO SE OPONE A LILÍS 

 Lilís se hacia más grande, y pese a las negativas del Padre Meriño para que Lilís le sucediera en la Presidencia de la República (1882-1884), Luperón lo propuso y apoyó para tales fines. Dice el puertoplateño Rufino Martínez en su citada obra, que en este periodo, Lilís, fue “un gobernante ejemplar”, para aquellas circunstancias. Más aún, el propio general Luperón al proponerlo como candidato de los azules, señaló de Lilís lo que a continuación copiamos: “Hoy como ayer, lo repito: si no quiere ver otra vez la anarquía en la República, concentren sus votos a un candidato. Para mi, sólo hay en este momento un hombre, que tiene todo el mérito necesario, el tacto, la energía, la firmeza, que ama a la patria y su partido y que puede gobernar el país: ese hombre es el valiente y patriota general Ulises Heureaux”. (p. 85).

 Al comentar una de las anécdotas de Lilís, en su obra “Cosas de Lilís”, de Castro dice que ante la pretensión de un amigo suyo para que lo colocara en un puesto en aduanas, Lilís le dijo en forma jocosa lo siguiente: “No, mi amigo, yo no le nombro Interventor de Aduanas, por que Ud. hace gritar la gallina al desplumarla”. (p. 42).
El Presidente Lilís rodeado rodeado de algunos 
de sus mas cercanos colaboradores. 





 LILÍS: EL POLÍTICO Y SANGUINARIO 

 Todos conocemos las argucias de Lilís para volver al poder nuevamente; y sobre todo, las artimañas bajo las que se impuso para alzarse con el poder en 1886, comprando voluntades, persiguiendo y asesinando a sus contrarios. Es muy elegante el argumento del periodista Gilbert cuando compara a Santana, que no es santo de mi devoción, con Heureaux, de quien dice que en su natal Puerto Plata, “no hay nada que recuerde su memoria”. Y aquí cabe preguntarnos: ¿Cómo lo van a recordar los puertoplateños, y el país en general, si hasta al propio Luperón fue capaz de engañar Lilís? 

 Luperón, en sus “Notas Autobiográficas” comenta el hecho, de que en la primera administración de Heureaux, según informes que él recibiera de un oficial haitiano, el entonces presidente haitiano Salomón, le obsequio 50 mil pesos oro americanos “para que hiciera triunfar su candidatura” (p.387) y que Heureaux permitió entonces la penetración de haitianos a territorio dominicano, irrespetando así convecciones y tratados.


 No es cierto, licenciado Gilbert, que en este país haya un pueblo con el nombre de Pedro Santana. Hay uno en el Este, en la provincia de San Pedro de Macorís, y es con el nombre de Ramón Santana, el hermano gemelo del caudillo de Las Carreras.



El Presidente Heureaux en el acto de inauguración del
 ferrocarril Santiago-Puerto Plata en agosto de 1897.

 ¿PUEDE LILÍS “RECIBIR UN TRATO MÁS JUSTO DE LA POSTERIDAD”? 

 Veamos lo que dice el propio Luperón de Lilís en sus “Notas Autobiográficas”, licenciado Gilbert: “Es hombre dotado de tacto militar, con brazo de héroe, pero con el corazón intransigente y el espíritu pervertido, esparciendo tenebrosas sombras sobre el brillo de sus hechos gloriosos” ¿Conoce usted, licenciado Gilbert el llamado “Código de Lilís” o “Código de la muerte”

 Ya vimos en las anotaciones anteriores “los hechos gloriosos” de Lilís, que Luperón, carente de toda mezquindad es capaz de hacernos conocer con elegancia y humildad. Ahora bien, ¿Cuáles son esas tenebrosas sombras que opacan el brillo de la figura de Lilís, según el propio Luperón?


 Al parecer son muchas, licenciado Gilbert. Le empezaré a recordar, licenciado Gilbert, que el propio Luperón en sus “Notas Autobiográficas” llama a Lilís, hombre de “…insaciable y funesta ambición de mando”, que “sin fijarse en la ineficacia de los crímenes, ni en la irregularidad de las formas, ni en lo horrible de las súplicas, ni siquiera sobre la cuenta que la posteridad pedirá a su memoria, - como hoy se la pido yo -, creyendo que la audacia y la fuerza justifican las faltas y las injusticias, por lo que teme inmolar la libertad de un pueblo a su maligno capricho y asesinar por odio y envidia, a centenares de sus compatriotas”. (Tomo III, pp. 386-387)


 Oigan bien, licenciado Gilbert y señor Ramos, no lo digo yo, lo dice el general Luperón: Lilís asesinó “a centenares de compatriotas” durante su dictadura.


