Por Jesús Méndez Jiminián
“En
esta hora dramática que vive la República, estoy consciente de que no hay ser
humano capaz de resolver por sí solo los ingentes problemas que gravitan sobre
el lamentable estado socio-económico de nuestra empobrecida República. Por tal
motivo invito a todos los dominicanos, campesinos, obreros, estudiantes,
profesionales, comerciantes, industriales y todas las clases de la comunidad
dominicana a que cerremos una sola fila para probarle al mundo que no sólo
hemos sabido luchar con las armas, sino que con honor y con dignidad
reconstruiremos nuestra patria”. ~Coronel Francisco A. Caamaño Deñó
En
la vida de cada ser humano se producen acontecimientos que resultan
imborrables. Sólo el paso del tiempo es capaz de darles la dimensión justa y
colocarlos en su verdadero sitial. En mi caso particular, voy a referirme, por
ahora, sólo a uno que ha marcado mi rumbo: haber sabido a temprana edad de
Francis Caamaño.
A
menudo, siendo yo niño, mis padres, pero específicamente mi madre, me enviaba a
Santo Domingo donde mis tíos Jacobo Moquete y Marcia Jiminián a pasar mis
vacaciones escolares. Para mí aquello era como un bálsamo; llegar desde
Santiago, mi ciudad natal, con aire de pueblo y vecindario familiar, a la
cosmopolita ciudad de Santo Domingo, la “Atenas
del Nuevo Mundo”, y hacer un recorrido por sus hermosos sitios históricos
de más de 350 años de existencia entonces, y escuchar atentamente a mi tía
Marcia hablarme de su historia, era como aprender de una verdadera cátedra
después de yo haber pasado nueve largos meses en el mundo de la escolaridad.
La
ubicación de la residencia de mis tíos por aquellos tiempos, era en la Santo
Tomás de Aquino esquina Ramón Santana de la Ciudad Universitaria, exactamente
donde en uno de sus apartamentos viviera en su época de estudiante
universitario el gran líder revolucionario Manolo Tavárez Justo. Aquel
apartamento de mis tíos, fue siempre hogar agradable de tertulias y encuentros
de dirigentes políticos de izquierda, maestros, líderes estudiantiles,
comunitarios y sindicales, y hasta refugio clandestino para algunos en la época
de la funesta dictadura balaguerista (1966-1978). Contando yo entonces con
nueve o diez años de edad, fui testigo de que mi tío Jacobo iba para Londres a
realizar estudios especializados y estaba perfeccionando el inglés con clases
particulares que una profesora iba a darle al apartamento. Escuchaba yo también
entre mis tíos, en sus conversaciones a solas, que Francis Caamaño, el Coronel
de Abril, estaba en funciones diplomáticas en la capital inglesa tras la Guerra
de 1965, y que allá, además de ir a estudiar, mi tío Jacobo se encontraría con
él. Recuerdo, como si fuera hoy, todo aquello, tan vivo y emocionante en mí. ¡Y
todo fue así! Mi tía Marcia luego marchó a Londres a encontrarse con ellos.
Pero,
no volví a escuchar más de Francis Caamaño hasta cuando vino al país, en la
gloriosa expedición que lideró desde
Cuba, y entró por Caracoles en las costas de Azua junto a un pequeño grupo de
revolucionarios,que venían a liberarnos de las injusticias del régimen
dictatorial de Joaquín Balaguer, en 1973. Mayor fue en mi la desagradable
sorpresa cuando en febrero de ese mismo año, contando yo con trece años de
edad, me enteré por fuentes diversas, de que Francis Caamaño y casi todos sus
camaradas de lucha revolucionaria habían caído en combate, o habían sido
fusilados, después de ser algunos capturados vivos como fue su caso en
particular. ¡Qué dolor tan grande fue todo aquello para mi, pues, él que tanto
era mencionado en el hogar de mis tíos, se había convertido también en mi “Tío Francis”.
Pasaron
los años, pocos por cierto, y en mi época de estudiante en la UASD, volví
entonces al apartamento de mis tíos, encontrando yo allí, en su espaciosa
sala-comedor, una litografía gigante del
“Tío Francis” que adornaba sus paredes como un recuerdo eterno a su
memoria, y la fe de que siempre él estará presente entre nosotros, y en
nuestros corazones aún después de ser brutalmente fusilado en las montañas del
sur por pusilánimes, que hoy se pasean como si nada por las calles de nuestro
país. Recordaría al “Tío Francis” luego,
cuando solía conversar largamente de forma amena y familiar con su pariente y
acompañante fiel de sus luchas patrióticas Alejandro Deñó, el “Tío Chibú”. Aquellas agradables
peroratas con “Tío Chibú”, en mi
cuarto de estudiante, casi siempre giraban en torno a la figura procerade “Tío Francis”, de quien puedo decir que
por él me convertí en dirigente estudiantil universitario y que hoy sigo sus
huellas imborrables.
A
cuarenta y un años de la muerte gloriosa de mi “Tío Francis”, y a 49 años de la epopeya de Abril en la que él
emergió como un gigante, hoy, vienen a mi memoria aquellos entrañables
recuerdos, que comparto con ustedes para que no queden en el olvido eterno de
un pueblo con poca memoria histórica.
El
ejemplo de “Tío Francis” de seguro,
hoy más que nunca, habrá de señalar para siempre un mejor mañana en la Patria de Duarte, aún ultrajada y
saqueada por una “fábrica de ladrones”
que no termina, y en donde no pocos han querido menoscabar la inmensa grandeza
de aquel valeroso soldado de Abril, que se hizo más gigante aún al llegar por
Caracoles, y subir por “las escarpadas
montañas de Quisqueya”, para liberarnos de todas las miserias…
¡Loor
siempre a “Tío Francis”, y con él a
todos aquellos que han dado lo mejor de sí hasta ofrendar sus vidas, para un
destino mejor de nuestro pueblo! Pues, como bien lo dijo José Martí: “Quien tenga Patria que la defienda. Y quien
no la tenga, que la conquiste”.
4
de marzo de 2014.
North
Bergen, Nueva Jersey, USA