 Más aún, en 1888, para Lilís alzarse con el poder nuevamente, actuó con felonía hacia el general Luperón. En la ocasión le dijo Luperón a Lilís, que era éste: “Enemigo del mérito ajeno, hinchado de vanidad y de odio, la sed de oro y de sangre, lo ha endurecido hasta el extremo de arrastrar con crueldad a la nación como a una turba, a aplaudir sus crímenes y sus iniquidades, mientras que acusa a los verdugos que emplea y engaña a las victimas por él sacrificadas”. (p. 389). 



 Y más adelante dice el general Luperón de Lilís: “Su mayor designio es gobernar siempre a la nación de voluntad o por fuerza, y poco le importa saber la opinión que se forme de él, ni lo que el destino reserve a su monstruoso predominio. Y, aunque el espíritu nacional de un país no perece nunca y hay que esperar mejores gobernantes en el porvenir, tenemos que confesar – dice Luperón – que ningún gobierno fue más horrible y criminal para su patria, ni más funesto para la historia de esta. 

 Sí, el gobierno de Heureaux es el cúmulo de todos los crimines que degradan la República y mancillan sus glorias. (…) La Historia se encargará de decir lo demás de la vida política de este malhechor de Estado, que subyuga la nación, y abate y humilla a sus compatriotas”. (p.390). 


 LAS ARGUCIAS DE LILÍS PARA ENGAÑAR A LUPERÓN


 Encontrándose el general Luperón en París, en 1887, donde había ido a recuperar su salud por recomendaciones médicas, recibió allí varias cartas de Lilís “suplicándole aceptar la representación de su gobierno en Europa”. (p.242 en “Notas Autobiográficas”, Tomo III). Luperón rehusó aceptar tal propuesta. Pero antes, “Heureaux había escrito al Doctor Betances a París en el sentido de que Luperón conviniera en presentar su candidatura en las próximas elecciones, mientras él, Heureaux, se ocupaba con el Congreso en cambiar la ley del sufragio universal…” (p.243).

 Lilís le envió al general Luperón, una vez este llegó a Puerto Plata varios emisarios suyos para que aceptara. Incluso, Lilís viajó desde Santo Domingo a Puerto Plata en varias ocasiones a entrevistarse con su jefe con tal de convencerlo. Pero nada valió. Luperón lanzó en Puerto Plata, el 8 de julio de 1888, un “Manifiesto” a todos sus conciudadanos para que fuese discutido,- que de seguro le cayo como una bomba a Lilís- y entre otras cosas, decía lo siguiente:


 “El gobierno no debe ser el de un partido, sino el de todos los dominicanos, y para una buena administración del Estado, todos los partidos tienen perfecto derecho a tomar parte en las funciones y puestos públicos. Solamente entonces sus luchas serán pacíficas en el terreno de la Constitución. Cualquiera que sea la mayoría que haya llevado los gobernantes al poder, ellos no han de olvidar que las opiniones de las minorías no deben ser desatendidas, sino respetadas, consideradas y discutidas de buena fe. Ese respeto lo deben plenamente los jefes de Estado y todos los que tienen la honra de servir a la nación. Asimismo se le deben al pueblo, a sus legítimos derechos, a sus intereses, a su cultura, a su honra, a su bienestar, a su progreso y a su paz; y además, le deben el ejemplo de justicia, de patriotismo, de honradez, virtudes republicanas y democráticas” (pp.249-250). 


 Y al final, decía el noble y grande General:


 “Es deber de los gobernantes esmerarse en labrar la felicidad de todos los habitantes de la República, en la familia y en la patria.



 Los buenos gobiernos son aquellos que hacen dignos, instruidos y felices al mayor número posible de ciudadanos. Así, no hay gloria superior para un gobernante, al terminar su mandato, que la de dejar a sus conciudadanos la paz, la civilización, la prosperidad y la libertad”. (p.250). 

 En aquellos días de reflexión para el enaltecido General, Pedro Francisco Bonó, el Padre Meriño y Manuel de Js. Galván le expresan su solidaridad; y entre ellos, Meriño, en fecha 28 de julio de 1888, le ponía en aviso, lo siguiente sobre las artimañas de Lilís: 

 “Ya Lilís está definido y acepta su reelección y tiene en su apoyo el elemento oficial que, sin duda alguna, ejerce en la Republica la influencia más eficaz. 

 Supongo- le dice Meriño- que cuando Ud. se decidió a presentar su candidatura, creyó contar con la cooperación de aquel, por lo mismo que ni era prudente que Ud. se lanzase exponiendo su capital político al azar, luchando con tal oposición; ni tampoco le traía a Ud. honra eso de tener que discutirle o disputarle a él el puesto de la Presidencia; ni mucho menos debía Ud. confiar en la mayor parte de los hombres del día, más dispuestos a correr tras el deshonor, los unos por su provecho personal y los otros por opocamiento de ánimo, que a elevarse por el respecto a su propio decoro. Y puesto, que las cosas no se presentarán como Ud. quizás se lo imaginaba, paréceme vale la pena reflexionar”. (pp.251-252). 

 LILÍS ESPERA DINERO PARA COMPRAR VOLUNTADES

 ¿Cuáles circunstancias se produjeron entonces en el país? 
Veamos: Lilís recibió las buenas nuevas de que las gestiones de un nuevo empréstito, en Holanda, con los banqueros Westendorp y Mathieu, ya estaba acordado, por la suma de “cinco millones de pesos en libras esterlinas”. Sin embargo, Lilís jugaba al tiempo a la espera del dinero, mientras aquí “engatusaba” a Luperón haciéndole firmar en fecha 3 de septiembre de 1888, en Puerto Plata, un acuerdo que luego Lilís incumplió bajo el infeliz alegato de que “sus amigos le exigían que presentara su candidatura otra vez”. (p.254).

 Se lanzó entonces Lilís, dice Luperón “Con todos sus mandarines a conquistar a la fuerza y por todos los medios más incomodos y arbitrarios, prosélitos para alcanzar su reelección. El dinero se daba a chorros, como que no era propio, sino del Estado. Entonces se vio-añade Luperón- más que en los tiempos de González, una corrupción espantosa”. (p.257). 

 El general Luperón ante tan vergonzosa y asquerosa acción, optó por renunciar a la candidatura, pues, Lilís junto a sus acólitos, se dieron a la tarea de perseguir a todos los miembros de los comités que trabajaban en apoyo a Luperón. Es más, protegidos de Luperón, en Puerto lata, como el general Federico Lithgow, que ustedes deben conocer la historia señores Ramos y Gilbert, “se vendió secretamente al general Heureaux por una suma de dinero y un Ministerio” (p.265) como luego ocurrió. Este Lithgow era nada más y nada menos que “un agente y espía” de Lilís al lado de Luperón. Todos los documentos importantes del general Luperón, Lithgow se los enviaba a Lilís; y les decía por lo bajo a los partidarios de Luperón en el Este y el Sur que “había renunciado a su candidatura” para la Presidencia.

 Pero, por otro lado lo que quería Lilís era simular una guerra civil en el país, para quedarse con una buena parte del empréstito en cuestión, alegando que tal suma había sido erogada por su gobierno para “sofocar revoluciones”. Con otro general, Manuel María Almonte, quien también apoyaba a Luperón, pero que era “amigo del dinero”, y Lilís lo sabia, éste le llegó a decir en una ocasión: “General aquí tiene Ud. quinientos pesos; hágase neutral, y cuando pasen las elecciones le daré a usted otros quinientos”. A partir de aquel día, Almonte le dijo a Luperón que ya no estaba con su candidatura. ¡Se le vendió también por unos pesos más!  

Licenciado Guilbert, como podrá ver, Lilís fue capaz de todo, hasta de engañar a su padre espiritual y guía revolucionario. Decía el legendario guerrillero argentino Ernesto-Ché-Guevara que los traidores sólo merecen una cosa: ser fusilados. El patricio Juan Pablo Duarte lo decía con estas palabras: “Mientras no se escarmienten a los traidores como se debe, los buenos y verdaderos dominicanos serán siempre victimas de sus maquinaciones”. 


 ALGUNAS ANOTACIONES FINALES

 Luperón no se equivocó al pintarnos el país que teníamos licenciado Gilbert, en los años 90 del siglo XIX, donde la engrasada maquinaria lilisista lo controlaba todo:

 “Hoy-decía Luperón-…vemos al país dominado por una oligarquía violenta, que no podrá ser estable por su tiranía, y a la cual todos los partidos tienen que pedir estrecha cuenta, por sus injustos atropellos, por sus horrorosos asesinatos, por la deshonra nacional, por la ruina de la patria que languidece en la profunda oscuridad de un gobierno despótico y absoluto”. (p.32).

 Y al enjuiciar a Lilís en estos años, en sus “Notas Autobiográficas” el noble general restaurador dice:“(…) el salvaje general Heureaux, hace mil veces peor que uno y el otro (al referirse a Santana y a Báez, n. de j.m.j.) para acabar con el país y para cumplir su deseo de bárbara venganza, como descendiente que es de Haití. No tiene este forajido más móvil que el amor maldito del poder, del oro y la supeditación de todos los derechos”.

 Ante tan dramáticas palabras del prócer Luperón, de su pueblo, Puerto Plata, licenciado Gilbert, y ante tantas verdades históricas de los hechos en lo que actuó su coterráneo Lilís, cabría entonces preguntarnos: En Puerto Plata, ¿Quiénes quieren los despojos mortales del dictador Lilís? 

 No se equivocaba Luperón cuando decía de Lilís, que “La historia se encargará de decir lo demás de la vida política de este malhechor de Estado”. Lilís fue más sanguinario que Santana, que Báez y posiblemente hasta que el propio Trujillo. No creo que en el “amado pueblo” suyo quieran venerar las cenizas de un déspota tan cruel y bárbaro como Lilís. Pero si aparece alguien más, además de usted, licenciado Gilbert, favor de hacerlo saber al pueblo dominicano. Ya muy bien lo dijo José Martí: “La Patria es agonía y deber”. Pues, no creo que la Iglesia Católica dominicana deba continuar albergando en sus recintos una figura tan bárbara y abominable como Lilís, para hacerle juego a su pálida frase, señores Gilbert y Ramos, de que “O jugamos todos o se rompe la baraja”.


Vista interior de la remodelada Catedral de Santiago, donde 
descansan los restos de Lilis. Foto cortesia del Autor.

Lugar  donde se encuentran en la Catedral de Santiago los restos de Lilis. Foto cortesia del autor.



Santiago de los Caballeros, R.D.
25 de septiembre de 2012.

El autor es ingeniero, escritor, miembro de la “Cátedra José Martí” y de la Real Sociedad de Historiadores.


CÉSAR ARTURO ABREU EN LAS “INTERROGANTES DEL CARNAVAL VEGANO”

domingo, 15 de julio de 2012


Por Jesús Méndez Jiminián
(1 de 2)


“Y llegado a La Vega,
Ciudad que se levanta
Llevando sus arterias sangre nueva,
A la orilla de un rio que le canta,
Circuido por bellos horizontes,
Halitos de pinos saturada,
Y como una reliquia, custodiada
Por un bárbaro ejército de montes;
Al llegar a este pueblo de alma blanca,
Que aunque muy azotado por las guerras
Crece en él la virtud mucho más franca
Que el mismo cafetal sobre sus tierras.” 

Ramón Emilio Jiménez, a la “Novia del Camú”
(1915), en los 1ros. Juegos Florales Veganos.



Al: Padre Cesar Hilario, en sus 54 años de sacerdocio y al Orfeón de Santiago en su 50 aniversario.


La Vega ha sido históricamente escenario de acontecimientos relevantes. Tanto así, que muchos de sus cultos e inteligentes hijos (as) manifiestan orgullosamente con el pecho erguido y un alto timbre de voz, ser los primeros en muchos hechos históricos en América. Para tan sólo citar algunos, César Arturo Abreu, entre otros, nos testimonia los siguientes: primer libro escrito en tierras americanas, en 1498, bajo el título de “Relaciones de las Creencias e Idolatría de los Indios…”, de la autoría del religioso Fray Ramón Pané; el de por sí relevante primer Sermón en defensa de los indígenas, en 1510, pronunciado por Fray Pedro de Córdova;  primer obispado residente en el Continente americano, en 1514; y, el de por sí relevante primer Sermón en defensa de los indígenas, en 1510, pronunciado por Fray Pedro de Córdova.

Por lo anterior y otras cosas más, La Vega, ha sido proclamada, y ello no es para menos, con el título de “Ciudad de Primicias de América”.

Llama poderosamente la atención en este orden, el que - tal y como señala el ilustre vegano Abreu Fernández en sus notas sobre las “Interrogantes del Carnaval Vegano” junto a Hugo Máximo Estrella y Dagoberto Tejeda - “hacía
1510 la Concepción de La Vega era la ciudad española más grande del Nuevo Mundo, con más de 10,000 habitantes (…) con unos 250,000 mts2”. Cabe recordar aquí, que por ejemplo, Santiago de los Caballeros apenas contaba con unos 8,000 pobladores, según el norteamericano Samuel Hazard, quien la visitó hacia 1871, pocos años después de ser el principal escenario del activismo revolucionario de nuestros soldados restauradores en la guerra heroica de 1863-1865, contra España y el general Pedro Santana, que la había convertido por vil decreto y acuerdo en provincia ultramarina de aquella bajo el infeliz alegato de que los dominicanos seríamos más prósperos y orgullosos.

Sin embargo, para no distraer más al amable lector (a), y para entrar en la parte fundamental de estas anotaciones ligeras y menudas, es preciso hacernos ahora la siguiente interrogante: ¿Fue en la Concepción de La Vega donde se llevaron a cabo las primeras manifestaciones carnavalescas en el Nuevo Mundo?  

Señala César Arturo Abreu en sus notas sobre las “Interrogantes del Carnaval Vegano”, que hacía 1514 llegó a La Española, y se estableció en la Concepción de La Vega en 1526, un aventurero español “alborotador y pendenciero… preñador de indias y acosador de  casadas, dueño de grandes haciendas y granjerías en toda la isla” de nombre Álvaro de Castro, que además tenía fama de ser armador de grandes fiestas y jolgorios. Todo parece indicar, según las fuentes consultadas por Abreu Fernández, que este singular personaje trajo a La Vega y zonas vecinas, unas fiestas populares de Andalucía, España, denominadas “juegos de moros y cristianos”, en los que se recreaban “batallas que tuvieron lugar en España durante el período conocido como LA RECONQUISTA…”, donde aparecía el famoso “juego de cañas”.

¿Cómo considerar que estas y otras manifestaciones que veremos más adelante – se pregunta de forma precisa Abreu y Fernández – pueden ser las primeras en términos carnavalescos en La Española y el Nuevo Mundo? Aparece aquí, la sustancia o esencia, según Abreu Fernández, de que en esos “juegos” promovidos en La Vega por el corrupto  Álvaro de Castro en lo que aparecen “disfrazados” algunos participantes se utilizaron “elementos propios del carnaval”.


Por otro lado, señala el destacado autor vegano, de acuerdo a otros datos apartados por algunos investigadores criollos que otros juegos conocidos como las “mascaradas” celebrados en la Concepción de La Vega hacia 1508, y que también tenían lugar en Santo Domingo, “podrían considerarse como celebraciones de carnaval”. Estas “mascaradas” propias de algunos países europeos, especialmente de Italia, durante los siglos XVI e inicios del XVIII aunque empleaban “la música y la danza” como “expresión integrada del carnaval, en el fondo -  dice Abreu Fernández -, ellas de por sí no constituyen carnaval”. Y agrega, respecto a estas manifestaciones, en La Vega, lo siguiente:

“Como conclusión… lo efectuado en la antigua ciudad de La Concepción – tanto en el 1508 con las mascaradas – así como con las escaramuzas de Álvaro de Castro, fueron expresiones que utilizaron elementos carnavalescos y no existen datos históricos que avalen que fue en esa ciudad donde se celebró el primer esencialmente auténtico carnaval del Nuevo Mundo. Eso aún está por demostrarse – agrega -, aunque es oportuno hacer constar que por la importancia que tenía esa ciudad y las primicias que en ellas tuvieron lugar, lo más probable es que fuese en esa “primera villa de cristianos” donde se celebrara el primer carnaval de América, pero esto es una lógica y razonable especulación que los investigadores o historiadores del Carnaval Vegano tienen el desafío de demostrar” (pp. 39-40).


Sin embargo, es simple entonces preguntamos, y lo reflexiona también el propio autor: ¿Cuándo aparece propiamente dicho el carnaval en La Concepción de La Vega? ¿Cuáles manifestaciones tienen lugar ante tal acontecimiento?

Si tal y como señalamos al inicio de estas notas, en La Vega, habían unas diez mil personas a comienzos del siglo XVI, ya casi a finales de esa centuria apenas vivían unos 100 habitantes. Y la respuesta de esto es simple: hubo un terremoto el 2 de diciembre de 1562 que azotó a La Vega, y quienes lograron sobrevivir se trasladaron al actual lugar que ocupa. Así que, las viejas costumbres que se iban arraigando en dicha sociedad, pronto se perdieron, y por tanto, tal y como lo atestigua César Arturo Abreu en sus “Interrogantes del Carnaval Vegano”, no hubo, por algo más de tres siglos “ninguna manifestación de índole carnavalesca” que quedara registrada, o al menos en el recuerdo.

Pero, el ritmo de vida en los veganos, podemos enfatizar aquí, empezó a cambiar radicalmente unas tres décadas antes de que finalizara el siglo XIX. ¿Cuáles acontecimientos las hicieron cambiar? La dictadura de Ulises Heureaux (Lilís) es justo señalar, impactó en el orden económico, material, cultural e intelectual de los veganos y del país. Más aún, muchos cubanos y puertorriqueños que por razones de la guerra que libraba España con los patriotas de estos pueblos, se vieron en la necesidad de huir y se asentaron, entre otros pueblos del país, en La Vega, logrando hacer allí significativos aportes. Aunque sin dudas, el ferrocarril La Vega – Sánchez logró, además, cambiar el modo de vida y ciertos hábitos de los veganos por aquellos años. Continuará.

 
El autor es ingeniero, escritor, miembro de la Academia Dominicana de la Historia y de la Cátedra “José Martí” de la UASD.

CÉSAR ARTURO ABREU EN LAS “INTERROGANTES DEL CARNAVAL VEGANO”


Por Jesús Méndez Jiminián
(2de 2)


DE “LA CULEBRA DE SAN JUAN” A “LA CULEBRA DE SAN BLAS”

Abreu y Fernández señala en sus apuntes un suceso importante acaecido en La Vega dos años antes de concluir la dictadura de Lilís (1899); anota el autor, tomando el dato del acucioso historiógrafo vegano, Jovino Espínola, que hacia 1897 “unos diez o doce operarios más de la zapatería” del padre de éste, organizaron una comparsa llamada “La culebra de San Juan”. Esto deja claro algunas cosas. Primero, que ya habían clases sociales en La Vega. Segundo, y esto es muy importantes, se tiene ya, tal y como dice Abreu Fernández, “la primera prueba documentada de una manifestación carnavalesca” en La Vega. Y tercero, y no menos importante, deja claro que ya las celebraciones del carnaval en esta ciudad, todavía con aires rurales, eran “algo de costumbre”. ¿En cuales años comenzaron a aparecer? No lo sabemos todavía.

¿Qué representaba la “Culebra de San Juan”? Abreu Fernández al tomar el dato de Jovino Espínola, apunta que: “Para ese tiempo (es decir, el año de 1897, n. de j.m.j.), mi padre era dueño de la primera fábrica de calzados existente en esta ciudad, cuyos obreros pasaban de veinte, siendo la mayoría de ellos de la capital; el resto eran cibaeños, cubanos y puertorriqueños”. Y a seguidas, Abreu Fernández nos brinda el dato clave al respecto cuando dice:

“Conforme a las crónicas, desde 1820 se celebraban en la villa Trinidad (Cuba, n. de j.m.j.), provincia de Sancti Espíritus, los carnavales sanjuaneros con motivo del solsticio de verano los que tenían lugar desde el 30 de mayo al 30 de junio en honor a San Juan, cuya celebración principal se efectúa el 24 de ese mes y que concluían con un desfile de comparsas que incluían las siguientes: Taita la Lanza (sátira a la corrida de toros). Comparsa de los Pitos (pitos de caña brava); El gallo, La Gallina, y La Culebra, es decir: La Culebra de San Juan. Es de deducir – anota --, con lógica justificación, que alguno o algunos de los operarios cubanos que trabajaron en el taller de zapatería del padre de don Jovino ponderaría la idea y el argumento de esta representación para escenificarla…” (p. 44).

Así, una enorme serpiente hecha a mano iba enroscada al cuerpo de uno de los participantes de la comparsa, mientras los demás pintados de negro, armados con lanzas, y desnudos de la cintura hacia arriba rodeaban al personaje del centro que iba muy asustado, además, por el reptil que llevaba alrededor a su cuerpo. Mientras hacían el recorrido por las calles de La Vega, los de la comparsa entonaban cánticos alusivos a la acción escenificada, algunos de los cuales aparecen en la obra en cuestió
Otra de las comparsas de la época, era la conocida con el nombre de “La Culebra de San Blas”. Abreu Fernández, siguiendo la misma fuente, es decir, los datos aportados por Espínola, nos cuenta que esta comparsa se escenificó por primera vez, en La Vega, el 27 de febrero de 1910. Respecto a San Blas, dice Abreu que es el “santo patrón de los enfermos de la garganta y de los cazadores, y cuya festividad celebra la Iglesia Católica el día 3 de febrero”. La comparsa de San Blas estaba compuesta de la forma siguiente, detalla Abreu: “El finado Fello Mejía (el personaje central, n. de j.m.j.) estaba vestido con un vistoso disfraz de indio, armado con arco y flechas, e iba delante con la culebra en forma de espiral enroscada a su cuerpo. Detrás iban los demás comparsantes vestidos de cazadores, armados de escopetas de pistón, cuerno y demás aderezos de cacería, e iban cantando” algunos cánticos también (p.50).

A modo de conclusión respecto a las comparsas, Abreu Fernández destaca, que luego con el paso de los años aparecieron otras con objetivos y criterios distintos a las dos comparsas a las que nos hemos referido, y en las que, incluso, se hacían alusión a ciertos personajes históricos. Pero, en lo que respecta específicamente a las de “La Culebra de San Juan” y “La Culebra de San Blas”, el autor vegano puntualiza lo que copiamos:


“Como puede apreciarse (…) las comparsas La Culebra de San Juan y La Culebra de San Blas no produjeron ningún impacto importante, ni en la temática ni en el sentido contestatario en las que posteriormente aparecieron en el Carnaval Vegano. La importancia reside en – aparentemente – haber sido las únicas de su época reseñadas íntegramente, y consecuentemente su impacto es referencial o histórico, circunstancia que ha sido aprovechada por los promotores e historiadores del Carnaval Vegano para destacar su existencia desde finales del siglo XIX” (p.55).

Una interrogante que de seguro ha ansiado el lectoral, encontrar y ver su respuesta, a través de estas anotaciones respecto al carnaval vegano, es la siguiente: ¿Son los diablos cojuelos auténticamente de La Vega, o fueron traídos aquí de otro lugar?

La figura del “diablo” señala César Arturo Abreu, aparece en el siglo X de la Era Cristiana, en Francia, cuando se representaba la lucha entre “el bien y el mal”; su personificación e identificación es “la de un ser con dos cuernos, una barba alargada, una cola y un tridente”. Esa concepción, nos apunta el autor vegano, viene desde los primeros tiempos del cristianismo cuando los romanos buscaron como elemento contrario al Dios Pan, que era el dios de los pastores, al que vino a representar el mal, que no era otra cosa que la figura de Lucifer o el Diablo. O mejor dicho: Satanás. En el siglo XVI al Diablo, en lugar del tridente le pusieron algo entonces novedoso: vejigas “para infligir castigos”.

El término “diablo” señala el autor, aparece en “Don Quijote de la Mancha” del célebre Miguel de Cervantes Saavedra; pero el de “Diablo Cojuelo” es propio de Luis Valdez de Guevara, quien bajo este título publicó una novela suya, en 1646.

“Como personaje de carnaval – anota Abreu Fernández citando a Dagoberto Tejeda de su obra “El Carnaval Dominicano: Antecedentes, Tendencias y Perspectivas” -, el Diablo Cojuelo llega a la isla de Santo Domingo con los colonizadores españoles…”. Algunos autores criollos sitúan su aparición en 1520; otros en 1578.

En Santo Domingo, en la época de la dictadura de Ulises Heureaux (Lilís) – y se tiene documentación de ello -, aparecen los “diablos cojuelos” en el carnaval, en sectores como La Marina y  la Zona Colonial. Eran pandillas de jóvenes vestidos de un mismo color, rojo o negro, con vejigas y “profusión de cascabeles y campanillas, y con un rabo”. Incluso, los de un sector usaban un color distinto al otro.

¿Vinieron entonces de Santo Domingo a La Vega los “diablos cojuelos”? Al respecto no hay una documentación que pruebe certeramente esto. Pero lo que si es cierto, es la atribución a un ingeniero italiano de nombre Alfredo Scaroina de haber traído a La Vega, en 1906, los diablos cojuelos. Scaroina había venido a La Vega a radicarse desde la Capital, ya que fundó una sociedad carnavalesca llamada “El Acero”. Eso sí, los personajes representados como diablos veganos, según el historiador vegano Mario Concepción, citado por Abreu Fernández, “llevaban disfraz sencillo totalmente de color rojo… las caretas eran sencillas, con dos chifles, sin cintas colgando, ni espejos, y uno que otro con cascabeles”. Puede, por tanto, verse que los diablos veganos representaban algunas variantes respecto a los de la Capital.

Sin embargo, puntualiza Abreu Fernández: “Es posible que por falta de documentación nunca podamos establecer la verdadera procedencia y origen del Diablo Cojuelo Vegano, y aunque admitimos que la aparición del personaje fue primero en Santo Domingo, eso no implica que el vegano tuviese su origen derivado del diablo capitaleño. Más bien nos inclinamos a pensar que ambos tuvieron como matriz a España y que uno llegó primero y el otro después. A fin de cuentas, son diablos los dos”.

 
El autor es escritor, ingeniero, miembro de la Academia Dominicana de la Historia y de la “Cátedra José Martí” en la UASD. 


West New York, USA.
4 de mayo de 2012.


RECORDANDO A ERCILIA PEPÍN

sábado, 30 de junio de 2012


 
Por Jesús Méndez Jiminián
 
´´ A tu casta memoria hoy consagro del recuerdo purísima flor, aunque corran veloces los años,  nos encierra en el alma angustiada de tu ausencia la herida fatal.´´  

De: María Antonieta Sagredo en sus Recuerdos sobre Ercilia Pepín. 
                      Puerto Plata, Noviembre  de 1947.


Esta columna reproduce en ocasión de cumplirse el pasado jueves 14 de junio el 73 Aniversario del fallecimiento de la insigne educador, patriota y civilista santiagués, Ercilia Pepín (1886-1939),  un trabajo publicado en  esa misma fecha, en 1940, en el periódico ´´La Nación´´ por la profesora Ana Josefa Jiménez  a la memoria de su fiel amiga, en el primer aniversario de su partida.

´´ELEGÍA   PÓSTUMA

A la memoria de la señorita Ercilia Pepín, en el  primer aniversario de su muerte

Cayó, sobre la clámide del tiempo, en la  desolada agonía de irreparable ausencia, la lúgubre y sombría campanada que marca, en la ruta de las horas,  el primer  aniversario de haberse rendido a la muerte, en una santa quietud de resignada entrega, la excelsa Maestra, la esclarecida civilista, la santiaguera insigne que partió hacia lo ígnoto, dejando tras su paso, una rutilante estela de orientadoras gestas, y una brillante ejecutoria de gran mujer y de idealista insuperable.

Un año ha que plegó en la nada aquel espíritu vibrante, que señaló tan amplios derroteros a los que  bebimos de él, hasta la saciedad,  todo el bagaje  de ensueños que se enredaban, como tupida urdimbre en torno a la magnificencia de su vida, vida de eterno holocausto sobre el ara sacrosanta de la Patria y de la  Escuela.
Un año que, entre un beatífico rumor de oraciones, en un emocionante silencio de pechos angustiosos, de corazones triturados, de manos que, implorantes, acariciaban, de miradas lánguidas, que en un ansia infinita de llenarse, para una eternidad, de la agonía de aquel cuadro, luctuoso e imponderable, se alzó a Dios, rompiendo el  manto azul del éter invisible, el alma  inmaculada de la que fue la Emperatriz del verso y del amor.

 ¿Un año?

Pero, si aún están tibios los blanquecinos pañales que sirvieron de  esquife a su partida.
Si aún está, presa sobre los almohadones donde descansaron, en su hora postrera, sus miembros en marcha, la huella amada de aquel cuerpo que supo, tanta veces, erguirse sobre el empinamiento de sus convicciones  profundas y firmes.
Si aún está intacto, en aquel cuarto que guarda, como joya prístina, su recuerdo venerado, el perfume de los lirios que dieron su ambrosía en la  quietud de aquella noche inolvidable, entre el  incesante chisporroteo de las antorchas, y el tibio  homenaje de rezos y de lágrimas que llenaban el ambiente enlutado y sombrío.
Si aún, cuando se irrumpe en la estancia que la albergó en aquella horas  amargas y postreras, parece que está allí, exánime, sus manos nacarinas dobladas, cual magnolias pensativas, sobre el pecho que fuera un día cobre sagrado de santidad… propiedad de su palabra, tierna y arrulladora hecha para alzarse como una canción, sobre la inquietud de las almas desoladas y sombrías.
Parécenos estar palpando, todavía, con el angustiado corazón puesto como peana a sus pies, con el alma apretujada de temores, aquel Vía-Crucis de dolores, de agonía, de sacrificios en que la sumió, un largo martirologio, la implacable impiedad del mar que minó su vida, que carcomió sus miembros, que convirtió su cuerpo en  un lacerado crisol de padeceres y de tormentos.



Un año. 

Que semeja un instante en la agónica  inquietud de la desesperanza.

Maestra, Madre, Amiga: 

En la orquestación magnífica del Universo. TÚ, eres ahora,  nota diluida, cristalina y límpida, que se desparrama como manojo de rosas, sobre los ámbitos celestes, en donde el Altísimo tiene su trono, circuido de arcángeles, nimbado de claridades.
Di, desde esas alturas, infranqueables, tu palabra de piedad, de  consuelo, de amor, a la desesperante soledad a que ha sumido, tu partida, nuestras almas.
Levanta tu ruego, ahora que, sobre la ruta de la verdad formas coro con los bienaventurados, y que revele él, vivificante, sobre nuestro espíritu, que en el caos de esta vida miserable, se extorsiona y desfallece.

ANA J. JIMÉNEZ YÉPEZ
Santiago, junio 14, 1940.´´